Miércoles, 22 Diciembre 2021 |
Los pesebres hondureños en estas Navidades
Los profetas de ayer y de hoy nos recuerdan que el futuro será de un beso eterno entre la paz y la justicia. Así es el sueño de Dios. Hay tinieblas, es cierto, y son muchas. Pero también hay luces, algunas muy tenues, que irrumpen desde la periferia, desde la gente insignificante, desde las víctimas de las políticas que acentúan las ganancias y desprecian a los seres humanos. Son voces hechas clamor en las madres y familiares de gente asesinada. Es la voz de la gente perseguida, la que se ve obligada a emigrar o desplazarse para huir de una muerte ingrata.
Lo que ha traído salvación siempre ha brotado en las orillas del imperio, desde las voces que emergen de la oscuridad, y desde el dolor. La salvación siempre nace desde las víctimas de este mundo. Las voces de las madres y familiares nos traen de un solo golpe el misterio de nuestra encarnación, el cual nos dice que Dios se hace presente en la humanidad desde los débiles, se encarna en el mundo desde la periferia, y viene como buena noticia para quienes viven en la oscuridad.
La Navidad se actualiza en las luces que surgen en las cuevas actuales, en nuestros barrios y colonias cargados de sospechas, de la Rivera Hernández y la López, de la Jerusalén y de muchos otros sectores urbanos marginales de San Pedro Sula; de las zonas marginales a la orilla del río Cangrejal de La Ceiba o en las colonias del cerrito en El Progreso. En estos lugares se actualiza el pesebre de Jesús, la posada de Belén, donde hoy se hace carne el Adviento y en donde se renueva la Navidad.
El sufrimiento de Dios es el sufrimiento de los enfermos que no tienen atención de salud porque los funcionarios se robaron los recursos para hospitales y equipos médicos. No perdamos el tiempo buscando a Dios en otros lugares por muy sagrados que aparezcan. El pesebre lo encontraremos entre las miles de familias que lloran a sus seres queridos que murieron por falta de atención médica, y lo encontraremos en la población damnificada que nunca fue atendida con dignidad.
Desde estos lugares atiborrados de sospechas y tinieblas, se hacen nuevas aquellas palabras que un día pronunció Isaías, y que hoy, en estos ambientes de las navidades hondureñas, las hacemos nuestras: “Los de mi pueblo tendrán vida tan larga como la de los árboles y mis elegidos vivirán de lo que hayan cultivado con sus manos. No trabajarán inútilmente ni tendrán hijos destinados a la matanza…” (Isaías 65, 22- 23ª)
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