Lunes, 14 septiembre 2020

Centroamérica, así la soñamos en septiembre


En este mes de septiembre, nuestros diminutos países centroamericanos, empobrecidos y torpemente divididos, nos unimos en una fecha común de memoria de una independencia y soberanía no solo inciertas e inconclusas sino que nunca se han hecho realidad.

Somos una pequeña zona en el continente con una historia común, de mucho dolor por nuestras cruentas guerras, y por igual compartimos una de las zonas de mayor riqueza en biodiversidad del continente y del mundo. Pero de igual manera, somos una de las zonas con ingresos más desiguales del planeta. Aquí se ve como parte del paisaje que una persona tenga un ingreso diario de 20 mil dólares, y enfrente haya un cinturón de miseria de decenas de miles de personas con un ingreso que nunca llega a 50 lempiras diarios. Y todo bajo el “hermoso” amparo del Estado de Derecho y la democracia.

En su llamado triángulo norte, las multinacionales siguen pujando por garantizar una legislación que privatice todos los bienes naturales y públicos, justamente en la misma zona en donde se criminaliza a la juventud por un pinche tatuaje o por vestirse como le ronca la gana. Su gente –unos 45 millones de personas de acentos varios–, tiene sus propias lenguas, tradiciones y verdades. Pero también es una zona cargada de riesgos, por la vulnerabilidad ambiental, pero también por su vulnerabilidad social e institucional. El Estado de Derecho en lugar de ser garantía de derechos humanos, es factor de disputa entre las redes criminales.

El golpe de Estado ocurrido en Honduras el 2009 recordó de un tajo lo poquísimo que se avanzó en 25 años de ensayo de democracias representativas, después de haber finalizado los conflictos armados internos. Los centroamericanos y centroamericanas, con nuestras limitaciones y fortalezas, soñamos con una región sin fronteras políticas pero con justicia social. Soñamos con trabajar, estudiar, divertirse, vivir y morir dignamente en nuestro territorio. Somos gentes que amamos nuestra tierra, pero la queremos en plenitud de soberanía.

Soñamos con una Centroamérica en donde construyamos democracias no solo políticas sino económicas, sociales y culturales, en donde la gente no se vea obligada a emigrar hacia otros países. Nadie en Centroamérica quisiera huir por razones económicas o de seguridad. Toda su gente quiere vivir con dignidad aquí, y con esa misma dignidad salir libremente a recorrer el mundo por el gusto de pasear o conocer otras realidades y culturas.

Soñamos con una Centroamérica sin oligarquías y sin esas feroces alianzas entre élites oligárquicas y transnacionales. Soñamos con una Centroamérica Independiente de miseria y esclavitud, de militarismo, del patriarcado y de todo tipo de dominación y opresión. Soñamos con una Centroamérica Libre de violencia, corrupción, impunidad y desigualdades.

Soñamos con una Centroamérica que construye Soberanía frente a los países ricos del norte y de sus multinacionales, y ejerce soberanía sobre sus bienes naturales, y en donde toda su gente es soberana porque decide desde lo que piensa, quiere, añora y construye en armonía con los derechos de los demás y de la madre naturaleza.

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