Jueves, 22 abril 2021 |
La tierra, un don para compartir
En este día de la tierra hemos de aceptar que este don de Dios y de la vida es un factor que en el caso de Honduras podemos establecer quienes tienen poder y quienes son sometidos. La tierra es acaparada y a su vez la tierra es negada a muchísima gente campesina. El latifundio y el minifundio se corresponden antagónicamente. Uno existe para que otro también se desarrolle. Si hay personas que acaparan decenas de miles de hectáreas de tierra, es porque como contrapartida van quedando miles y miles de personas que se van quedando con menos y cada vez menos tierra. Los dos fenómenos existen relacionados en una especie de círculo o espiral infernal de exclusión social.
Esa tenencia de la tierra es lo más parecido a una bomba que tiene la mecha encendida. Es un factor permanente de violencia. Ninguna medida social, económica, administrativa, política o jurídica que se apruebe e impulse logrará acortar responsablemente la distancia entre la opulencia y el empobrecimiento, si no trastoca de frente y de manera profunda el actual estado de tenencia de la tierra.
Es necesario el compromiso por resolver la tierra hondureña para que desactivemos la mecha y destruyamos esa bomba generadora de violencia que se llama latifundio-minifundio, que también le dicen injusta organización de la tenencia de la tierra.
Una propiedad de la tierra que se aleje de su uso social y del bien común, es un atentado al principio del destino universal de los bienes. Por eso mismo, por encima de cualquier propiedad privada, la Doctrina Social de la Iglesia nos recuerda que se debe primar la dignidad humana, y por encima de la propiedad privada, debe estar la vida de los pobres. “Toda forma de acumulación indebida es inmoral” –nos dice la Doctrina Social de la Iglesia.
El Estado tiene la primerísima obligación de aprobar una legislación que cambie esta inmoralidad a la que se refiere la Doctrina Social de la Iglesia, a través de una política y legislación agraria que revierte esta bomba con su mecha encendida de la actual injusta distribución de la tierra. Una legislación agraria que no tenga en el centro a la inmensa mayoría de gente campesina pobre, no puede ser una ley ni humana, ni justa ni menos divina. Una ley agraria ha de impulsar una política agraria que rompa, que elimine esa realidad infecunda que la Doctrina Social de la Iglesia le llama “latifundio improductivo”. La Doctrina Social de la Iglesia propone para ello “una reforma agraria como una necesidad política y una obligación moral”, porque ese latifundio es “un obstáculo para el verdadero desarrollo de los pueblos”. Por ese sueño agrario han ofrendado su vida tantos hombres y mujeres a quienes hoy día de la tierra, honramos su memoria desde nuestra Radio Progreso.
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