Las crisis, sean políticas, económicas o sanitarias como la actual, nos agarran de sorpresa, nadie está preparado para enfrentarlas sin salir afectadas o afectados. La incertidumbre es la constante, vivimos en una “sociedad del riesgo” a criterio del sociólogo Ulrich Beck (1998). Estos riesgos que acompañan estrechamente al modelo neoliberal, van desde las amenazas por los conflictos bélicos, hasta las crisis económicas, catástrofes naturales a consecuencia del cambio climático y enfermedades globales como el VIH, la gripe aviar, y recientemente el coronavirus (COVID19).
Históricamente las crisis han impactado de manera diferenciada la vida de las mujeres, básicamente por 3 razones: Primero, por las relaciones de poder patriarcal entre hombres y mujeres; en segundo lugar, por la llamada división sexual del trabajo, que define los roles de género asignando los cuidados exclusivamente a las mujeres; y en tercer lugar, porque las mujeres son parte de los grupos vulnerabilizados y olvidados, excluidos de las políticas públicas de quienes han gobernado.
No obstante, las mujeres resisten desde la creatividad y la colectividad, y apuestan por sostener la vida y transformarla desde lo cotidiano.
Se dice que en las crisis se generan las grandes oportunidades. ¿Será que ha llegado el momento de desmontar la lógica individualista del neoliberalismo?, ¿es tiempo de apostar por las prácticas solidarias donde construyamos espacios, y proyectos desde la colectividad?, ¿volvemos la mirada a la comunidad, tejiendo redes comunitarias? Quizá la realidad nos da más preguntas que respuestas, pero es oportuno visibilizar la situación y las prácticas de solidaridad, análisis y propuestas de las mujeres, que van tejiendo desde la vivencia, empatía y sororidad.
Construyendo MAS experiencias y esperanza de vida: el trueque, los saberes y sabores
La Red de Mujeres de Santa Bárbara junto al Movimiento Ambientalista Santabarbarense (MAS) iniciaron el año 2020 reflexionando sobre su actuar organizativo y se propusieron replantear las acciones de organización y formación, con el propósito de enfrentar el cambio climático y las desigualdades de género que el modelo neoliberal profundiza.
“A inicios del año decidimos establecer proyectos productivos, sembrar un área de maíz y frijoles, pero desde la colectividad, para el consumo y generación de ingresos, sentimos la necesidad de salir de ese modelo de convocar a las mujeres a salones de hoteles e irnos a realizar nuestros análisis y foros debajo de un árbol, luego de sembrar una parcela colectivamente”, comparte Betty Vásquez, coordinadora del MAS e integrante de la Red de Mujeres.
Llegó el tiempo de recuperar el trueque, los saberes y sabores. Las mujeres saben del toque de queda, pero eso no las limita para compartir tortillas o frijoles con su vecina. “Nos pone en alerta el toque de queda porque nos desmovilizan y nos encierran, pero las mujeres desde sus espacios, en sus comunidades se mueven y están intercambiando sus alimentos”, asegura.
“Están cambiando la malanga por la yuca, los frijoles por el maíz, incluso leña por tomates, chiles y cebollas. Las dinámicas de intercambio las estamos poniendo en práctica las mujeres, porque no estamos aburridas, siempre estamos creando, construyendo, pensando como nuestras abuelas, madres, tías o vecinas multiplicaban la comida en tiempos de crisis”.
La creatividad y el talento ha florecido. “Hemos empezado hacer nuestras propias blusas de manta, y son esas experiencias las que nos están sirviendo en tiempos de encierro”. Y es que las mujeres saben que romper la individualidad y los encierros es la única manera de sostenerse o sobrevivir a esta crisis. “En febrero hicimos un intercambio de semillas con mujeres y compañeros del MAS. También, se ha hecho pan y tamaleada comunitaria, así construimos experiencias y esperanzas de vida”, relata.
En pleno siglo XXI, las mujeres siguen reproduciendo las prácticas y los roles históricamente asignados. En este contexto de crisis, son las que sostienen la carga de la familia, cuidando a sus a sus hijos e hijas, parejas, o padres, o incluso haciendo comida para la familia extendida. Esta realidad es común en toda América Latina, en donde “las mujeres se dedican al cuidado doméstico no remunerado de 22 a 42 horas a la semana, 3 veces más que los hombres”, según Rosa Cañete, economista especializada en desigualdad, basada en datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe CEPAL.
Es urgente, por tanto, un cambio de actitudes y nuevas relaciones de género. Hay que avanzar hacia la redistribución de las tareas domésticas, la democratización de lo privado y a que las mujeres tengan la oportunidad de realizar tareas por elección y no por imposición de roles establecidos.
Así, nos lo recuerda y comparte la coordinadora del MAS, Betty Vásquez:
“Me meto a la cocina, pero para poner en práctica los saberes de mi abuela y madre, el resto del trabajo doméstico lo hacen mis hijos. Antes del COVID 19, lo único que no hacían era echar tortillas, ahora ya no solo van al molino, también amasan la masa y hacen las tortillas”. Mientras ella hace lo que le gusta: costurar a mano.
Betty costurando y elaborando escobas de junco
“Remendar es también recuperar, es tiempo de la “R”: reconstruir, reparar, recuperar, reciclar, reformar, renovar, revisar, reír”.
La sororidad y la cercanía también se vive en tiempos de COVID19. “Cuando algunas compañeras están desanimadas, le transmitimos ese afecto, nos regalamos la sonrisa que también es una expresión de solidaridad, e insistimos en el autocuidado. Porque a nosotras no se nos permite enfermarnos, no porque tenemos que cuidar a otras y otros, sino porque somos dadoras de vida”.
Las mujeres desde su ancestralidad y memoria histórica, sostienen la vida, reflexionando, aprendiendo, desaprendiendo, y accionando en el día a día. Así, lo comparte con mucha decisión y fuerza Betty Vásquez: “Llegó el momento que no solo nos juntemos para capacitarnos, para hacer incidencia, protesta, resistencia, sino para ir promoviendo la colectividad, la siembra y el cuidado colectivo de nuestras plantas, y frutas. Avanzando a la comercialización colectiva, sustentable, sostenible y feminista, porque ser ambientalista y feminista es defender el territorio cuerpo y territorio tierra”, finaliza Betty.
Mujeres Tolupanas y garífunas con trabajo comunitario enfrentan al COVID19
Las mujeres indígenas tolupanas de Locomapa, Yoro, y las garífunas aglutinadas en la Organización Fraternal Negra de Honduras, OFRANEH, ambos espacios integrantes de la Coordinadora Nacional de Mujeres Indígenas y Negras de Honduras CONAMINH y de la Asamblea de Mujeres Luchadoras de Honduras, manifiestan su preocupación ante el aumento de la precarización de las condiciones de vida en esta pandemia, y comparten las estrategias comunitarias que han puesto en marcha.
“El coronavirus ha venido a empobrecer más a la población del pueblo tolupan, porque de repente si no nos morimos de la enfermedad, será de hambre, estamos preocupadas por nuestros hijos”, señala la lideresa indígena tolupán Consuelo Soto. Mientras, la lideresa garífuna Miriam Miriam Miranda ha denunciado al Estado por su falta de atención a la población infectada y a la crisis alimentaria. “Este gobierno es inútil” denunció en su cuenta de twitter (@baraudawaguchu).
Sin embargo, las comunidades indígenas y garífunas han desarrollado diversas acciones comunitarias de higiene y prevención:
- Jornadas informativas sobre sintomatología del virus, las alternativas de prevención desde la medicina natural y los contactos a quien llamar en caso de emergencia. Consuelo Soto con ánimo y preocupación manifiesta: “solo organizadas y rescatando los saberes ancestrales nos cuidaremos”.
Mujeres tolupanas en elaboración de carteles y limpieza de plantas
2) El pueblo garífuna en Honduras ha asumido el cuidado colectivo alternativo. “Por eso creamos 22 centros de atención y contención comunitaria, impulsados en su mayoría por mujeres; no solamente para la prevención, sino de combate al virus, con el uso de nuestras plantas, que hemos hecho históricamente”, ha destacado Miriam Miranda en la sesión de
“ImaginAcción Indígena en tiempos de pandemia #COVID19”
Además, Miranda indica que los resultados de las plantas medicinales han sido contundentes. “Una mujer garífuna que vino de Estados Unidos contagiada de COVID19, ha sido curada con las plantas medicinales. Esta pandemia demuestra el poder de la medicina ancestral, y el fracaso del modelo de salud occidental”, enfatizó.
Murales elaborados en comunidades garífunas con indicaciones de bioseguridad y uso de medicinas naturales.
3) Elaboración de mascarillas comunitarias. Ante el abandono del Estado, quien no provee de los insumos necesarios para prevenir el COVID 19, las mujeres garífunas y tolupanes han elaborado mascarillas para las comunidades.
Mujeres y garífunas costurando sus propias mascarillas
Mujeres tolupanas organizadas
4) Acciones de vigilancia y desinfección en las entradas de las comunidades, ejerciendo autonomía sobre sus territorios.
El COVID19 nos alerta y anima a repensarnos la vida y los cambios necesarios para mejorar la salud. A criterio de Mirian Miranda “con la pandemia se confirma lo que hemos venido exigiendo y denunciando los pueblos indígenas y negros, sobre el modelo de vida que enferma la tierra y los humanos.”
“No podemos volver a la normalidad, necesitamos generar cambios”.
Miriam Miranda
La solidaridad y las experiencias colectivas que las mujeres impulsan son fundamentales en las transformaciones. Así que seguiremos compartiendo este intento por “visibilizar lo invisible”, por nombrar a las mujeres que resisten desde abajo, desde las olvidadas. Pero también, desde la alegría, las ternuras y los cuidados compartidos.
Fotografías: Cortesía de Betty Vázquez, Consuelo Soto, y Miriam Miranda.
Autoras: Dunia Pérez y Mercy Ayala