Miércoles, 29 Diciembre 2021 |
Por nuevos amaneceres
El año 2021 lo comenzamos muy mal, y lo culminamos con esperanzas renovadas. Durante el año vivimos experiencias amargas como los dudosos resultados de las elecciones primarias, la puesta en marcha de las ZEDE, la aprobación descarada de fondos públicos para campañas proselitistas, o el blindaje que a través del Congreso Nacional se impusieron los funcionaros nacionalistas.
Sin embargo, el fin del año se anticipó con una explosión masiva de votos en contra de la dictadura y a favor de una Coalición que finalmente llevó el triunfo a Xiomara Castro Sarmiento. Y así el año finaliza con el despertar de oportunidades que fueron truncadas por largos doce años.
Una alta dosis de confianza necesitamos inyectarnos para saber esperar, proponer y exigir. Venimos de un largo período de desconfianzas, amenazas, mentiras oficiales y saqueos de nuestros bienes públicos. Restablecer la confianza requiere de mucha fe por parte nuestra, y de gestos oficiales por parte de la nueva administración pública.
La población susceptible a emigrar está agazapada en la espera de las respuestas, y el nuevo gobierno tiene la imperiosa responsabilidad de dar respuestas a esta población, sin duda la que más desconfianza carga en su corazón, porque es la que lleva a cuestas el desempleo, el maltrato a su salud, una educación deprimente, la que sufre los efectos de la violencia, y es la misma población que fue engañada con esas políticas asistencialistas que en lugar de resolver sus angustias la hundieron más en la miseria.
Una población mayoritariamente engañada no está para esperar mucho tiempo, y el nuevo gobierno no debe tardar respuestas que den confianza. Debe dar señales que alienten confianza y esperanza, como una baja notable a la factura de energía eléctrica y a los combustibles, así como respuestas eficaces ante la pandemia y la deteriorada situación de la educación. Y esto unirlo a decisiones vinculadas con la lucha frontal en contra de los saqueadores del Estado y violadores a derechos humanos.
Muchos muertos quedaron tirados en calles y carreteras. Y decenas de miles de compatriotas emigraron, mientras otros siguen guardando prisión por defender derechos humanos y los bienes de la naturaleza, como el agua y los territorios. Hay razones para sospechar y ser precavidos ante el futuro. Pero también hay razones para esperar con mirada positiva.
Esto es lo que hoy deseamos para toda la sociedad hondureña. Hoy nos toca sacudirnos de la modorra y del miedo, de las dudas y de las angustias, pero sin olvidar a las víctimas y las causas que las originaron. Todas las cosas podrán ser nuevas si nos mantenemos con los ojos abiertos y con la disposición a ponernos a caminar sembrando futuros.
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