Acciones gubernamentales e imaginarios socioculturales ante la crisis
Julio José Méndez
La crisis sanitaria, política, económica y social derivada de la enfermedad por coronavirus está dejando lecciones sobre el comportamiento sociocultural ante las pandemias. Pero estas lecciones no serán iguales para todas las regiones, por lo que es necesario transformar las miradas. Seguir asumiendo que las experiencias sanitarias de los países del Norte deben trasladarse acríticamente al espacio latinoamericano, solo hará más vulnerable a esta región y a sus habitantes.
El 11 de marzo de 2020, el gobierno de Honduras oficializó la existencia de casos de contagiados por Covid-19 en el país. Las semanas subsiguientes se tornaron cruciales en el despliegue de acciones gubernamentales a nivel económico, político, sanitario y de control social ante la pandemia[1].
Sin embargo, tales disposiciones, lejos de lograr un control efectivo de la situación, aminorar los contagios y evitar los fallecimientos[2], han revelado —como suele suceder en estos casos— la debilidad institucional y las severas desigualdades socioculturales que se viven en uno de los países más pobres del mundo.
En este ensayo se analizan las medidas de contingencia decretadas por el gobierno de Honduras ante la pandemia, así como sus efectos sobre los imaginarios de la sociedad nacional respecto de la salud. El texto parte de una revisión de las prácticas gubernamentales en América Latina frente al coronavirus y su relación con la biopolítica y la necropolítica, de modo que ha sido posible establecer una lectura crítica de las acciones de contención aplicadas por el gobierno y su efecto en la articulación de imaginarios culturales respecto al avance de la pandemia en el territorio nacional.
La información aquí presentada corresponde a una sistematización de los escritos de algunos analistas sociales nacionales e internacionales, noticias de la prensa local, artículos de opinión y las perspectivas de algunos sectores de la sociedad hondureña.
1. Las acciones de contingencia frente a Covid-19 en América Latina: dependencia sanitaria e hibridación entre la biopolítica y la necropolítica
La pandemia provocada por la expansión de Covid-19 ha obligado a las economías y los Estados occidentales a generar políticas de prevención y/o contingencia para salvaguardar las vidas de sus poblaciones. Sin embargo, estas medidas partieron de una subestimación de la capacidad infecciosa del virus, lo que trajo consigo la posterior tragedia que derivó en la adopción de acciones como los estados de excepción, las cuarentenas, el cierre de fronteras y el aislamiento social[3].
Las medidas adoptadas en Europa se han extendido hacia América Latina, donde los países actuaron sin una propuesta unificada para contener el ingreso del virus, limitándose a la preparación —desigual y desorganizada— ante la inminente llegada de la pandemia[4].
Gonzalo Basile sostiene que esta situación es consecuencia de la excesiva dependencia latinoamericana de los países del Norte global, respecto de los consensos en el campo de la salud pública y la epidemiología[5]. El problema principal derivado de esta situación, es que los modelos prediseñados actúan bajo un principio de igualdad ante la norma que, en palabras de Céli Pinto, adquiere connotaciones perversas pues:
Los medios y los políticos determinan cuarentenas, cierran miles de trabajos, repiten hasta la saciedad que nadie puede salir de la casa, que los ancianos deben quedarse en casa, lavarse las manos una y otra vez, desinfectarlas con alcohol. Ahora, las normas son para todos y, en la gran mayoría de las veces, son correctas pero terriblemente injustas porque toman lo desigual como igual[6].
En este panorama se solapan las profundas contradicciones y desigualdades socioeconómicas que atraviesan las realidades de los países latinoamericanos. Pero, a la vez, se pone en evidencia un escenario de intervención y control social articulado desde las prácticas del biopoder, la biopolítica y la necropolítica ante la emergencia sanitaria actual.
Las decisiones gubernamentales latinoamericanas, en el contexto de esta crisis sanitaria, se han caracterizado por combinar el ejercicio de la biopolítica con una atmosfera necropolítica, cuya finalidad primordial es garantizar la vida y, al mismo tiempo, dejar y hacer morir a aquellos sectores excluidos y en desigualdad social, que resultan descartables y hasta peligrosos para el sistema neoliberal[7]. La relación entre ambas prácticas puede parecer excluyente; sin embargo, los últimos días y hechos evidencian que es posible articularlos y hacerlos funcionar según los intereses particulares de cada nación.
A través del biopoder y la biopolítica —conceptos desarrollados por Michel Foucault— los estados latinoamericanos han logrado establecer un control social para garantizar la salud de ciertos sectores de la población frente a la amenaza del Covid-19. Asimismo, mediante la somatocracia, es decir, la regulación del cuerpo por parte del Estado, se ha introducido nuevos hábitos culturales y sanitarios y se ha obligado al distanciamiento social y al autoaislamiento mediante los toques de queda y las cuarentenas[8].
Los sectores que por sus particularidades económicas, sociales y culturales no pueden adaptarse a las regulaciones, amenazan la supervivencia y el control de la pandemia; por tanto, se transforman en enemigos a quienes se les hace morir al limitarse sus posibilidades bajo la sentencia perversa de “igualdad ante la ley”.
Estado de excepción y el enemigo ficticio
La capacidad que tiene la biopolítica para regular la vida encuentra su punto de inflexión en el Estado de excepción. Desde esta perspectiva, Achile Mbembe sostiene que la capacidad soberana para matar que esconde la biopolítica, adquiere un sentido de necropolítica en aquellas sociedades que viven bajo un Estado de excepción permanente —como es el caso de los pueblos latinoamericanos—, de modo que en “(…) un estado sistemático de emergencia, el poder refiere y apela constantemente a la excepción y a una idea ficticia del enemigo”[9].
En los contextos de Covid-19, como argumenta Mbembe, la capacidad para frenar la muerte está en las bases de las políticas contención, pero a la vez se ha dotado a la población y al Estado de un poder para matar, combinando así acciones biopolíticas y necropolíticas frente a la pandemia; sin duda, estas prácticas deben enmarcarse en la filosofía pragmática del modelo neoliberal que apunta hacia el sacrificio social para sostener la economía y la producción[10].
Los gobiernos latinoamericanos echaron a andar un engranaje necropolítico en sus países, con la irresponsable y escasa acción preventiva que evitara el ingreso del virus en la región. Esta capacidad soberana de matar se avivó con la implementación de modelos de contingencia basados en una terapia de shock social prediseñada por el sistema sanitario occidental, en los cuales prima la militarización, la individualización del riesgo y, sobre todo, la transferencia de responsabilidades sanitarias del Estado hacia la sociedad[11].
Sin embargo, antes de entrar en teorías conspirativas, en las que se pueda creer que el coronavirus forma parte de un plan maestro del sistema neoliberal, es necesario entender que la expansión del virus y su contingencia han develado que, en el actual sistema sanitario occidental, “(…) todo agente patógeno de este estilo está atravesado, por supuesto, por discursos que afectan las relaciones del poder”[12].
En consecuencia, el sistema biomédico y las políticas neoliberales han limitado la capacidad biopolítica del Estado y, a la vez, han permitido desplegar en la sociedad un imaginario necropolítico en el que la única persona responsable de su contagio, y posible muerte, es aquella que no acató las medidas impuestas para preservar la vida de la colectividad[13].
2. Las respuestas gubernamentales frente a Covid-19: desorganización e irresponsabilidad ante la crisis sanitaria y social
El 28 de febrero de 2020, la epidemióloga Roxana Araujo —entonces portavoz ministerial en relación con Covid-19— declaró que era cuestión de horas o días para que se presentaran casos de sospechosos positivos del virus; sin embargo, sostuvo que era prácticamente “imposible” cerrar las fronteras aéreas a los países que habían confirmado el brote vírico[14]. Fue hasta el 15 de marzo, con seis casos confirmados, que el gobierno decidió suspender las labores en el sector público y privado, además de cerrar las fronteras aéreas, terrestres y marítimas para el tránsito de personas[15].
Las acciones de contingencia del gobierno hondureño resultaron tardías ante una crisis sanitaria que pudo prevenirse a tiempo, pues las acciones necropolíticas se activan desde el momento en que se opta por el “dejar hacer y el dejar pasar”. Sin embargo, esta situación no es exclusiva de Honduras; más bien parece atender a una agenda geopolítica sanitaria en la que era casi “necesario” para los gobiernos latinoamericanos la infestación de sus pobladores.
Además, es importante entender que la única opción que el gobierno tuvo, al momento de enfrentarse cara a cara con la pandemia, fue implantar un modelo de contingencia basado en la terapia de shock social prediseñado por el sistema sanitario occidental, que resultaba incompatible con las realidades socioculturales del país.
En ese sentido, el actuar tardío del gobierno no solo develó la fuerte dependencia del sistema sanitario articulado desde Occidente, sino que también exhibió la incapacidad del Estado hondureño debido a la implementación de políticas neoliberales en función de proteger la empresa privada, en detrimento de lo público, lo cual provocó que no se contara con un aparato institucional fortalecido en salud y previsión social[16].
Las medidas tomadas hasta el momento, con asesoramiento de la Organización Mundial de la Salud (OMS), han resultado parcialmente efectivas para prevenir el contagio —aunque el número de casos sigue en ascenso— y a la vez profundizaron la crisis social que ha llevado al despliegue de las fuerzas militares, la suspensión de las garantías constitucionales, las compras de pánico y el desabastecimiento de los sectores sociales pobres y excluidos[17].
Una ruta teñida de necropolítica
La ruta crítica seguida por el gobierno muestra un plan de contingencia articulado a partir de la hibridación de prácticas excesivamente necropolíticas, en detrimento de la acción biopolítica. Para graficar esta situación, es necesario tomar como base la sistematización realizada por Bladimir López para el Cespad, en la que divide el accionar de la elite política hondureña de la siguiente manera[18]:
- Etapa inicial (23 de enero-18 de febrero de 2020): Se caracterizó por la falta de organización, coordinación e interés en las instituciones del Estado y la elite política para prevenir y/o contener la pandemia del Covid-19, “(…) ya que sus esfuerzos estuvieron enfocados en seguirse blindando ante la corrupción y asegurar el mantenimiento de cuotas de poder en los próximos comicios electorales”.
- Etapa intermedia (19 febrero-1 marzo de 2020): Se activó una ofensiva legislativa tímida en la aprobación de medidas para contrarrestar la inevitable llegada de Covid-19.
- Etapa de ascenso (2 al 12 de marzo de 2020): Se evidenció la poca preparación para hacer frente a la crisis, la incapacidad para la contención y seguimiento de los casos detectados y, sobre todo, “(…) el estado de desprotección en que se encontraba la sociedad hondureña: las denuncias y protestas del personal de hospitales ante la escasez de utensilios y la retirada de personal médico en los principales hospitales del país”.
- Etapa de expansión (13 al 20 de marzo de 2020): Activación de prácticas corruptas y autoritarias a través de la aprobación de la Ley Especial de Aceleración Económica, y los decretos de toque de queda (desorganizados) y la militarización de la sociedad. En este contexto es posible identificar una ralentización en la información de los contagios y fallecimientos, una estrategia desigual de abastecimiento de alimentos y, sobre todo, falta de claridad en cuanto a la actual política de contención y prevención de la pandemia.
A partir del 20 de marzo, el accionar del gobierno y la élite política ha continuado en la línea de la desorganización, la irresponsabilidad, el autoritarismo, la exclusión y las prácticas necropolíticas.
Incertidumbre e histeria colectiva
Existe un creciente desabastecimiento de servicios públicos y alimentos en los sectores urbanos y rurales, que medianamente ha sido paliado con el asistencialismo del “saco solidario”, que se entrega en condiciones poco salubres y transparentes[19].
Se agrega a esta situación la suspensión de contratos de trabajo en la empresa privada y la aprobación de una compensación por vacaciones y días feriados durante los días que se mantenga vigente el decreto de emergencia, lo cual deja a un amplio sector bajo la amenaza de caer en el desempleo, lo que puede decantar en una revuelta popular cuyo escenario idóneo sería el contagio del virus[20].
Asimismo, es clave señalar la irresponsabilidad relacionada con la ampliación del toque de queda entre el 30 de marzo y el 12 de abril, permitiendo el desplazamiento de la población los días lunes, miércoles y viernes para el abastecimiento de alimentos, combustibles y medicamentos, así como para el pago de los servicios básicos[21]. Esta medida y sus resultados siguen en discusión; algunos sectores de opinión la consideran contraproducente pues, al final, se obvia el mandato original de quedarse en casa, lo cual equivale a una autorización legal para un contagio masivo que puede tener consecuencias funestas.
En un panorama de desorganización, autoritarismo y exclusión, el miedo y la histeria colectiva se han propagado exponencialmente, de la misma forma que el virus, limitando la capacidad de la población para prevenir el contagio; de modo que se crea un escenario idóneo para la manipulación, el encierro y la extorsión de la sociedad[22].
El gobierno ha sacado provecho de la crisis para incrementar su control sobre la sociedad, valiéndose del temor generalizado ante el contagio y la desigualdad social; por ello es fundamental comprender la manera en que esta situación se ha ido internalizando en los imaginarios y las prácticas culturales de la población.
3. #HondurasQuedatencasa: imaginarios y prácticas culturales ante la crisis
Históricamente, los seres humanos hemos establecido una dramática relación con las enfermedades, de modo que cualquier otra amenaza a la vida no opera con el mismo fatalismo que lo hace esta condición, pues la enfermedad “(…) es la única que expresa el conflicto entre la vida y la muerte desde nuestra intimidad más profunda”[23].
En el marco de esta relación, la lógica política de los sistemas de salud biomédicos articula lo relacionado con la salud pública y la epidemiología a partir de un conjunto de relaciones de poder y saber que son capaces de intervenir en el subconsciente de las personas, de tal forma, que es posible incorporar hábitos culturales sanitarios y transformar los imaginarios de la sociedad en su relación con la salud y la enfermedad[24].
En el caso específico de la crisis sanitaria desatada por la Covid-19 y el actuar del gobierno hondureño, la relación con esta enfermedad ha adquirido una condición fatalista, puesto que se ha representado como una emergencia de salud pública, atravesada por discursos y prácticas excluyentes, autoritarias e irresponsables.
Como se sostiene en el apartado anterior, estas prácticas están enraizadas en la estructura original de régimen dictatorial, cuyas bases epistemológicas hibridan lo biopolítico con lo necropolítico, además de la adherencia geopolítica sanitaria a las directrices de los entes globales reguladores de la salud como la OMS y la OPS, cuyas perspectivas son eminentemente biomédicas y cientificistas.
El pensar y el actuar de la población ante la pandemia están enraizados en el terror social, como consecuencia de la irresponsabilidad, el autoritarismo y la desorganización demostrada por la elite política para hacer frente a la crisis sanitaria[25]. De modo que se pasó del leve temor al virus a la histeria colectiva de cara al desabastecimiento, la desinformación y la sobreinformación.
A lo anterior habrá que añadir la exacerbación del fanatismo religioso, causado en gran medida por los constantes llamamientos de voceros del gobierno a “confiar en Dios para solventar la crisis”, lo que a su vez se ancla en la relativa desconfianza hacia las acciones de salud pública y en el rol protagónico que ha ido asumiendo el asistencialismo de la empresa privada y los medios de comunicación.
Del temor a la estigmatización
Algo que llama la atención es la creciente estigmatización hacia aquellos sectores sociales que, ante la exclusión y la desigualdad, no han podido seguir a cabalidad la directriz gubernamental de “quedarse en casa”. Bajo esta lógica, los estados de Facebook y las cadenas del Whatsapp se han colmado de frases como: “La gente no quiere acatar las medidas del gobierno para proteger su salud” o “La gente es burra y ellos mismos buscan la enfermedad”.
Este tipo de afirmaciones forma parte de una práctica etnocentrista conocida como “blamingthevictim”; esta deriva del pensamiento biomédico que considera las condiciones socioculturales del individuo como un factor de riesgo y también como causa de su propia enfermedad, lo cual enmascara la desigualdad sociocultural y la incapacidad institucional para solventar las crisis sanitarias en contextos de epidemias[26]. Esta práctica parece ser un lugar común en funcionarios de la salud pública que, constantemente, se quejan de la poca disposición de la población para evitar epidemias como el dengue, el zika y otras enfermedades infectocontagiosas.
La estigmatización de las víctimas por Covid-19 ha trascendido el ámbito de la salud pública y ha sido internalizada por la población. Esto se puede constatar con las acciones de rechazo y protesta efectuadas por los habitantes de algunas colonias sampedranas, para el caso, ante la disposición gubernamental de habilitar uno de los edificios incautados por la Oficina Administradora de Bienes Incautados (OABI) para atender pacientes contagiados por el coronavirus[27].
Esta condición se ha extendido hacia las y los agentes de la salud, que están siendo estigmatizados en distintos barrios y colonias de la Costa Norte, ante el temor de que se conviertan en propagadores del virus[28]. Además, se han presentado casos en los que la población ha mostrado su firme oposición a que en los cementerios de sus comunidades se entierre a fallecidos por Covid-19 (Tegucigalpa y San Pedro Sula); o que las ambulancias trasladen a los contagiados atravesando el espacio territorial local (La Paz y Santa Bárbara), amenazando incluso con incendiar estos vehículos para evitar su ingreso a dicho espacio.
Por otro lado, es innegable el papel que los medios de comunicación han desempeñado en la cobertura hecha a la “ruptura” de las restricciones y el aislamiento social impuesto por el gobierno. A través de fotogalerías, noticias e informes especiales, los medios de comunicación se han encargado de documentar y estigmatizar las salidas masivas de personas para abastecerse de alimentos y medicinas; a la vez, exhiben con dramatismo las condiciones de desigualdad y exclusión en que vive la gran mayoría de la población, que exige la solidaridad y conmiseración del gobierno y de la sociedad en general[29].
No obstante, es innegable que la ciudadanía también ha sabido establecer redes solidarias y grupos de apoyo ante la precariedad y las acciones fallidas del gobierno para abastecer a los más pobres[30]. También es necesario mencionar las acciones de los pobladores de algunas localidades, que se organizaron para contener el ingreso de la enfermedad a sus jurisdicciones.
Es importante visibilizar esas experiencias, que funcionan como actos de resistencia ante aquello que los residentes consideran amenazas directas a sus vidas, en razón de disposiciones que ignoran la opinión comunitaria y se imponen desde la jerarquía de los poderes establecidos.
Lecciones preliminares
El 8 de abril, mientras se concluye este artículo, la cantidad de contagios por Covid-19 ha aumentado a 343 casos confirmados, de los que han resultado 23 fallecidos. El gobierno ha seguido ampliando el toque de queda absoluto, con medidas de abastecimiento reguladas, mientras la Zona Metropolitana del Valle de Sula —la región más afectada hasta el momento—, se mantiene en aislamiento.
El temor y la confusión ante lo que sucederá continúa presente en la ciudadanía, debido a la incapacidad gubernamental para contener la pandemia, pero, sobre todo, para responder a las necesidades particulares de la población.
La crisis sanitaria, política, económica y social derivada de Covid-19 es ya un parteaguas en la historia universal y dejará lecciones sobre el comportamiento sociocultural ante las pandemias, que no deberán ser obviadas por ningún gobierno. Sin embargo, es impensable que estas lecciones serán iguales para todas las regiones. Seguir asumiendo que las experiencias sanitarias de los países del Norte deben adaptarse rígidamente al espacio heterogéneo de los territorios latinoamericanos, solamente hará más vulnerable a esta región y a sus habitantes.
Ante tal desafío, es necesario iniciar la transformación de las miradas prevalecientes actualmente sobre las epidemias y pandemias, fortaleciendo los enfoques en los determinantes económicos, políticos y socioculturales de la salud y la enfermedad.
Una mirada humanista hacia la enfermedad y la salud será esencial, en la medida que las y los agentes sanitarios sean capaces de generar protocolos de contingencia ante otras posibles pandemias, adaptados a la realidad de los pueblos y naciones del continente.
* Docente e investigador del Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras en el Valle de Sula (UNAH-VS). Presento mi agradecimiento a Joel Barahona y Daniel Medina, investigadores del Centro de Arte y Cultura de la UNAH en Tegucigalpa (CAC-UNAH), por su apoyo en la lectura y revisión crítica de este texto.
[1] Confróntese con los datos sistematizados por el sociólogo Eugenio Sosa en el análisis realizado para el Centro de Estudios para la Democracia (Cespad), Tegucigalpa, 21 de marzo de 2020. En: http://cespad.org.hn/2020/03/21/analisis-el-manejo-de-la-crisis-del-covid-19-en-un-contexto-de-desigualdad-y-las-amenazas-a-la-transparencia-y-la-democracia/ (Consultado el 30 de marzo de 2020).
[2] Hasta el 04 de abril de 2020, se contabilizaban 264 casos de positivos de Covid-19 y 15 fallecidos, evidenciando así un ascenso alarmante en la tasa de letalidad y contagio. Fuente: covid19honduras.org
[3] Figueroa Ibarra, Carlos. “Capitalismo, necropolítica y coronavirus”, 1 abril de 2020, disponible en: https://www.nodal.am/2020/04/capitalismo-necropolitica-y-coronavirus-por-carlos-figueroa-ibarra/ (Consultado el 2 de abril de 2020).
[4] Basile, Gonzalo. Coronavirus en América Latina y Caribe: Entre la terapia de shock de la enfermología pública y la respuesta de la salud colectiva/salud internacional Sur Sur, IV Dossier de Salud Internacional Sur Sur, Ediciones GT Salud Internacional CLACSO, marzo 2020, p. 36.
[5] Ibíd., p. 40.
[6] Pinto, Céli. La falsa igualdad en una epidemia, disponible en: https://lavoragine.net/falsa-igualdad-epidemia-celi-pinto/ (Consultado el 2 de abril de 2020).
[7] Figueroa Ibarra, C., op. cit.
[8] Cfr. Foucault, Michel. “La crisis de la medicina o la crisis de la antimedicina”, en: Revista Cubana de Salud Pública, Vol. 44, N°1, 2018, pp. 172-183.
[9] Estévez, Ariadna. “Biopolítica y necropolítica: ¿constitutivos u opuestos?”, en Espiral, Estudios sobre Estado y Sociedad, Vol. 25, No. 73, septiembre/ diciembre de 2018, p. 19.
[10] Bercito, Diogo. “La pandemia democratiza el poder de matar”, en Apocaelipsis: Reflexiones estructurales ante el pánico, los virus y otras coyunturas”, 31 de marzo de 2020, disponible en: https://lavoragine.net/la-pandemia-democratiza-poder-de-matar/ (Consultado 1 de abril de 2020).
[11] Basile, G., op. cit., pp. 39-40.
[12] Jaime Santamaría, “Covid-19 y la filosofía: pensar en medio de la catástrofe”, 17 de marzo de 2020, disponible en: https://www.filco.es/covid-19-y-filosofia-pensar-en-medio-catastrofe/ (Consultado el 1 de abril de 2020).
[13] Caicedo-Álvarez, John Freddy y Jenny Marlody Arias Durán. “Necropolítica en tiempo de pandemia”, 1 abril de 2020, Disponible en: https://www.contagioradio.com/necropolitica-en-tiempo-de-pandemia/ (Consultado el 2 de abril de 2020).
[14] En: https://www.elheraldo.hn/pais/1360222-466/roxana-araujo-coronavirus-honduras-dias-horas (Consultado el 2 de abril de 2020).
[15] Sosa, E., op. cit.
[16] López, Bladimir. “El Coronavirus en Honduras: ¿Hasta dónde aguantará la sociedad un proceso prolongado de aislamiento social?”, Cespad, 21 de marzo de 2020, [recuperado de internet el 24 de marzo de 2020], disponible en: http://cespad.org.hn/2020/03/21/analisis-el-coronavirus-en-honduras-hasta-donde-aguantara-la-sociedad-un-proceso-prolongado-de-aislamiento-social/ (Consultado el 30 de marzo de 2020).
[17] Sosa, E., op. cit.
[18] López, B., op. cit., pp. 4-5.
[19] En: http://www.conexihon.hn/index.php/dh/57-pueblos-indigenas/1491-pueblos-originarios-y-ancestrales-sin-acceso-a-la-honduras-solidaria. (Consultado el 3 de abril de 2020).
[20] Tomado de: http://www.conexihon.hn/index.php/opiniones/1485-suspension-contratos-de-trabajo-y-compensar-vacaciones-por-covid-19-es-un-crimen. (Consultado el 3 de abril de 2020).
[21] Tomado de: https://www.laprensa.hn/especiales/coronavirus/1368084-410/gobierno-honduras-toque-queda-coronavirus-horarios-. (Consultado el 3 de abril de 2020).
[22] Radio Progreso y ERIC-SJ, “El miedo al coronavirus”, 12 de marzo de 2020, disponible en: https://radioprogresohn.net/np/el-miedo-al-coronavirus/ (Consultado el 30 de marzo de 2020).
[23] Cuvi, Juan. “Influencia del Modelo Biomédico en la Política Ecuatoriana”. En Universitas, Revista de Ciencias Sociales y Humanas de la Universidad Politécnica Salesiana del Ecuador, Nº 17, 2012, p. 133.
[24] Ídem.
[25] Entre el 18 y el 30 de marzo de 2020, como parte del proceso de elaboración de este texto, se realizó un ejercicio reflexivo con estudiantes de Enfermería en la Asignatura de Cultura y Salud II de la UNAH-VS, relativo a los imaginarios y las prácticas socioculturales derivadas de la crisis sanitaria imputada a Covid-19. El resultado del ejercicio permitió develar el impacto que las medidas gubernamentales tuvieron en la construcción de imaginarios alrededor de la pandemia, sistematizados en este apartado.
[26] Duque Páramo, María. “Cultura y Salud: Elementos para el estudio de la diversidad y las inequidades”, en: Investigación en Enfermería: Imagen y Desarrollo, Vol. 9, N° 2, p. 136.
[27] Ver: https://www.laprensa.hn/honduras/1368701-410/coronavirus-covid-vecinos-protestan-san-pedro-sula-villas-mackey-villalta-residencial-cedros (Consultado el 1 de abril de 2020).
[28] Véase: https://tiempo.hn/crece-estigmatizacion-por-covid-19-corren-y-casi-linchan-a-enfermeras-en-sps/ (Consultado el 8 de abril de 2020).
[29] Contrástese con la fotogalería de La Prensa, titulada: “¿Y el distanciamiento social? Abarrotados de personas los mercados de la capital de Honduras”, publicada el 08 de abril de 2020. Disponible en: https://www.laprensa.hn/fotogalerias/honduras/1370940-411/distanciamiento-social-abarrotados-personas-mercados-tegucigalpa-honduras-coronavirus?i=10
[30] Véase: https://criterio.hn/solidaridad-en-tiempos-de-covid-19/ (Consultado el 08 de abril de 2020).
Fuente de la imagen: https://mundo.sputniknews.com/america-latina/202003291090941960-gobierno-confirma-segunda-muerte-en-honduras-por-covid-19/