Miércoles, 14 octubre 2020 |
Olor a campaña políticaTodos los olores hondureños conducen a campañas políticas. Parece que quien no participa en las campañas es como si no existiera o estuviera derramando fuera del tiesto. Y las campañas políticas, con sus diversos lenguajes y sabores, ratifican la lógica dominante que nos dice que en Honduras hemos alcanzado la “normalidad” y que ya le dimos vuelta a la página de la pandemia y de todos los conflictos acumulados. Sin embargo, eso de la “normalidad” política y ese “dar vuelta a la página” se reduce al escenario de la campaña electoral. El resto es de la otra Honduras, la que huele a masacres, a zozobras, a datos de violencia y crueldad, a corrupción e impunidad y a contagios del Coronavirus. Esa otra Honduras está fuera de la “normalidad”, y esa otra Honduras sigue sin darle vuelta a la página. A esa otra Honduras le valen los colores y nombres políticos, porque esa otra Honduras, la mayoritaria, es la que paga las consecuencias de los saqueos y corrupciones. Y la que hambrea, por eso agarra el camino incierto e inseguro hacia norte carnicero. Mientras los diversos sectores políticos, desde el espectro de la extrema derecha vinculada con saqueos de bienes públicos y al narcotráfico, hasta los miembros militantes de la izquierda más puntual, se estructuran con euforia para participar con éxito tanto en las elecciones primarias como en la contienda electoral general, programadas para el próximo año. Así va la vida con olor electoral, el que no huele a política seguro está contagiado del virus. Mientras, en el Aguán, sigue latente la amenaza de más presos, además de los ocho que ya lo están, por defender el agua y sus bienes naturales. Y mientras, sigue rampante la implementación de las ZEDEs en Roatán y en Choloma, y mientras sigue con firmeza el despido y la violación a los derechos laborales de obraras y obreros de las maquilas y de otras industrias. Mientras los diversos sectores políticos “normalizan” la vida política a punta de nombres, figuras y discursos encendidos, quienes ejercen el auténtico poder a través de la ley de los fuertes, ponen impunemente y a rienda suelta sus normas, a punta de sangre, desempleo, impunidad, corrupción, violación de los derechos humanos y Código Penal. Y así la pandemia con todos sus contagios y muertes, y todos los saqueos y estafas, acaba siendo “normalizada” por las campañas políticas. Entre tanto olor a campaña, algunos de ellos huelen a honestidad y hasta de sana ingenuidad política. Quienes así huelen, ojalá nunca dejen ese perfume para oler siempre a pueblo, y que unan todas las expresiones de sus campañas a las luchas cotidianas de mucha gente por sobrevivir, porque como lo dice el papa Francisco “hace falta la mejor política puesta al servicio del verdadero bien común” (Fratelli Tutti, 154). Y sin promesas y demagogias, que recojan las temáticas de mayor angustia de la sociedad. ¿Será posible que en Honduras esas nuevas candidaturas de gente honesta y sin tradición politiquera, logren un día unir la política electoral con la política del bien común? Ese olor a política de bien común hace mucha falta en las campañas actuales.
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