Miércoles, 22 Septiembre 2021 |
Las campañas como válvula de escape
Las campañas políticas atrapan a millares de personas, y en la mayoría de La veces revisten la característica de una válvula de escape. La sociedad hondureña es una sociedad electorera, y aunque desconfía de los partidos políticos, las elecciones con sus campañas son lo más parecido a una festividad, una feria o un carnaval, de las que muy poca gente tiene capacidad de sustraerse. Los contenidos importan muy poco o nada. Es el fervor, es la fiesta lo que atrapa y convoca, y cuanto más sea el griterío, el candidato más hurras y aplausos ha de recibir.
En las últimas campañas políticas, los señalamientos de narcotraficantes o corruptos hacia muchos de los candidatos han sido especialmente notables, en su mayoría del partido que controla el gobierno. Sin embargo, la mayoría de ellos fueron votados para participar como candidatos a puestos de elección popular. La gente lo sabía, pero desde las condiciones de subsistencia, seguir a un candidato que se lleva la tranca para hacer negocios irregulares o ilícitos, puede redituar en empleo, ayudas y asistencias.
En muchos barrios, colonias y aldeas de alta vulnerabilidad ambiental, una campaña política puede ser entendida como oportunidad para la rebusca. La campaña electoral está por encima de contenidos, trayectorias o compromisos de quienes corren en búsqueda de un cargo de elección popular. La campaña política es una fiebre que contagia, y no parece existir una persona a la que se le proponga participar como candidata que tenga capacidad para negarse. Una vez que una persona ingresa al ruedo de candidaturas, nunca jamás nadie lo podrá convencer que se retire, estará en campaña política hasta que la muerte diga su palabra.
Las campañas electorales, en tanto válvula de escape, suele encajar con el estado de postración y sobrevivencia de decenas de miles de familia desempleadas, y con una mentalidad de rebusque, de andar detrás de fuerzas extrañas, y con su mentalidad individualista, para que le resuelvan su angustia cotidiana. Las campañas encajan con la mentalidad interiorizada en mucha gente de vivir cada quien librando su cacaste. La gente se va detrás de quien le regale cosas, y no hay candidato que escape a esta demanda. Quien no regala no sirve, es despreciado. Y por eso mismo, quien más tiene para regalar más ventaja tiene para apropiarse del voto de la gente.
Es inevitable: la formación política y ciudadana es una enorme tarea para reconvertir las elecciones y sus campañas en una oportunidad para el debate y búsqueda común. La formación ha de estar íntimamente unida a las propuestas por un modelo económico y de desarrollo que rompa para siempre con la desmovilizadora lógica de la rebusca y la sobrevivencia, una lacra que reduce en válvula de escape hasta las más nobles expresiones políticas, culturales y religiosas.
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