Efraín Aníbal Díaz Arrivillaga*

El desafío actual para la nación hondureña es enorme. Si seguimos anclados en el pasado, repitiendo los mismos esquemas, conductas y actitudes, el país se estancará. ¿Cómo hacer del siglo XXI el tiempo del despegue como nación, con una visión futurista, con inclusión social y sin sectarismo político?


El pueblo hondureño comenzó el año 2022 con grandes expectativas, después de más de una década de ser gobernado por un régimen que se caracterizó por evidentes retrocesos democráticos, corrupción y vínculos con el crimen organizado. Las lecciones de la historia confirman que los gobiernos de mandatarios fuertes y autocráticos terminan mal, pero su legado perverso resulta, casi siempre, difícil de revertir.

En nuestra contradictoria y tumultuosa vida republicana, la apertura a reformas y la ruptura con las horas oscuras de la antidemocracia y el atraso, no han sido totalmente posibles. Siempre han sido procesos incompletos o transiciones interrumpidas por las fuerzas que históricamente se han opuesto al cambio, o el resultado de que los líderes o actores sociales que impulsaron los cambios no entendieron, con diáfana claridad, las señales que el pueblo les manifestó, o simplemente no estuvieron a la altura del momento histórico.

El primer año del nuevo gobierno

Al analizar el balance del primer año de la gestión del nuevo gobierno que encabeza doña Xiomara Castro Sarmiento, pareciera que las advertencias que el pasado nos ofrece corren el peligro de transitar por caminos que pueden dificultar la realización de las reformas que la nación necesita.

La herencia del desgobierno reciente y la historia política de Honduras todavía pesan mucho en las actitudes y conductas de la llamada “clase política”, en tanto que el clientelismo político, el caudillismo y el nepotismo, así como la demagogia y las formas tradicionales del populismo, gravitan aún como espada de Damocles por estar fuertemente enraizados en la vida política del país, aun en los que se autoproclaman como progresistas.

El análisis de los resultados de este primer año de gobierno no puede anticipar por sí mismo, al considerar los aciertos y errores que este ha tenido, que no estará en capacidad de revertir las tendencias perturbadoras y amenazantes a la estabilidad y continuidad de su propuesta política y de gobierno; como tampoco que no estará en la disposición de corregir los errores, o que eventualmente no pueda enderezar el rumbo para acoplarse y coincidir con el pueblo que lo votó. La esperanza de que hoy es posible un cambio real y duradero en la nación hondureña sigue vigente, pero además constituye una fuente de exigencia para que el Gobierno ponga en práctica los correctivos que el pueblo y las nuevas generaciones esperan para concretar sus anhelos.

Superar la barrera de la polarización política

El país continúa polarizado y dividido. La protesta social, con razón o no, se sucede a diario, generando un clima de insatisfacción e incertidumbre en la población. La especulación y la desinformación están a la orden del día creando confusión, temor y desencanto, aun en algunos sectores que apoyan a la presente administración. Si bien en el discurso oficial se nota una disposición abierta a los reclamos populares, las respuestas son tardías, equivocadas o no las hay. La capacidad de escuchar es positiva, pero todavía hace falta la voluntad política para un diálogo nacional sobre la base de consensos mínimos que consoliden un gran acuerdo nacional o pacto social para resolver los problemas básicos y establecer los cimientos de un proyecto nacional en el marco del socialismo democrático.

La atención a los problemas de la coyuntura ha postergado la decisión urgente del gobierno para emprender el diseño y elaboración de una estrategia de desarrollo de corto, mediano y largo plazo, que calce con la política monetaria y fiscal, que es lo que más claramente se ha definido. Los indicadores macroeconómicos siguen siendo adecuados y el crecimiento de la economía estará en los rangos previstos por el Programa Monetario, entre un 4.0 – 4.5%, es decir, a niveles de pre-pandemia. El déficit fiscal del Gobierno Central se estima que llegará a un 3.9% del Producto Interno Bruto (PIB), según proyecciones del Banco Central de Honduras (BCH). Además, es preciso identificar nuevos motores del crecimiento económico, encontrar sus ventajas para competir como país y región centroamericana y, sobre todo, educar para innovar.

Sin embargo, la inflación sigue siendo alta y a finales de 2022 podría situarse en alrededor de 10.30%, propulsada por el incremento de los precios en los alimentos, transporte, alojamiento, agua y electricidad. De igual preocupación y en relación con lo antes indicado, es el creciente deslizamiento de la tasa de cambio de referencia del lempira frente al dólar, situándose al finalizar diciembre de 2022 en 24.72 (24.34 al cierre de 2021); y una deuda que crece, aunque todavía es manejable.

La Tasa de Política Monetaria se ha mantenido en 3.00% hasta ahora; sin embargo, las tasas pasivas se han reducido a niveles que desincentivan el ahorro, poniendo en peligro el valor real de los salarios, las pensiones y las inversiones de renta fija. En tanto que la expansión del crédito se canaliza más hacia el consumo que a la producción en el marco de tasas de interés elevadas, manteniendo la banca sus márgenes de ganancia.

Los retos pendientes

Algunos retos quedan pendientes de resolver. Uno de ellos es el régimen de exoneraciones fiscales e incentivos a la inversión, así como el sistema concesionario de los recursos naturales y servicios básicos (energía y telecomunicaciones), los fideicomisos y las ZEDE[1]. Cómo lograr un equilibrio entre eficiencia, competitividad, competencia y generación de empleo y bienestar para la población, sigue siendo un reto pendiente de asumir.

También hace falta definir cómo realizar los correctivos a las distorsiones que estas políticas han creado y que, además, han propiciado estructuras de mercado monopólicas y oligopólicas. El reto es crear condiciones para un clima propicio a la inversión, que no ahuyente al inversionista, pero que a la vez el Gobierno perciba los recursos para invertir en la gente. Por otra parte, las necesarias reformas sanitarias, educativas, ambientales, en seguridad y previsión social, continuarán siendo desafíos relevantes para el Gobierno en 2023.

Luces y sombras en el camino hacia la CICIH[2]

La decisión de crear una Secretaría de Estado para la Transparencia y Lucha contra la Corrupción, así como la instalación de una comisión internacional de combate a la corrupción y la impunidad, ha sido un paso acertado. Sin embargo, su proceso de concreción se ha prolongado más de lo que se esperaba y en el camino han surgido dudas y especulaciones acerca de su viabilidad.

Las lecciones que propiciaron la salida de la MACCIH[3] deben servir ahora para no cometer los mismos errores. Contrario a muchas opiniones en el sentido de que esta comisión debe gozar de total autonomía, mi opinión particular es que esta debe acompañar, pero no sustituir las funciones de los organismos de justicia del Estado hondureño. Lo que se busca es el fortalecimiento de estos, precisamente por el carácter temporal de la Comisión, cuya salida será posible cuando los objetivos compartidos por el Gobierno, la sociedad hondureña y las Naciones Unidas se hayan cumplido.

En este sentido, la elección transparente de la próxima Corte Suprema de Justicia será una buena señal y una prueba para los muchos escépticos que todavía no creen, quizá con justa razón, de que esta vez sí se podrá. El trabajo de la Junta Nominadora de Magistrados a la Corte Suprema de Justicia, no obstante sus tropiezos, ha tenido avances significativos para conformar una lista de los candidatos más idóneos, honestos y capaces.

Sin embargo, no se debe olvidar que la decisión final reside en el Congreso Nacional, por lo que sería ingenuo pensar que la variable política no tendrá un peso importante al momento de elegir la Corte de la lista de 45 candidatos que la Junta Nominadora presentará al Poder Legislativo. Pese a este condicionante, lograr un Poder Judicial independiente dependerá al final de la ética personal y pública de los nominados, pues una vez investidos deberán responder a su conciencia, respetar la Constitución y las leyes y el interés de la nación, no las directrices partidarias de otros poderes del Estado o de la estructura del poder existente.

La inseguridad ciudadana, un punto candente

La inseguridad ciudadana sigue de manera ascendente y recurrente, llámese homicidios, feminicidios, masacres, extorsión o narcotráfico. El estado de excepción parcial decretado por 30 días en el Distrito Central y San Pedro Sula, en tanto que política de seguridad, se ha centrado en recuperar el control de los territorios urbanos que el Estado perdió desde tiempo atrás, y declarar una guerra a las maras y pandillas con un enfoque básicamente represivo, al estilo del presidente Bukele en El Salvador. Si bien los réditos inmediatos de esta política pueden lucir satisfactorios, su enfoque sigue siendo parcial pues no está orientado, hasta ahora, a resolver las causas estructurales de la marginalidad urbana en el largo plazo.

Un enfoque más integral sobre esta problemática situación, debería proponerse reconstruir esos espacios urbanos para transformarlos en comunidades sanas y seguras, como lo demuestra la experiencia de Medellín en Colombia. Habrá que esperar a que se adopten acciones más integrales para ser implementadas en estas poblaciones, así como desentrañar si verdaderamente existe una colusión de la autoridad policial con el crimen organizado.

Migración y prevención

La migración es el resultado de múltiples causas económicas, sociales y culturales, además de ser una de las consecuencias de la violencia y la inseguridad que afecta a diversos sectores de la sociedad hondureña. Paradójicamente, son las remesas de los migrantes las que han sostenido hasta ahora el andamiaje de la macroeconomía hondureña. La gente se convirtió en nuestra principal exportación, en medio de un drama humano que muy poco se reconoce y debate.

A la vez, es un tema central en las relaciones entre Honduras y los Estados Unidos de América, nuestro socio comercial más importante. Sin embargo, el impacto de las remesas sobre la reducción de la pobreza de las familias que las reciben es limitado, aunque contribuyen a la sobrevivencia de incontables familias en todo el país. A pesar de ser una estrategia de la gente para salir de la pobreza y mejorar sus condiciones de vida, la migración al extranjero no ha impactado positivamente en los indicadores del desarrollo económico y social del país, excepto por las remesas y su aumento sostenido en cada año. Y, como en el pasado, hasta la fecha no se ha planteado una política pública para hacer de la migración una estrategia para impulsar el desarrollo nacional.

La agricultura nacional sufre las consecuencias

Una fresca mirada al campo hondureño es más que necesaria. Su despoblamiento y abandono es aterrador. La seguridad o soberanía alimentaria tiene que ser un eje del desarrollo sostenible pues, con dependencia alimentaria, el país se vuelve cada vez más vulnerable y pobre. Es igualmente indispensable aplicar a la gestión de los recursos naturales una tecnología apropiada para un mejor aprovechamiento de su potencial, y un enfoque orientado a la sustentabilidad social y ambiental para emprender una estrategia de desarrollo que resulte exitosa en el largo plazo.

También es crucial la industrialización de nuestras exportaciones, para que el país pueda ser competitivo regionalmente. Esto significará más formación científica y técnica, para investigar e innovar. La academia puede jugar un papel central en este cambio de orientación que el país requiere para impulsar su desarrollo económico y social.

Una visión futurista es indispensable

El desafío actual para la nación hondureña es enorme. Si seguimos anclados en el pasado, repitiendo los mismos esquemas, conductas y actitudes, el país se estancará o solo avanzará a cuentagotas. Hagamos del siglo XXI el tiempo del despegue como nación, con una visión futurista, con inclusión social y sin sectarismo político.

Necesitamos más democracia y un renovado humanismo, que nos permita crecer como nación y hacer que las virtudes republicanas finalmente tengan arraigo propio en el alma nacional. La virtud ciudadana y republicana hará posible la cohesión y la unidad nacional, hoy en precario. Ese cambio es lo que el pueblo demanda y espera de un nuevo liderazgo que, además, sea lúcido, sabio, prudente, democrático y pluralista.

¿Será esto posible en los tres años de gobierno que le quedan a la actual Administración? Solo el tiempo lo dirá.


[1] Zonas de Empleo y Desarrollo Económico, derogadas por el nuevo gobierno en 2022, decisión que debe ser ratificada por la legislatura de 2023.

[2] Comisión Internacional Contra la Corrupción y la Impunidad en Honduras.

[3] Misión de Apoyo contra la Corrupción y la Impunidad en Honduras.


* Economista con especialidad en economía agrícola, planificación y desarrollo. Fue diputado por el Partido Demócrata Cristiano de Honduras y candidato a la Presidencia de la República por el mismo partido. Se desempeñó, además, como Embajador de Honduras en Alemania y la ONU en Ginebra, Suiza.