Miércoles, 20 mayo 2020

La política y los políticos que necesitamos para después de los encierros


Todos los tiempos hondureños son propicios para el proselitismo. El terreno se hace más fértil cuando se agravan y afloran las crisis. Por eso, nunca había florecido tanto como en esta pandemia. Mascarillas, jabones y geles, gente enferma y cadenas nacionales son propicios para el proselitismo oficial. Pero como la pandemia va asociada al hambre, y el proselitismo político es oportunista, ni las gallinas ni los pollos se libran de la maquinaria proselitista.

A estas alturas, nadie podrá dudar de que el anillo más cercano a Hernández Alvarado, tan pronto vio venir la pandemia, comenzó a frotarse las manos, no con jabón ni gel, sino con los miles de millones aprobados para antes, durante y para después de la pandemia. La pandemia ha profundizado esas actitudes ladroniles y saqueadoras. Nadie más que ellos se encuentran en la más alta cúspide del proselitismo actual.

Todos los demás están en lo mismo, aunque con menos ventaja. Cuando decimos de la necesidad de recuperar la política, es sobre la base de que esta generación de políticos proselitistas es irrecuperable. Con esta gente no hay nada nuevo que hacer, porque su ser y accionar se basa en la política como proselitismo.

Los políticos que necesitamos para después de los encierros son los que se alejen de esta generación de políticos proselitistas. Los políticos que necesitamos para después de los encierros han de ser los que emerjan de una nueva generación que siembre y cultive la política a partir del testimonio de vida en base a la solidaridad y la austeridad, el desprendimiento y las relaciones horizontales.

Los políticos que necesitamos para después de los encierros son los sembradores y constructores de una nueva generación que entiende los cargos y puestos públicos como la responsabilidad de aportar al bien común, desde un Estado que ejerce soberanía sobre todos los bienes y servicios públicos y comunes para ponerlos al servicio del bienestar de toda la sociedad.

Los políticos que necesitamos para después de los encierros han de brotar de una nueva generación en donde el poder se entiende de tal manera como servicio que no habrá necesidad de campañas proselitistas. Nadie tendrá necesidad de organizar campañas electorales, porque la política dejó de ser negocio, y un requisito para optar a un cargo público será no buscarlo ni promocionarse, y quien lo haga será tan mal visto que será objeto de burla y repudio por toda la comunidad.

Los políticos que necesitamos para después de los encierros nunca usarán el nombre de Dios para justificar sus prácticas por muy buenas que sean, ni usará el nombre de la gente pobre, enferma y hambrienta para sacar provecho personal, ni menos para elevar su perfil particular. Nadie se adiestrará para el proselitismo.

Nadie hará campaña porque el proselitismo será innecesario. Los candidatos y candidatas a cargos públicos serán propuestos por sus comunidades y organizaciones, y entonces las elecciones no tendrán campañas previas; será la sociedad la que vote según los méritos que conozca y no por la campaña que el candidato o sus amigos hayan hecho. Los candidatos sabrán que el cargo será por un tiempo muy limitado, y que durante ese tiempo no gozarán de salario alguno, serán sostenidos por sus familias, y a las familias las apoyará la comunidad con lo básico para vivir dignamente.

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