Viernes, 04 septiembre 2020    

Desafíos para volver a la milpa


La pandemia sacudió nuestras rutinas, hizo visible a los invisibles, nos hizo identificar lo esencial frente al consumo desbocado y la cultura desechable, hizo extrañar cosas que creímos seguras y hasta removió nuestros vínculos con la madre tierra.

Uno de esos vínculos lo encontramos en todo el corredor atlántico hondureño, con la pandemia se pintó de color verde de los maizales. Lo que antes era solares baldíos, áreas verdes de la carretera y otros terrenos se transformaron en inmensos maizales, que nos recuerdan que un día fuimos el granero de Centroamérica.

Esos maizales provocan nostalgia y el potencial de la milpa, como espacio donde la familia tiene las verduras, los frijoles y sus animales, pero no podemos quedarnos con la idea romántica de la milpa, cualquier posibilidad de volver a la ella pasa por superar varios desafíos en la relación entre la tierra, quienes la siembran y quienes consumen la cosecha.

Un primer desafío para concretar la milpa pasa por el acceso a la tierra. El asunto de la tierra en el país es un conflicto acumulado desde los años noventa y debe resolverse, también se necesitan el cumplimiento del ordenamiento territorial y protección de las tierras de los pueblos originarios.

Segundo. En el mundo de los sembradores hay que “cambiar el chip” sobre la agricultura. No solo hay que recuperar semillas criollas y la producción de fertilizantes, hay que recuperar la relación de la milpa entre padres, hijos y nietos. La migración y las remesas también nos han alejado de la milpa.

Tercero. Hay que recuperar la relación entre sembradores y consumidores. En la actualidad las nuevas generaciones ya no entienden los ciclos de la cosecha y menos la relación de la vaca con la leche, del campesino con el frijol y la verdura, no entienden la relación entre el agua, lo árboles y el aire.

Cuarto. Se necesita un papel activo del estado en la milpa. No solo es la tierra, es la formación en la transformación de la materia prima, es la protección de la cosecha y la comercialización, es abrir oportunidades para la siembra individual y también colectiva, es mejorar la infraestructura rural para procesar la cosecha y ferias agrarias para vender la cosecha.

Con el retorno a la milpa sabemos que hay producción y soberanía alimentaria; sabemos de su relación con la defensa de las montañas y los ríos; sabemos de su relación con la articulación de campesinos, con obreros y defensoras del ambiente; también sabemos que el retorno a la milpa cuestiona de fondo el modelo económico centrado en el productivismo y consumo demencial. Pero lo que no sabemos es Dónde está dinero, entregados a los militares para la agricultura.

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