Efraín Díaz Arrivillaga
Aunque apenas se habla de cómo enfrentará el país la post emergencia, el tema es ineludible. Los desafíos son enormes, y estas páginas nos recuerdan que la democratización de la sociedad y el capital debe ser la base de la nueva sociedad. Una pregunta crucial es: ¿Cómo construir una economía humana, evitando el sesgo de beneficiar solo a la gran empresa industrial, agrícola, comercial y financiera?
La crisis humanitaria y de salud como resultado de la pandemia ocasionada por la Covid-19, no solo desnudó la precariedad y las limitaciones del sistema sanitario del país, sino que también exacerbó los problemas estructurales de orden económico, político, social y ambiental no resueltos históricamente en Honduras: pobreza, desigualdad, vulnerabilidad, marginalidad, exclusión, ingobernabilidad, dependencia, clientelismo, corrupción.
Un liderazgo débil y poco creíble
Un problema fundamental para poder enfrentar con éxito la emergencia y la post emergencia, es la falta de confianza y credibilidad en el liderazgo del gobierno y sus instituciones, que impide forjar la unidad de la sociedad, tan necesaria a fin de que la causa de Honduras no fracase. No hay un liderazgo que genere ánimo y esperanza, creíble, transparente y abierto a los distintos sectores del país.
La falta de planificación, de una conducción unificada y coordinada, y la constante improvisación, sin un plan de contingencias, se ha traducido en respuestas tardías e inapropiadas a los cambiantes efectos de la enfermedad.
El desborde del sistema de salud ante la propagación del contagio no siempre se ha debido a la insuficiencia de recursos, sino más bien a no contar con el acceso oportuno y eficiente para hacer frente a las prioridades que debieron plantearse desde el inicio de la emergencia (recurso humano, insumos médicos, inversiones en bioseguridad y equipos) y a la absoluta falta de controles y transparencia en el manejo de los fondos públicos, muestra evidente de un gobierno signado por la opacidad.
Una economía postrada
La economía se encuentra en una crítica situación como resultado de las medidas adoptadas por el gobierno; entre estas las de contención, confinamiento, limitación de las garantías constitucionales y toque de queda, a las que se suma la contracción económica mundial.
Los pronósticos de crecimiento económico para lo que resta de 2020 se sitúan entre -2.9/-3.9% (BCH) hasta -5.8% (Banco Mundial). Las exportaciones podrían caer entre un 20-30% y el consumo, importante motor del crecimiento, ha bajado; el déficit fiscal podría dispararse a -6.7% del PIB y el endeudamiento llegar hasta el 57% del PIB, en tanto que el desempleo afectaría, según cálculos preliminares, a unos 400,000 trabajadores. No obstante, las reservas internacionales se mantendrán en un buen nivel los próximos seis meses, pese a la caída esperada de las remesas y la inversión extranjera directa.
El proceso de reapertura de la economía todavía es débil e incierto y podría avanzar lentamente en la medida que el contagio vaya en aumento, especialmente en los principales centros urbanos. Hay que recordar que el sector de servicios y comercio, que representa alrededor del 57% de la generación del PIB, ha sido el más duramente golpeado por el cierre de la economía. El sector de la micro, pequeña y mediana empresa, el mayor generador de empleos e ingresos, ha sufrido una fuerte contracción que amenaza con el cierre de muchas empresas. El alto porcentaje de informalidad económica, casi un 70%, es un factor de alto riesgo desde el punto de vista social y económico.
Post emergencia y “nueva normalidad”
Hay que preguntarse qué sucederá cuando pase la fase de emergencia y cómo se enfrentará la post emergencia; hasta ahora no hay respuestas, pues ni siquiera se toca el tema. Se habla de una NUEVA REALIDAD o NUEVA NORMALIDAD sin precisarla, y más parece un lema publicitario.
¿Significa continuar con el mismo modelo de crecimiento económico desigual e inequitativo, o se podrá impulsar un verdadero cambio en la ruta de una economía con crecimiento robusto y sostenido al servicio de la gente (una economía humana)? ¿Podrá esta crisis ser un punto de inflexión? ¿O será otra oportunidad perdida, como sucedió después del huracán Mitch (1998), cuando se condonó la deuda para financiar una Estrategia para la Reducción de la Pobreza (ERP) que se quedó en el papel?
¿Vamos hacia una “nueva realidad” económica?
En las últimas cuatro décadas, principalmente a partir del Consenso de Washington (1989), las estrategias y las políticas públicas en los gobiernos, en el sector privado, los organismos internacionales, la academia y hasta en la sociedad civil, han sido influenciadas por el pensamiento del liberalismo económico, en su versión moderna conocida como neoliberalismo (a muchos no les agrada el término), siguiendo las escuelas clásicas y neoclásicas de la economía, a las que agregaría el monetarismo de Milton Friedman (1912-2006). Ante la crítica, la respuesta es siempre la misma: hay que proponer una alternativa y, según sus defensores, no las hay o las ignoran.
Miren Etxezarreta (1936) economista e intelectual española, Catedrática Emérita en Economía Aplicada de la Universidad Autónoma de Barcelona, en ¿Para qué sirve realmente… la Economía?, afirma que «parece haber interés en saber para qué sirve la Economía, si sirve para entender y, en su caso, ayudar a resolver los problemas cotidianos de la sociedad, o si sirve para otras cosas». Por tanto, el principal objetivo de su libro es «revisar las líneas principales del pensamiento económico existente y, partiendo de esta base, ver si es posible incidir en la economía real para lograr los objetivos sociales deseados».
Construir una NUEVA REALIDAD implica establecer un enfoque para que las estrategias y políticas se nutran de un pensamiento económico alternativo, desmarcado del pensamiento dominante de la llamada Economía Ortodoxa o Economía Convencional, que prevalece en la actualidad. La aplicación de ese modelo no ha contribuido a construir un mundo mejor, como lo demuestran las consecuencias de esta pandemia, el cambio climático, y la desigualdad económica y social; globalmente, los más pobres han llevado la peor parte.
Reactivación y transformación económica
Concuerdo con Ha-Joon Chang (1963), surcoreano, especialista en economía del desarrollo y profesor de la Universidad de Cambridge cuando, al definir la economía en función de su metodología, señala que «la mayoría de los libros especializados en el tema dan por sentado que existe una sola manera de “hacer economía”; es decir, el enfoque neoclásico. Los peores exponentes ni siquiera se toman el trabajo de informar a sus lectores de que existen otras escuelas de economía además de la neoclásica» (Economía para el 99% de la población).
La salida de la emergencia debe empatar con un plan de reactivación y transformación económica, social e institucional del país con una visión de mediano y largo plazo, entendiendo que la fase de reactivación que seguirá a la reapertura debe comprender una primera fase de al menos 24 meses.
El país requiere un marco económico e institucional claro, estable y confiable que permita establecer las bases de una nueva economía; como lo afirma Franz Hinkelammert en Totalitarismo del Mercado: «Estamos frente a una disyuntiva entre democracia o mercado… que exige que un mercado sea conforme a la democracia, y que, por tanto, tenga en su centro no al mercado sino al ser humano».
Economía Social de Mercado:
¿Una alternativa para Honduras?
Una opción que puede considerarse, aunque no la única —con las adaptaciones requeridas al contexto histórico, político, social e institucional del país—, es el enfoque de la Economía Social de Mercado (ESM) que inspiró el programa de recuperación y reconstrucción económica de la Alemania de la post guerra.
La ESM fue parte integral del proyecto político de la Democracia Cristiana de Alemania y también aplicada en otros países europeos de distintas orientaciones y sistemas políticos. No se aboga por replicar este enfoque, pues se sabe de las diferencias culturales que existen; sin embargo, sus lecciones pueden servir para diseñar y proponer un modelo económico y social ajustado a las condiciones de Honduras.
El economista, político y sociólogo alemán Alfred Müller-Armack (1901-1978), de la Universidad de Münster, y uno de sus principales teóricos y proponentes, la define como la «combinación del principio de la libertad del mercado con el principio de equidad social»; o sea, la libertad de la persona humana complementada por la justicia social.
La ESM propone el concepto de «economía mixta», en la que ve una «alternativa liberal frente a la planificación centralizada de la economía y una alternativa social a la economía de mercado al estilo clásico». La ESM se concibe como una idea abierta y no como una teoría cerrada, cuyo contenido debe concretarse tomando en cuenta las condiciones sociales específicas de donde quiera implementarse.
Un Estado emprendedor,
abierto y transparente
El papel del Estado no solo es regular, normar, garantizar la estabilidad macroeconómica (política anticíclica que es esencial) y la competencia (leyes antimonopólicas) para fomentar el crecimiento económico y el empleo digno, sino también el de proveer bienes y servicios públicos como educación, un sistema de seguridad social que considere un modelo único y universal de salud, pensiones y jubilaciones y una red de protección social. Es decir, un Estado emprendedor y abierto que promueve la innovación, el emprendedurismo y la infraestructura económica básica.
No debe olvidarse que la ESM nace en el marco de los principios sociopolíticos que se derivan del pensamiento socialcristiano, que nace de la Doctrina Social de la Iglesia; y desde mi óptica personal, del humanismo cristiano (de los filósofos franceses Jacques Maritain y Emmanuel Mounier), que son: la solidaridad, la subsidiaridad, la complementariedad entre persona y comunidad, en tanto que el Estado y el mercado deben estar al servicio de la dignidad de la persona humana. La corriente latinoamericana de la Teología de la Liberación plantea la opción preferencial por los pobres (CELAM, Medellín y Puebla), basada en la necesidad de superar la pobreza, la desigualdad y la explotación de la mayoría de la población de América Latina.
¿Qué implica la ESM?
La ESM provee un marco de principios, instituciones, políticas económicas y sociales y un modo de organizar la economía para lograr el crecimiento económico con equidad social, que es la base del desarrollo humano sostenible. Es necesario un marco institucional estable y confiable con visión de mediano y largo plazo, que garantice las reformas económicas, sociales y ambientales que el país requiere. Un Estado Social moderno, organizado, abierto y transparente, que pueda impulsar las reformas, la planificación estratégica, y que sea el resultado de un consenso social, que aminore el conflicto social y posibilite una genuina reforma política.
Como puede apreciarse, un plan de reactivación y transformación, en el marco de la ESM, debe enfocarse en proponer soluciones a los problemas económicos, sociales y ambientales de carácter estructural que han impedido que el país crezca económicamente y se desarrolle. Estancarse en los problemas de la coyuntura o en las soluciones parciales es permanecer en el pasado, volver al inmovilismo en que se vive.
La ESM implica reformas políticas que finalmente consoliden la democracia real y participativa, pero que también propicien cambios en actitudes, conductas, tradiciones y comportamientos que bloquean la modernización del país; o sea, el trasfondo ético y cultural de un proceso mínimo de reformas.
¿Por qué no?
Finalmente, la democratización de la sociedad y el capital debe ser la base de la nueva sociedad. Superar la pobreza y la desigualdad debe ser el eje de esta propuesta para un nuevo “modelo” o “enfoque”.
El papel de las micro, pequeñas y medianas empresas del campo y la ciudad, y las redes de producción local sostenibles, deben ser puntos clave de la reforma económica para superar la pobreza, la desigualdad y el desempleo.
¿Cómo traducir la tan acariciada estabilidad macroeconómica en bienestar para la microeconomía y especialmente para la gente? ¿Cómo crear una economía humana, evitando el sesgo de beneficiar solo a la gran empresa industrial, agrícola, comercial y financiera? Estos son los grandes desafíos.
Que sea el comienzo del sueño, de imaginar la utopía. Como decía el Senador estadounidense Robert F. Kennedy (1925-1968), citando al escritor irlandés George Bernard Shaw (1856-1950): «Algunos hombres ven las cosas como son, y dicen, ¿por qué?; yo sueño las cosas como no han sido nunca y digo, ¿por qué no?».