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  Miércoles,  10 marzo 2021    

Elecciones ¿para la democracia?

Este proceso electoral se tambalea sobre aguas turbulentas. Nadie en su sano juicio puede predecir con propiedad lo que realmente puede ocurrir en estos meses que restan hasta las elecciones generales de noviembre próximo. La gente más honesta confía que se pueda llegar a la instalación de las urnas y al depósito de los votos, de donde salgan electas las nuevas autoridades públicas. Pero también el proceso puede ser truncado por arte y magia de quienes lo controlan.

O puede ocurrir algo tan previsible como la salida intempestiva del actual mandatario, lo cual obligaría a recomponer todas las piezas para salvar algo de la institucionalidad que conduzca a celebrar elecciones en tiempos críticos y de angustias. En situaciones tan deterioradas como las que amenazan al proceso electoral, es mucho más ofensivo escuchar campañas que rayan en la superficialidad, y que, a estas alturas de la crisis de democracia, sigamos escuchando ridículas cancioncitas, promesas ingratas y candidaturas, que por ser bailarinas o futbolistas, nos hagan creer que se han ganado el derecho para ser legisladores.

Sea lo que fuere, lo que tenemos con el actual proceso electoral es un problema muy grueso, y no lo podemos soslayar. En lugar de ser una respuesta a la inestabilidad institucional en las que estamos hundidos, la contienda electoral suena más a problema que a solución, más a conflicto que a estabilidad. 

Esto no se puede ocultar. El grupo político que acuerpa a Juan Orlando Hernández impulsa el actual proceso electoral como instrumento eficaz para consolidar el control del Estado, y a su sombra amparar su impunidad y proseguir impulsando sus negocios. Entender el proceso electoral como principal instrumento para la continuidad del círculo político que lidera Juan Orlando Hernández, convierte las elecciones en un problema serio, porque las mismas son entendidas y conducidas para proteger ladrones y delincuentes.

Quien califique de “normal” estas elecciones o es un iluso o un irresponsable. No lo son. No son distintas a los tres eventos electorales después de la ruptura constitucional. Es más, el actual proceso electoral nos gradúa como sociedad política en el más alto grado de elecciones “estilo Honduras” que nos viene acompañando desde hace más de un siglo.

Es cierto que muchas candidaturas municipales y para diputaciones participan con la más noble voluntad de dar un servicio a las comunidades y al país. El respeto por estas candidaturas es muy grande, porque aun sabiendo lo que encierra el proceso electoral, asumen el desafío de construir democracia a contracorriente de las líneas dominantes.

Por respeto a estas honestas candidaturas desparramadas a lo largo del país, la oposición política electoral está llamada a jugar limpio, y para así exigir nuevas reglas del juego para salvar el proceso electoral del rumbo bajo control férreo por parte de la delincuencia organizada en la política. Y a su vez está llamada a establecer alianzas con alto grado de flexibilidad con el fin de representar la unidad que amplios sectores de la sociedad hondureña demanda y exige para derrotar el proyecto que encabeza la dictadura.

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