Miércoles, 06 Noviembre 2019    

Crisis de democracia

Es Honduras, pero también es Chile, Haití, Brasil, Nicaragua, Venezuela, Ecuador, y podemos seguir con muchos más nombres de países. Es toda América Latina, el continente entero está sumergido en una profunda crisis de democracia.

Y no es para menos. Ya en un informe de la región de comienzos del presente siglo, el PNUD daba cuenta que seis de cada diez personas de América Latina, no le interesaba si el gobierno era o no democrático, lo que importaba era que resolviera los graves problemas de alimentación, empleo, salud, educación y vivienda. Ya no se creía en esta democracia.

Cuando llegamos a la postrimería de la segunda década del siglo, el panorama no puede ser peor. La democracia sigue basándose en elecciones cada cuatro, cinco o seis años, mientras la realidad humana y social cada vez se aleja de oportunidades para una vida digna.

La democracia quedó entonces reducida a elecciones, y a través de las mismas se ha consolidado una élite burocrática que se ha aferrado a un modelo que concentra de manera infinita las riquezas y oportunidades a costa de lanzar a decenas de millones de sus poblaciones a la miseria.

En el último informe sobre las desigualdades en el planeta, al menos diez países latinoamericanos se cuentan entre los de mayor desigualdad del mundo. Entre ellos, Honduras ocupa el tercer lugar, después de Haití y Sur África, en desigualdad en todo el mundo. Y este lugar se ha ido logrando justamente a partir del presente siglo, y especialmente luego de diez años de resquebrajamiento del Estado de Derecho con el golpe de Estado del año 2009.

Pero a la lista de Haití y Honduras, se suman Colombia, Brasil, Guatemala, y llama la atención que Chile, que por varias décadas fue considerado el modelo del neoliberalismo, ganándose incluso el calificativo del milagro chileno, hoy se encuentra en el lugar séptimo como país con mayor desigualdad en el mundo, y concentra las mayores protestas sociales y políticas entre todos los países latinoamericanos.

La democracia se encuentra en harapos en nuestro continente. Las elecciones han mostrado que no solo no están expresando la real participación de la población, sino que son parte esencial de esta crisis de democracia. El caso hondureño es el más emblemático. Las últimas tres elecciones han sido instrumentos precisos para la construcción de la dictadura más feroz y corrupta que nunca habíamos tenido en la historia nacional.

Esta llamada democracia en América Latina es justamente negación de democracia. No bastan elecciones, no basta democracia formal representativa, no basta la formalidad de los tres poderes del Estado. Necesitamos repensar la democracia a partir de la plena participación de toda la ciudadanía, necesitamos un modelo de democracia que rompa con élites económicas y políticas, y que ataje de un tajo la actual producción de desigualdades.

No hay democracia con un modelo generador de iniquidad, y que cercena oportunidades, mientras concentra decisiones en reducidos grupos y personas. La construcción de democracia es el mayor de los desafíos para todo el continente, y particularmente para nuestro país atrapado en la dictadura más atroz que nuestras generaciones pasadas y las presentes jamás pudimos imaginar.

 
 
 
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