Miércoles, 13 Noviembre 2019    

¿Qué Iglesia necesitamos Hoy en Honduras?

Necesitamos una Iglesia como la de San Romero, que camina humildemente con su pueblo, que consuela en tiempos de angustia, que su palabra alienta a la gente en tiempos de oscuridades y cuando todos los caminos parecen que se van cerrando; que nunca abandona a sus fieles, así como una mamá nunca abandona a sus hijos e hijas, pero especialmente cuando más necesitan una mano protectora.

Una Iglesia que reduce su pastoral a obras caritativas no es la que hoy necesitamos en Honduras. No necesitamos una iglesia que hoy aparezca en las primeras planas de los medios de comunicación bendiciendo acciones de personajes o instituciones que, aparentando obras buenas, las usan para tapar dinámicas de corrupción o para mostrar a delincuentes y criminales con perfiles de honorables.

Necesitamos una Iglesia que más que ayudar a los pobres, defiende sus derechos amenazados, y que en cualquier coyuntura, como lo dijo el mismo San Romero, lo que importa siempre es el pueblo pobre. Si el pueblo y sus líderes son mal vistos, perseguidos, criminalizados o estigmatizados por defender los derechos humanos y ambientales, que así se diga de los animadores y pastores de la Iglesia, tanto a nivel de base como de sus altas jerarquías.

Necesitamos una Iglesia que sea Una, no tanto porque muestra una unidad de poder o de organización jerárquica, o que se impone como única sobre las demás, sino porque une en el amor, el compromiso, la cercanía a su feligresía, y tiene como Única misión consolar y defender los derechos de la gente pobre en nombre de Jesucristo y su Evangelio.

Necesitamos una Iglesia que sea Santa, no tanto porque sus miembros se separan de la humanidad pecaminosa, sino porque se santifica en el mismo caminar de la sangre de los mártires, y con esa sangre purifica su vida y su camino por entregarse a los valores del Reino.

Necesitamos una Iglesia que sea Católica, no por su confesionalidad institucional o doctrinal, sino por su Universal mensaje evangélico de compromiso con la gente pobre, perseguida, víctima de los abusos y atropellos al tiempo que comunicador de esperanza.

Necesitamos una iglesia que sea Apostólica, es decir, continuadora hoy de la misión de aquellas primeras y primigenias comunidades apostólicamente subyugadas por el amor a Jesús de Nazaret, se entregaron a vivir el Evangelio y dar testimonio del amor de Dios en medio de amenazas, persecuciones y muertes.

En este tiempo, de manera muy especial para nuestra Honduras abatida por este proyecto autoritario y dictatorial, hundido en dinámicas conducidas por políticos narcotraficantes, necesitamos una Iglesia que por su profunda denuncia y confrontación con quienes han llenado de vergüenza nuestro Estado y nuestra sociedad, sea una Iglesia Perseguida. Y este talante la coloque en pie de testimonio y en el camino de los mártires y en la dimensión profética del Evangelio de Jesucristo. Que así sea.

 
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