Miércoles, 13 de julio 2022 |
Ricci Mabel
Pasaron más de tres décadas del crimen de Ricci Mabel que estremeció a la sociedad hondureña. Ocurrió en contexto militar, en ambiente de fiesta de altos oficiales militares. Se sabe que la violaron multitud de veces, la mataron con armas oficiales, la descuartizaron y la fueron a tirar en lugares baldíos para que las aves de rapiña completaran el cuadro dantesco.
Fueron los militares, los altos oficiales de las Fuerzas Armadas, y la institución entera puso en marcha todos los dispositivos para encubrir el hecho y proteger a los asesinos. Cuando ya era imposible la absoluta impunidad entregaron a un coronel y a un sargento quienes fueron enjuiciados y condenados a la cárcel. Muy pocos años después, con sonrisa al viento, salieron de la privilegiada celda en la que estaban y los militares restituyeron todos sus derechos.
Ocurrió el 13 de julio de 1991, y aunque dos militares fueron condenados muy temporalmente, la institución castrense salió una vez más muy bien librada, y sus altos oficiales se dedicaron en gran medida a abrir los corredores de los carteles de la droga para convertir el territorio hondureño en plataforma continental del tráfico de estupefacientes.
Pasaron los años, pasaron las décadas, soplaron todos los vientos, las maras y pandillas nos pusieron a temblar, los políticos se enrollaron en el amplio camino de la corrupción y la delincuencia organizada. Y la impunidad militar se ha cernido sobre la vida entera del país, hasta incluso dar un golpe político militar para responder al imperioso llamado de la oligarquía hondureña.
Pasaron los años y la mentalidad vertical y jerárquica gobernó como narco dictadura. Terminó un siglo de botas militares y ya nos hemos adentrado en el siglo veintiuno, y la impunidad militar sigue reinando a rienda suelta y de verde olivo. Hubo cambio de gobierno que ha despertado nuevas oportunidades y las esperanzas en un cambio de rumbo invadieron los corazones de mucha gente. Pero los militares se ensartaron en los corredores políticos de la nueva administración.
Hace 31 años del atroz crimen de Ricci Mabel, y los militares siguen siendo la misma lacra de siempre. Y duele en el alma que la presidenta de la República, con toda su riqueza humana y política, los consienta y participe con su devota función de comandante en todos los eventos celebrativos y de ascensos. Y duele que anuncie que convertirá a la Policía Militar del Orden Público en estructura de combate al narcotráfico.
Deseamos recordar a la presidenta de la República que esas estructuras militares no han cambiado, y son las mismas responsables del crimen que en 1991 se cometió en contra de la normalista Ricci Mabel Martínez. Y el mayor servicio generoso para la vida de la sociedad es poner en marcha todos los dispositivos que conduzcan a la desarticulación hasta hacerla desaparecer de las Fuerzas Armadas, y que todo ese presupuesto se oriente hacia la educación de la niñez y la juventud, y así se rinda homenaje y culto a las víctimas del despiadado poder militar.
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