Miércoles, 09 septiembre 2020 | ![]() |
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Con el amor a la patria a cuestasA pesar de ser expulsados de su tierra, la gente hondureña lleva la patria en lo hondo de su corazón. El himno nacional cantado en tierra extraña nos eriza la piel y lloramos amargamente. Por eso, no es nada ocioso que nos preguntemos qué es eso que produce tantas emociones debajo de esa palabra patria. Hay un primer componente, y es el amor a la tierra natal. La patria es ante todo el lugar donde nacemos. Hasta hace pocas décadas, era costumbre que el ombligo del recién nacido se enterrara en el patio, como símbolo de la propia pertenencia a la madre tierra. La patria hace referencia al hogar y a los aires natales. Y soñamos con esa patria aunque esté atiborrada de palabrerío de personajes a los que responsabilizamos al mismo tiempo de haber convertido esa patria en un infierno. La pandemia, el saqueo de recursos públicos, el crimen organizado, la politiquería como negocio, la violencia contra las mujeres, el desempleo masivo, la corrupción e impunidad, nos desesperan y nos hacen maldecir con frecuencia las causas o los causantes de tanto malestar. Muchos emigran. Pero a pesar de eso el amor permanece. Las remesas vienen, el apoyo a lo propio continúa, la nostalgia y el reencuentro dan felicidad y alegría. ¿Qué es lo que mantiene el amor, tantas veces y tan profundamente golpeado? No son los discursos de los políticos y empresarios cargados de mentiras, egoísmos e hipocresías. Hay algo más, un algo más profundo, que tiene que ver con el misterio, tiene que ver con aquello que amamos porque nos duele verla sufrir, porque nos remite al lugar que nos vio nacer. El amor a la patria tiene que ver con nuestras entrañas. A pesar de tantas incertidumbres y angustias, nuestra gente sigue empecinada en hacer el bien. En medio de tanto desempleo y de despidos masivos en estos tiempos de pandemia, la gente no imita a los ladrones del erario público. Prefiere entrarle a eso que llaman “emprendedurismo”, que no es otra cosa que disimular el hambre y ausencia de ingresos para el alimento diario. A pesar de los silencios oficiales, mucha gente sigue creyendo que de tanta muerte sigue brotando vida. Brota vida del que resiste y de la que se rebela ante la corrupción. Un pueblo honrado como el nuestro, es un pueblo que construye patria y que ama la patria. Porque patria al final de cuentas, es capacidad de mantener la vida y mantenerla con dignidad. Y en Honduras sigue habiendo más gente digna que corrupta, más gente esperanzada que sanguijuelas que chupan la sangre de la gente más pobre. Honduras sigue valiendo la pena, por su gente honrada y en rebeldía, por sus migrantes, por sus soñadores y sus persistentes artesanos de paz. Gente que está en todas partes, en la tierra que los vio nacer, y en tierra extraña, que está lista para levantarse, para caminar, cargando con la tarea cotidiana de construir una patria en donde quepa todo el amor que con tanta dignidad se carga.
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