Jueves, 02 Enero 2020 |
La década del cambio y la esperanza
Esta década que finaliza ha estado cargada de mucha incertidumbre, dolor y lágrimas. Fuimos testigos en estos años un golpe de Estado que se consolidó, y culminó con la instauración de la dictadura liderada por JOH, la cual representa la radicalización del modelo neoliberal en su etapa más voraz. En medio de todo, tampoco podemos desconocer, que en todo este tiempo se ha venido gestando un despertar en la conciencia colectiva de nuestro pueblo, y si se sabe aprovechar, podría comenzar a experimentar sus primeros frutos en esta siguiente década.
En este tiempo que arranca y que culminará el 31 de diciembre de 2029, Honduras podría comenzar a experimentar el inicio de un proceso de transformación que puede ser el inicio de un nuevo rumbo para esta Honduras tan sufrida y golpeada. Por esta razón nos gustaría rescatar tres factores que pueden contribuir a empujar escenarios con mayor dignidad y esperanza.
Primer factor. Esta década será el encuentro de tres generaciones: La generación que despertó abruptamente con el golpe de estado militar de 2009, la cual habrá acumulado mucha experiencia, y también habrá alcanzado la plenitud de la madurez política (la mayoría andará rondando los 40 años).
Una segunda generación es la de los jóvenes que se indignaron con el fraude electoral de 2017, quienes ya no serán jovencitos, ni adolescentes; la mayoría de ellos y ellas ya habrá culminado sus estudios y tendrá a cargo una familia, lo que sin duda abonará no solo a alcanzar madurez, sino a sufrir en carne propia los embates del modelo neoliberal, que a su vez contribuirá a radicalizar su nivel de conciencia social.
Y por último está la generación de una juventud que creció entre las redes sociales y la tecnología, una generación rebelde y muy pero muy difícil de engañar y manipular, porque sin tapujo calificarán de tóxico todo lo que suene a promesas politiqueras.
Segundo factor. El hartazgo de la sociedad entera, cansada de cargar con una reducida y corrupta clase política, militar y empresarial que siempre decida desde sus intereses contrarios a los de 9 millones de hondureños y hondureñas.
Tercer factor. El desgaste casi absoluto de una falsa democracia y una casta política corrupta que no se va corresponder con la realidad social, política y económica que para ese entonces demandará la ciudadanía hondureña.
Podemos ser generaciones privilegiadas, podemos estar asistiendo ante un punto de inflexión en la historia de Honduras. Pero nos toca trabajar porque este encuentro generacional se alcance, y que el hartazgo y desgaste se conviertan en oportunidades para le organización de los diversos sectores de la sociedad. Sobre todo, no hemos de perder la esperanza que Honduras puede recorrer otros caminos, y que la construcción de una nueva patria sólo será posible, si dejamos de creer que las soluciones siempre vendrán desde arriba y empezamos a construir poder popular desde las bases.
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