Miércoles, 12 febrero 2020    

Factores desmovilizadores

Mucha gente, especialmente del exterior, lanza al viento la pregunta de por qué la gente hondureña no se moviliza frente a tantos abusos, saqueo y criminalidad que implican al titular del Ejecutivo y a sus más cercanos familiares y colaboradores. Algunos de los factores que ayudan a dar respuesta son los siguientes:

En primer lugar, la política de “pacificación” implantada por el actual régimen desde que se instaló en 2014, pero sobre todo a partir del fraude electoral en las elecciones de noviembre de 2017. La represión, criminalización y amenazas implacables a quienes se oponen o se expresan públicamente en contra de las decisiones oficiales, ha dejado como fruto miedo, terror y parálisis.

En segundo lugar, están las remesas que decenas de miles de familias reciben mes a mes provenientes de sus familiares que trabajan arduamente en Estados Unidos o España y que se convierte en un colchón frente al desempleo y la incertidumbre económica. La gente recibe remesas y prefiere quedarse en casa, puede despotricar en contra de los corruptos, pero no se expone en las calles, no sea que arriesgue la poquita estabilidad que le ofrecen las remesas que recibe.

En tercer lugar, las ayudas de los programas asistenciales de “Vida Mejor” del régimen destinados primordialmente a unas 300 mil familias que conforman las bases del voto duro de la gente más pobre, que defiende al gobierno, sin importar lo que haga o deje de hacer.

En cuarto lugar, el proceso electoral y la mentalidad clientelista se convierten en válvula de escape y sucedáneo ante la necesidad de la gente de encontrar alternativas a sus angustias. Aunque desconfía de los partidos políticos, el pueblo hondureño es electorero, y las elecciones son como un imán que atrae y atrapa a las poblaciones.

En quinto lugar, los dineros y proyectos que por montones se mueven por la vía de la cooperación en el llamado fenómeno de las ongs. Son millares de personas empleadas o que viven bajo la sombra de los dineros. Encerradas en sus proyectos, cuestionan las políticas oficiales, pero incapacitadas para movilizarse porque se lo impiden las ocupaciones por cumplir los requerimientos de los fondos de donantes internacionales.

En sexto lugar, el aumento de expresiones religiosas fundamentalistas, neo pentecostales que acentúan la búsqueda de salidas a la crisis a través de una salvación individualista e intimista. De igual manera, el papel de los medios de comunicación que fomentan el miedo, el conformismo y el encierro de la gente, lamiendo sus propias heridas.

Y en sétimo lugar, la práctica de negociaciones y acuerdos que los políticos y dirigentes empresariales, sindicales e incluso populares toman en cúpulas, sin tomar en cuenta a la gente, en nombre de la gente, y disimulado con palabrerío en donde nunca falta el amor al pueblo y a la patria, con frecuencia en contra de la gente.

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