Miércoles, 21 abril 2021 |
Llamamientos
Necesitamos sentirnos llamados a romper con el torbellino y laberinto del agudo e intenso corto plazo que nos atrapa en una coyuntura que nos impide echar una mirada hacia un futuro más abierto y fructífero. Es cierto que hemos de poner el dedo en la llaga de la corrupción y cuestionar el manejo elitista y fraudulento del proceso electoral. Pero también es cierto que si nos quedamos atrapados en ese corto plazo, terminaremos revolcados y dejando el campo abierto para que se ensanche con más fuerza el proyecto autoritario que se viene consolidando a lo largo del presente siglo.
Necesitamos sentirnos llamados a mantener la tensión entre virtualidad/presencialidad. La tendencia del sistema es a confinarnos para que sea el miedo el sentimiento que domine a la sociedad. El peligro es acostumbrarnos a vivir en los encierros, tanto de la tecnología como el severo encierro del miedo y la sospecha de ser contaminados como resultado de las relaciones humanas. Es cierto que necesitamos adaptarnos a las nuevas condiciones del encierro humano y tecnológico, pero también es cierto que hemos de apostar por la presencialidad a partir de propuestas creativas y novedosas en acciones públicas y territoriales.
Necesitamos sentirnos llamados a mantener tensión entre normalidad dominante y normalidad “subversiva”. La normalidad dominante es la impuesta por el capital, la tecnología y el poder político. Vivir y aceptar esta normalidad nos vuelve “normales”, y vuelve “anormales” a quienes no aceptamos las normas o reglas dominantes, y a quienes no encajan con los intereses dominantes. Los “anormales”, los que no aceptan a ciegas la normalidad dominante, estorban, son los revoltosos, los subversivos, contrarios al desarrollo. Son los violentos. La normalidad dominante busca marginar o eliminar a quienes estorban, a los anormales que cuestionan el orden establecido.
Lo que se advierte es la confrontación entre esa normalidad basada en la norma impuesta, condicionada por el modelo productor de desigualdades, con la “normalidad subversiva”. Son dos “normalidades”, la normalidad dominante, impuesta, basada en el individualismo y en la lógica del sálvese quien pueda, y por otra parte, la “normalidad subversiva”, la que no encaja en el sistema, la que cuestiona por su apuesta por la solidaridad, la comunidad, desde la lógica de “salvarnos en racimo”.
Nosotros nos quedamos con el llamado que nos hace ese camino que conduce a la normalidad “subversiva”, que no es sino el llamado a la comunidad como propuesta alternativa al individualismo y a la lógica del “sálvese quien pueda”. Nos situamos desde la lógica de “salvarnos en racimo”. En estos tiempos del corto plazo desgastante, nosotros vamos tras el llamamiento de las voces que emergen desde diversos lugares de la “normalidad subversiva”. Son muchas voces, que desde los territorios y desde sus vidas compartidas, nos convocan con este contagioso grito: “Vamos a la milpa!!”.
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