Jueves, 20 Agosto 2020 |
Un país de enclavesParece que las élites hondureñas están empeñadas en entregar la soberanía al mejor postor, una práctica tan aneja como sus mañas corruptas. Ya podemos hablar de siglos de ignominia y esto parece que no tendrá fin. La economía de enclave es la principal característica de los últimos dos siglos. El siglo XIX estuvo marcado por el enclave minero, abrieron el país a transnacionales para sacar minerales como el oro, plata y bronce. En la historia siempre sale a bailar la Rosario Mining Company, como la principal saqueadora. Mientras que el siglo XX el turno fue de la United Fruit Company, el pulpo que llegó a controlar casi todo, la vida política, socioeconómica y cultural del país. En el siglo XXI en el enclave toma nuevos rostros con las zonas especiales de desarrollo, que amenaza la vida de las comunidades garífunas, indígenas, así como las principales bellezas naturales como las islas de caribe o los islotes del pacífico hondureño. Cerramos la segunda década del siglo veintiuno con el enclave del narcotráfico. En esta década pasamos de ser un territorio de paso de la droga de Suramérica con destino a Norteamérica, ahora tenemos suelo nacional con plantaciones de coca, laboratorio de procesamiento de la hoja, pero sobre todo se cuenta con una estructura que conduce el negocio desde casa presidencial. En los últimos años dos barcos que salieron de Puerto Cortés fueron encontrados con toneladas de cocaína en Italia y Francia, entre los haberes del enclave hay más de 18 personas extraditadas entre la que encuentran prominentes empresarios, policías, diputados. También el hijo de un expresidente y el hermano del actual presidente y el propio gobernante es investigado por la misma economía de enclave. La economía de enclave tiene varias cosas en común, pero destaca la pérdida de soberanía, explotación de los bienes naturales, y el uso de los puertos marítimos para sacar la mercancía. Así podemos ubicar el papel estratégico que jugó el puerto de Amapala en el enclave minero, el puerto de Tela en el enclave bananero, como Puerto Cortés en el enclave del narcotráfico. Otro elemento común de la economía de enclave, es que sus operadores invierten mucho dinero en políticos y funcionarios públicos. Como anécdota recordamos al señor Samuel Zemurray presidente de la United, quien dijo que “es más cara una mula de Kentucky que un diputado” hondureño. Hoy el enclave de narcotráfico cuenta con su propio equipo de magistrados, jueces, diputados, policías y militares, quienes protegen esa economía criminal hasta con sus propias vidas. Los versos de Rubén Blades hacen una silueta de un país y su economía de enclave criminal: “Se vende un país portátil, con su autoestima en el suelo, con un enorme complejo que lo hace anti nacional. Es un lugar sin memoria, donde ya nada sorprende, vive el crimen indultado, o un charlatán presidente”.
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