Miércoles, 28 julio 2021 |
Soberanía y oposición a ZEDEs
Conflictos que suscitan leyes como la de la ZEDEs nada tienen que ver con la preocupación por la vida y la dignidad de la población empobrecida. Ni tiene que ver con el amor al país o mucho menos con la soberanía. Al contrario, lo que hay de fondo en esto es la ausencia de amor a los pobres y la ausencia de soberanía, entendida esta como la capacidad para decidir sobre nuestros bienes, sobre el patrimonio familiar, comunitario y estatal.
Somos un país resquebrajado, con muy pocas oportunidades para salir adelante por nuestra propia cuenta. Nunca conocimos la soberanía. Las decisiones sobre el presente y el futuro se toman fuera de nuestro país, sin contar con nuestro país y casi siempre en contra de nuestro país. Las ZEDEs es ejemplar, porque fue una ley que se aprobó a espaldas de la sociedad y con diputados que ni conocían el contenido, solo fueron obedientes a sus jefes.
La fragilidad de Honduras ante la comunidad internacional, se acrecienta con la existencia de reducidos grupos políticos y económicos internos que tienen su mirada, su corazón y sus intereses económicos fuera de Honduras. Las ganancias y el capital no pueden estar nunca por encima del interés común y de la dignidad de la persona, por ello, ante la desigualdades e inequidades socioeconómicas, necesitamos revisar nuestra historia, redefinir nuevos liderazgos y promover, sembrar e impulsar entre los diversos sectores un nuevo modelo basado en el bien común, la soberanía nacional y atención especial a la población empobrecida.
En nuestra historia, formulaciones como soberanía, independencia y libertad, nunca pasaron de ser expresiones sin contenido y se han usado para el consumo demagógico. Todas las decisiones comerciales e inversiones del Estado han estado bajo control de reducidos grupos mafiosos, como es el caso de las ZEDEs, en franca contradicción con el derecho de autodeterminación de los pueblos.
En estos 200 años de una historia espoleada por élites oligárquicas y redes de políticos corruptos, es de dignidad soberana propugnar por la construcción de un Estado que se gane el respeto nacional e internacional porque compite con los demás porque es el que más sirve a su pueblo y porque ejerce soberanía sobre todos los bienes y servicios públicos y comunes. Por eso mismo, el rechazo a las ZEDEs y la demanda por su derogación han de ser una expresión nacional de rebeldía y dignidad, porque es un plan que representa una amenaza para la soberanía y para la vida presente y futura de toda la sociedad.
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