Efraín Aníbal Díaz Arrivillaga*
Son muchos los obstáculos a superar para poder establecer acuerdos que permitan enrumbar la nación en la dirección que el pueblo anhela, desterrando los vicios y prácticas del pasado. Hoy se requiere un liderazgo renovado, democrático, pluralista, honesto y patriota, para que este momento histórico no resulte otra oportunidad perdida.
Luces y sombras en nuestro pasado
Hace 201 años se inició el camino de Honduras como país independiente y soberano, cuando proclamó fundar una República libre, democrática y próspera para su pueblo. Aunque sus cimientos fueron desde su origen endebles, sin que se produjera una verdadera ruptura con el régimen colonial en términos de su organización, instituciones, actitudes y valores.
En contraste, fue a la vez un periodo de liderazgo político ilustrado, a la altura de los tiempos, propicio para irrumpir en la modernidad. Ese liderazgo se personalizó en Morazán y Valle, como también en Cabañas, Juan Lindo y el Padre José Trinidad Reyes, entre otros que quisieron sentar las bases fundacionales del naciente país con una visión futurista respecto de una sola nación en el Istmo centroamericano.
Los ideales, como las promesas, no siempre encuadran con la realidad. Lo que siguió al periodo independentista liberal y al federalismo, fue la restauración de la colonia en sus expresiones más oprobiosas y retardatarias, tales como el conservadurismo caudillista, el clericalismo, la lucha fratricida, el sectarismo, la corrupción, la dependencia y el atraso. Muy poco se hizo para educar a la gente, construir instituciones públicas e impulsar el liberalismo económico (capitalismo) en aquella época; más bien, seguía prevaleciendo un sistema económico semifeudal agrario, sin que hasta hoy el despegue económico se haya logrado de manera sostenida.
Hilos de esperanza en las reformas
En medio de ese caos sombrío y por la ausencia de un liderazgo político, económico y social que impulsara la trasformación de la sociedad y la economía, surgieron a lo largo de nuestra historia momentos de luz e hilos de esperanza, intentos de reforma que se quedaron en la transición; a la mitad del camino o que nunca concluyeron o siquiera arrancaron. Oportunidades perdidas.
El pensamiento propio y las ideas de renovación y reforma estuvieron presentes, pero fueron devorados por la ignorancia, el tradicionalismo reaccionario, la dependencia y el sometimiento externo, voluntariamente aceptado; la pobreza y las desigualdades como resultado de una sociedad clasista y elitista, fagocitaria de los fondos públicos. Y el despojo de los recursos naturales, casi siempre entregados a inversionistas extranjeros que se llevaban a sus países la riqueza generada, en tanto Honduras se empobrecía.
El atraso secular se explica, no por la ausencia de recursos naturales, sino por el fracaso de las élites en construir gobiernos eficaces y funcionales al servicio de la nación. Invertir en su gente en lugar de vivir en constantes revueltas, violencia, dictaduras, despotismo, nepotismo, corrupción y militarismo infecundo, que solo ha perpetuado el atraso y el subdesarrollo.
El Estado nacional, como el Estado de derecho, nunca se consolidó, aún en nuestros días. Los vicios y errores de ese pasado parecen continuar anclados en la situación de pre-modernidad que todavía caracteriza a nuestra querida pero infortunada nación, digna de mejor suerte y un futuro esperanzador.
Nuevas fuerzas políticas, nuevas esperanzas
La transición a la democracia se ha debatido entre luces y sombras, dominada todavía por el bipartidismo tradicional histórico, que se resiste a morir o a cambiar. El ascenso de nuevas fuerzas políticas ofrece una renovada esperanza de cambio, particularmente después de las elecciones generales de noviembre 2021, en las que el pueblo hondureño se volcó abrumadoramente por una alianza electoral liderada por el partido Libre, de la que también formaron parte el Partido Salvador de Honduras (PSH) y el PINU-SD, que llevó a la presidencia a Doña Xiomara Castro Sarmiento. Sin embargo, en la elección de diputados y gobiernos municipales prevaleció la mayoría bipartidista del Partido Nacional y el Partido Liberal. El primero, a pesar del desgaste de doce años de gobiernos signados por la corrupción y la ilegalidad; y el segundo, no obstante su cogobierno vacilante y contradictorio, y su crisis de identidad ideológica y partidaria.
La refundación de Honduras
El partido Libre se propone llevar a cabo la refundación de Honduras, en el marco de lo que denomina un socialismo democrático que, hasta ahora, más que una propuesta programática-ideológica, se reduce a un cumplimiento de las promesas electorales que le llevaron al poder. El tema de la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente, para darle contenido a la refundación del país, es una tarea pendiente, con un complicado camino para su realización. No por falta de voluntad política, sino porque el contexto nacional e internacional, aunque favorable, opone límites para su total cumplimiento. No todas las condiciones están dadas.
En el ámbito nacional el país luce dividido, confrontado, sin acuerdos multipartidarios viables políticamente. El diálogo ha estado ausente para concretar un pacto social o un acuerdo nacional sólido sobre los temas de interés del país y las reformas políticas, económicas, sociales, ambientales y rurales que es menester emprender, con una visión de proceso y prioridades claramente definidas como parte de una estrategia y un plan de gobierno para los próximos cuatro años.
La redención social
Los cuatro ejes que definió la Presidenta Castro: educación, salud, seguridad y empleo siguen siendo válidos como base de su estrategia, pero el arranque ha sido lento, con un equipo de gobierno muy disímil y poco integrado, algunos con limitada experiencia. La dispersión tiene riesgos que pueden anular una gestión efectiva del gobierno, lo mismo que adoptar medidas poco analizadas, que generan dudas, incertidumbre, desconfianza, temores y erosionan la base amplia de votantes que se decantó por el actual gobierno, porque no se tiene la convicción de un rumbo cierto.
La oposición obstruye, pero no construye
La oposición ha adoptado la estrategia del obstruccionismo parlamentario destructivo, aunque sin éxito, con el propósito de desprestigiar y desgastar rápidamente la nueva Administración, comenzando por cuestionar la legalidad de la Junta Directiva del Congreso Nacional, que por cierto avala con su participación.
Dada la escasa credibilidad de la oposición liderada por el Partido Nacional, los resultados no han sido los esperados. Sin embargo, las críticas desde el sector privado, la manipulación y desinformación mediática y en las redes sociales, así como las continuadas protestas públicas, han logrado mellar el prestigio del gobierno que, no obstante, goza aún de una buena aceptación y una evaluación positiva (61%).
La disidencia interna en Libre
Lo más preocupante, para la gobernabilidad y gobernanza del actual gobierno, radica en su interior. Una disidencia interna —cuyo origen no es claro—, puede ser un caballo de Troya que mine la capacidad de gobierno a nivel del Ejecutivo y el Legislativo. No se sabe si existe unidad o no, pero es evidente que la dirigencia actual está sujeta a cuestionamientos, loables si se encaminan a democratizar el partido Libre, pero que también pueden orillar a una crisis real de unidad partidaria, si se pacta con la oposición sobre intereses mezquinos y festinados.
Un pacto de tal naturaleza puede poner en peligro, por ejemplo, la conformación de un Poder Judicial independiente, en un laberinto de intereses e insospechados acuerdos. El arrastre de los vicios del pasado no parece desaparecer de la conducta política actual en Honduras, y sorprende en Libre, considerado un partido progresista. No obstante, la existencia de sectores guiados por el sectarismo, el triunfalismo y aun de un recurrente clientelismo, rememoran las viejas prácticas del tradicionalismo político, que la sociedad ha condenado como nefasto para el buen gobierno.
Es imperioso que estas desviaciones sean desterradas gradualmente, si se quiere que las cosas caminen bien. Con la situación fiscal calamitosa y en crisis, será muy difícil que el nuevo gobierno pueda emplear a todos los que consideran que han ganado un lugar en la burocracia gubernamental, ya que solo con el auge de la inversión pública y privada, dirigida al crecimiento económico y la generación de empleo digno, se podrá en el mediano plazo disminuir significativamente los problemas de ocupación, especialmente de los jóvenes. No es una tarea políticamente fácil.
Un contexto favorable en América Latina
El contexto internacional, en términos de la aceptación del Gobierno de la Presidenta Castro, es muy favorable, congruente con una tendencia en la América Latina identificada como de izquierda, que en lo particular considero una caracterización imprecisa.
El ascenso de nuevas fuerzas políticas, en Honduras y América del Sur, más bien refleja una respuesta ciudadana al obsoleto sistema de partidos tradicionales, agotado y en crisis. Asimismo, el surgimiento y la unidad de nuevas fuerzas políticas y actores sociales expresan la voluntad de los pueblos de avanzar hacia sociedades más humanas y equitativas, respetuosas de los derechos humanos, menos corruptas y ambientalmente justas.
Es, además, un llamado a democratizar la economía y el mercado para incluir en sus actividades y beneficios a un mayor número de personas y sectores de la sociedad lo cual, sin duda, responde al clamor de la población de mejorar y fortalecer los sistemas públicos de educación, salud y previsión social; y garantizar la seguridad alimentaria y nutricional para que los pueblos de América Latina puedan vivir en un ambiente sano, seguro y con posibilidades ante el futuro.
Por años, Honduras ha sido el patio trasero de la política exterior estadunidense, dependiente y subordinada a los dictados de sus intereses geopolíticos. Dada la situación regional, la Administración de Joseph R. Biden (2021-2025) ha mostrado una apertura inusual hacia el Gobierno de la Presidenta Castro, aunque no será posible coincidir en todo. Por ejemplo, ella no asistió a la Cumbre de las Américas, realizada en junio de este año en Los Ángeles.
Pese a cualquier divergencia, es necesario construir una agenda bilateral sobre temas coincidentes como: desarrollo, inversión, migración, seguridad, democracia, sistema de justicia, narcotráfico, innovación, salud y educación. Hay que hilar fino para conciliar los intereses nacionales con los intereses geopolíticos de una potencia, siendo Honduras un país pequeño y ubicado en una zona de influencia de los Estados Unidos.
La crisis internacional nos debilita
El país y su economía tendrán que hacer frente a las consecuencias de una creciente inflación mundial, catapultada por el conflicto entre Rusia y Ucrania, entre estas una escalada en los precios del petróleo y los alimentos, además de una posible recesión económica en los EE.UU, nuestro principal socio comercial. Se debe considerar, especialmente, los efectos de los nuevos desafíos en el proceso de recuperación económica después de la pandemia de la covid-19, lo cual requiere una política macroeconómica prudente y un manejo pertinente de los instrumentos de política fiscal y monetaria. Solo así se podrá garantizar una inflación moderada y generar condiciones adecuadas para un crecimiento sostenible en los próximos cuatro años, a la vez que se contribuye a una reducción significativa de los niveles de pobreza y desempleo.
La región centroamericana, nuestro segundo socio comercial en importancia, continúa siendo una prioridad para nuestra política exterior. Por consiguiente, la consolidación del sistema de integración iniciado en 1991 debe ser retomado por el Gobierno hondureño, en un momento coyuntural en el que puede convertirse en interlocutor válido para propiciar el reencuentro de los países, pese a sus diferencias. El objetivo no puede ser otro que un renovado posicionamiento de la región, considerando que Centro América no avanzará si no actúa como región ante sus pares de otras regiones del mundo.
Aciertos iniciales
No puede desconocerse que el Gobierno actual ha tenido importantes aciertos en el plano legislativo: entre otros, la derogación de las ZEDE[1], la solicitud de apoyo ante las Naciones Unidas para establecer una comisión internacional de combate a la corrupción y la impunidad; una mayor autonomía operativa para la UFERCO[2] del Ministerio Público, la derogación de la Ley de Secretos y la aprobación de una nueva ley para el Sector Eléctrico, entre otras.
También es innegable que algunas de estas requerirán un proceso de negociación inteligente, que evite posibles demandas contra el Estado de Honduras. Otras leyes han sido menos apropiadas y, por lo mismo, ampliamente cuestionadas, como la Ley de Amnistía, al menos en su aplicación en aquellos delitos que no tienen una clara identificación con acciones políticas conexas motivadas por el golpe de Estado de 2009, como lo especifica la misma ley.
El desafío es el cambio anhelado
El camino de la refundación o redención nacional continúa siendo un desafío lleno de obstáculos que hay que superar, que requiere actuar con sabiduría, diálogo y tolerancia, para ser capaces de establecer acuerdos que permitan enrumbar la nación en la dirección que el pueblo anhela, desterrando los vicios y prácticas del pasado.
Hoy se requiere un liderazgo renovado, democrático, pluralista, visionario, honesto, patriota, que genere confianza y credibilidad en la construcción de un país signado por la inclusión y la libertad. Bien nos lo decía el evangelista Mateo (7, 6, 12-14): “Entrad por la puerta estrecha. Ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos entran por ellos. ¡Qué estrecha es la puerta y qué angosto el camino que lleva a la vida! Y pocos dan con ellos”.
La esperanza de un pueblo recobró vida, la luz iluminó la oscuridad que nos agobiaba y agobia, aunque el camino es largo e intrincado. Construyamos ese camino de la Honduras deseada y posible, que la confianza depositada en las urnas y el liderazgo que llegó al poder no defrauden a un pueblo que ha esperado, y apostado, a una vida digna y humana. Que el cansancio no lo desanime y que, finalmente, pueda comenzar a construir el futuro y todos puedan proclamar que la nación soñada por nuestros próceres ha renacido.
Que no resulte otra oportunidad perdida. Y que, cambiando aquel pensamiento del connotado escritor hondureño Rafael Heliodoro Valle (1891-1959), la historia de Honduras ya no se escriba en una lágrima.
[1] Zonas de Empleo y Desarrollo Económico.
[2] Unidad Fiscal Especializada contra Redes de Corrupción.
* Economista con especialidad en economía agrícola, planificación y desarrollo. Fue diputado por el Partido Demócrata Cristiano de Honduras y candidato a la Presidencia de la República por el mismo partido. Se desempeñó, además, como Embajador de Honduras en Alemania y la ONU en Ginebra, Suiza.