Según el diccionario de la lengua española, mercenario es “una tropa o un soldado: que por un estipendio sirve en la guerra a un poder extranjero”. Es decir, mercenario es aquella persona o grupo que participa o lucha esencialmente por dinero, sin importarle su país, su gente y sus ideales. La cultura mercenaria es uno de daños más exitosos del neoliberalismo en su etapa de restauración.
Los últimos diez años Honduras ha estado conducida fundamentalmente por mercenarios. Una mirada rápida en las principales actividades políticas, económicas, sociales y culturales nos deja un paisaje conducido por la lógica del dinero. Vamos de mercenarios a mercenarios, echemos una mirada a los principales.
Están los mercenarios de la política. Aquí podemos ubicar a la actual cúpula política conductora del Estado, que entiende los bienes públicos y naturales como un negocio. Entregan nuestros ríos, montañas y carreteras sin consulta y en contra de las comunidades a cambio del financiamiento de sus campañas políticas. Son los mismos que utilizan el hambre de la gente para intercambiar votos por bolsas solidarias.
A la misma altura están los mercenarios de la economía. Aquí ubicamos al reducido grupo de familias y transnacionales que han convertido el Estado en negocio. No son empresarios, son mercenarios de la economía porque no quieren competir en igualdad de condiciones con sus competidores, no quieren pagar impuestos, ni quieres pagar salarios justos a sus trabajadores. Son los principales enemigos del Estado de derecho y grandes amigos de la dictadura que les facilita concentración de riqueza.
Seguido están los mercenarios de la seguridad. Esta década se ha marcado por la militarización de los territorios, las cúpulas militares y policiales no solo olvidaron función de brindar seguridad a la ciudadanía o garantizar el orden constitucional, sino que se convirtieron en guardianes del usurpador y del crimen organizado, de la elite empresarial y las transnacionales.
Y como olvidar los mercenarios de la palabra. Como dice la periodista Prosilapia Ventura en el programa de humor Noti Nada, “llevamos diez años de maquillar la realidad, diez años de traficar con la noticia, porque cuando de mentir se trata nosotros somos los primeros”.
La cultura mercenaria también ha penetrado otras dinámicas. También encontramos mercenarios en sociedad civil, en los altares, en la cooperación internacional, en los diplomáticos y en la academia. Y hasta en las bases de patronatos y no pocas ongs. Cerramos una década donde los asuntos públicos e institucionales están conducidos esencialmente por mercenarios de altura y bajuras. Romper esa cultura y abrir camino a la cultura política ciudadana que asegure el bienestar general y de la casa común, sigue siendo una gran tarea.
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