No desconocemos que todas las dictaduras a través de la historia se han sostenido al menos sobre tres horcones: uno, la fuerza y represión; dos, la concentración del poder y de todas las decisiones subordinadas a una persona y su anillo más cercano; tres, un severo control mediático a través de un carísimo aparato publicitario. Justo lo que ocurre actualmente en Honduras.
El régimen ha intentado desmovilizar a la ciudadanía hondureña utilizando viejas estrategias, como la división del gremio magisterial, creación de paralelas en sociedades de padres y madres de familia, las campañas de desprestigio, infiltración de las movilizaciones para desacreditarlas, y el llamado a un diálogo mentiroso. Ni la plataforma ni otros sectores ciudadanos han sucumbido ante estas artimañas. La crisis social y política sigue con mayor ebullición.
Los días y las semanas han ido pasando y la dictadura ha tenido que ver con asombro y desconcierto, cómo la presión continúa, y en lugar de debilitarse parece fortalecerse. Cada vez más sectores se unen a este proceso de resistencia y rebeldía pacífica, mientras muchos otros, si bien es cierto no se han sumado de manera activa, comienzan a tomar cierta distancia del gobierno, como ocurre con la Cámara de Comercio e industrias de Cortés, La Conferencia Episcopal de Honduras, e incluso algún sector de la Iglesia Evangélica.
El régimen, en su empecinamiento de aferrarse al poder, aún en contra de un amplio rechazo popular, ha recurrido a su último argumento: la militarización, con una descomunal represión que va dejando resultados fatales, y graves violaciones a los DDHH, como ha ocurrido con el asesinato de un adolescente en Yarumela, La Paz, hasta la violación de la autonomía universitaria, con sus sangrientas consecuencias.
Ante este último argumento represivo de la dictadura, la ciudadanía en rebeldía se encuentra ante dos posibles escenarios:
1) Triunfa el miedo y la estrategia de “pacificación”, la población se desmoviliza producto del miedo inducido y que provocan las balas asesinas de los órganos represivos del Estado, y como consecuencia, la dictadura se fortalece y se consolida.
2) La ciudadanía en rebeldía reconoce que los gobiernos autoritarios se alimentan del miedo y la indiferencia, se despoja de ellos, se replantea, se reorganiza articulando todos los sectores de la sociedad, y se van pacíficamente de frente contra el régimen, hasta lograr su resquebrajamiento y por consiguiente su inminente caída.
La situación extrema ha colocado a la sociedad ante esta encrucijada, ante este dilema de tomar o un camino o el otro. Los sectores sociales y populares sabrán decidir cuál es el camino a recorrer en este dramático momento hondureño.
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