Jueves, 21 mayo 2020 |
De víctimas y victimariosA medida aumenta el número de casos y de muertes por Coronavirus diversas voces, algunas en tono regañón, otros en tono de súplica están pidiendo que nos quedemos en casa, algunas voces insisten que hay que respetar las medidas del gobierno, como única manera de salvar vidas ante la pandemia. En contraposición están las otras voces argumentando no es lo mismo quedarse en casa con el refrigerador y con el estómago lleno, no es lo mismo hacer teletrabajo con salario quincenal, que un vendedor ambulante viviendo a “coyol quebrado, coyol comido”, incluso no es lo mismo quedarte en casa si eres activista o no Partido Nacional, la bolsa solidaria es más solidaria para los cachos. Todas esas voces tienen razón, tanto las que demandan quédate en casa, como las que explica por qué no es posible quedarse en casa. El problema de fondo no está salir o no, o quien hace caso o no, el problema fundamental está en la confianza que tienes en quien te dice quédate en casa. Para que nos entendamos, si a su casa llega una persona que usted sabe que ha robado, que ha extorsionado, que trafica con drogas, que ha participado en asesinatos en el barrio y si esa persona llega a su casa y se ofrece para llevar los niños a la escuela, ¿usted dejaría ir los niños con él? ¿le haría caso a ese criminal? Pues básicamente es lo que está pasando en la sociedad hondureña nadie en su sano juicio confía en un presidente que no fue electo por la voluntad popular, un presidente con un hermano extraditado y condenado por narcotráfico, un presidente que es investigado y señalado de narcotráfico en Estado Unidos, un gobierno donde casi todos sus miembros están señalados de saquear instituciones públicas, un gabinete que ha criminalizado y asesinado a quienes dicen representar. Pues ese presidente con todo ese historial delictivo es quien aparece cada noche diciéndonos que no salgamos de casa y nos advierte que lo peor está por venir, el mismo que quiere seguir en el poder y maneja la emergencia como campaña política electoral, el mismo que mientras malversa los fondos de la emergencia, suplica que dios bendiga a Honduras. La fuerza principal de un gobierno es la confianza que el pueblo deposita en él, y en Honduras es el déficit principal en materia de gobernabilidad. Según los sondeos del Equipo de Reflexión, Investigación y Comunicación, en la última década ninguna administración sacó una calificación arriba de cinco en una escala de cero a diez y más del ochenta por ciento de la población manifestó no confía en el gobierno. En este escenario de encierros y muerte se advierten dos desafíos: primero, como sociedad debemos evitar señalar a las víctimas como victimarios y guiñar el ojo al verdugo y segundo, evitar la continuidad de JOH. Para esto no hay recetas, pero no hay verdugo que pueda con la inventiva y la fuerza transformadora de los pueblos. |
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