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Miércoles, 17 junio 2020

En coyunturas inciertas, la comunidad salva e ilumina


“En toda coyuntura política, lo que importa es la vida de los pobres”. Así lo dijo Monseñor Romero, y en esta coyuntura incierta, estas palabras son una clave para discernir y valorar propuestas y caminos.

En tiempos inciertos, nunca debíamos perder una señal: oír la voz de la gente sencilla, acercarnos a sus inquietudes, sus dudas, sus miedos y sus esperanzas. Y desde esa escucha, discernir para saber hacia dónde hemos de conducir nuestros procesos liberadores.

Monseñor Romero decía: “Dios quiere salvarnos en pueblo. No quiere una salvación aislada. De ahí que la Iglesia de Hoy, más que nunca, debe acentuar el sentido de pueblo. La gente no debe ser sólo masa, eso no es pueblo. Masa es el montón de gente cuanto más adormecidos, mejor; cuanto más conformistas, mejor. La Iglesia quiere despertar a la gente el sentido de pueblo…”. Así lo dijo nuestro Santo Pastor.

En este tiempo de confusión, de incertidumbres, de datos oficialmente distorsionados, la Iglesia no puede quedarse al margen. La Iglesia ha de contribuir a ofrecer criterios para que los sectores pobres disciernan lo que conviene y lo que no conviene ante tantas palabras y ofertas que desde las alturas se lanzan rodar en la vida del país.

La Iglesia está permanentemente llamada a estar dentro de la sociedad para ser fermento e iluminar los caminos desde los criterios del Evangelio y como conciencia crítica de la sociedad. La Iglesia ha de apoyar y animar a que la sociedad se organice desde sus comunidades, y ha de estar cerca para contribuir a que las propuestas de las comunidades se clarifiquen, y para presionar porque las mismas sean conducidas hacia el Estado, conforme a la política del bien común.

La Iglesia ha de entenderse a sí misma a partir de la opción preferencial por los pobres. Esta opción quiere decir que en cualquier circunstancia de la vida y de la historia, la Iglesia ha de hacer sentir su presencia en defensa de los derechos de las poblaciones indefensas y discriminadas. Como parte de su dimensión social, la Iglesia ha de acompañar aquellos esfuerzos de los pobres por organizarse para crecer en identidad y para hacer sentir con fuerza su dignidad, sus demandas y derechos.

Las actuales coyunturas han estado conducidas y controladas por intereses de élites que nada tienen que ver con los derechos de los pobres. Y, sin embargo, mucha gente humilde vive expoliada y sumergida bajo las banderas de sus opresores. La Iglesia ha de recuperar su credibilidad, dejando clara su preferencia por el caminar de los pobres, y siendo crítica ante las propuestas que proceden de los políticos y de las alturas del poder. Y ha de animar a la gente a creer en ella misma. Volver a la comunidad y a la organización de los pobres, es un camino sanador, y este retorno a las comunidades, sin duda alumbrará el rumbo a tomar para construir procesos liberadores.

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