Nuestra palabra

Miércoles, 10 julio 2019

El llamado “Congreso Móvil”

Si no andamos mal con la memoria, el término de “Congreso Móvil” se lo inventó –o quizás lo copió de algún país con iguales ingratitudes que el nuestro— don Porfirio Lobo Sosa, cuando siendo presidente del Congreso Nacional, decidió comenzar en serio su campaña hacia la presidencia de la República.

Todavía hay quienes recuerdan cuando en uno de sus congresos móviles, Pepe Lobo visitó la ciudad de El Progreso, por aquellos aciagos años de comienzos del presente siglo, cuando en esa ciudad se había iniciado una patriótica lucha por la defensa del agua potable ante la inminente amenaza de su privatización por la vía de la municipalización de la administración del vital líquido. Los dirigentes de aquella lucha demandaron la comparecencia del presidente del Congreso en un improvisado estrado.

Pepe Lobo se presentó con su amplia sonrisa que mostraba su prominente dentadura que actualizaba aquel aparentemente ingenuo cuento de Caperucita Roja ante las acechanzas del lobo feroz. Pero aquel funcionario no se esperaba el planteamiento que las organizaciones populares y ambientalistas le demandarían a través de la firme voz del ahora difunto profeso Sócrates Coello, quien denunciaba en sus propias narices la decisión de aquel Congreso de estar arrodillado ante los intereses de las transnacionales en contubernio con la oligarquía hondureña que conducía a aprobar una legislación que conducía a vender los bienes y la soberanía nacional.

Así fue aquel “Congreso móvil” que sirvió de instrumento para que el país avanzara hacia la pérdida de su soberanía y a crear las condiciones que hoy, quince años después, nos tiene a merced de un descalabro de la institucionalidad de lo que un día se dijo que era Estado de Derecho.

Mauricio Oliva, en plena intimidad política con Juan Orlando Hernández, ha proseguido con esta populista y demagógica metodología política. Aparentando que los diputados se acercan a los territorios y sus necesidades, el “Congreso móvil” se convierte en un evento que sella con decretos y leyes, acuerdos que previamente las cúpulas políticas han aprobado, y que pasan disimuladamente entre bebidas y platillos, sonrisas y abrazos en un ambiente festivo que más parece una merienda de lobos y fieras que devoran la vida y dignidad de la población hondureña en su presente y su futuro.

Estos “congresos móviles” son justamente lo contrario de lo que aparentan. Cuando más se acercan físicamente a los territorios, más se alejan con sus decisiones de las auténticas aspiraciones de la sociedad, y cuanta más democracia aparentan, más autoritarismo construyen, y en este caso, más se consolida el servilismo de un puñado de diputados ante los antojos de una dictadura. Es inevitable la necesidad de nuevos liderazgos que actualicen la valentía de los liderazgos del reciente pasado en la lucha por la construcción de otras condiciones para rescatar el Estado de Derecho y la democracia.

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