Sábado, 29 febrero 2020

Doña Juana siempre esperará un milagro

Desde muy temprano y acompañada de su nieta menor, doña Juana emprende camino a la consulta. Ella padece de una enfermedad autoinmune y de hipertensión arterial. Necesita medicamento permanente. Cada mes es un tormento, como cada día son tormentosos sus dolores. Ella y su nieta salen cuando todavía está oscurito para no perder el turno.

A las siete tienen que estar en el área de registro del hospital. Apoyada en su nieta hace larga fila. Una vez que se registra viene la espera del médico. Es como esperar un milagro. Puede que llegue, puede que no llegue, o que llegue en algún momento de la mañana. Al fin y al cabo, él es el que sabe.

Una vez en su turno, doña Juana ha de esperar otro milagro: que el médico la trate como un ser humano, que al menos la salude y que la mire a los ojos. Pero los tiempos que corren no son para esos milagros. El médico la recibe con su costumbre de siempre: “¡¡Y vos, otra vez por aquí?! Acostate allí!! La toca con el rito cumplidor de la consulta.

De inmediato, sin más palabras y sin verla, le extiende la receta.

Doña Juana sabe que los medicamentos no están en la farmacia del hospital. Ella sabe que, si no fuera porque su hija le envía algo de dinero desde Estados Unidos, nunca podría comprar esos medicamentos. Son muy caros. Doña Juana nunca tendrá tiempo siquiera de despedirse del médico, las consultas no son de relaciones humanas. Son relaciones de desigualdad. Hay que salir, la lista de pacientes es larga, y el médico ya está impaciente. Lo único que podrá recibir de la farmacia del hospital son las consabidas acetaminofén. Algo es algo, dice para sus adentros doña Juana.

En salud todo es oscuro: Centros de salud y hospitales en malas condiciones, falta de personal médico, carencia o destartalados equipos médicos, politización en la entrega de plazas, desabastecimiento de medicinas, y para rematarla, empleados que entienden que su trabajo es el de humillar a quien demanda salud.

En las campañas políticas la promesa de salud retumba en montañas y valles, veredas y cañadas. Una vez en el gobierno, todas las promesas antiguas y presentes quedan en pajas que se las lleva el viento. Eso sí: en los nuevos funcionarios se opera el milagro de nuevas cuentas bancarias, y algún médico de doña Juana por milagro de un político de turno pasó a ser director del hospital. Así se operan los milagros en nuestra Honduras.

Si usted llega o pasa por una grande no faltarán construcciones que se levantan como por milagro. Abundan los moles, centros comerciales y supermercados. Las construcciones hospitalarias y centros de salud siempre deberán esperar. En la capital se construyó un hermosísimo edificio para nueva casa Presidencial, y los centros hospitalarios siempre esperarán. Asunto de milagros.

En varias ciudades usted se encontrará con modernos edificios para la policía, y el edificio del hospital, el mismo de siempre. Son los milagros de los negocios, la política y la seguridad. Quien no sabe de milagros es Doña Juana. De los pactos y acuerdos que producen milagros en políticos y altos empresarios, ya estamos hartos. Necesitamos otros pactos, otros acuerdos que conduzcan a que operen en los millones de doña Juana el milagro de ser atendida con dignidad, y que sus dolencias sean atendidas con profesionalismo, calidez y humanidad.

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