German Rosa (sj)*
La deforestación, depredación y explotación irracional de los recursos naturales, aunados a la injusta distribución de la tierra, han hecho de Honduras un país muy vulnerable, con graves impactos en la vida de los más empobrecidos.
De ahí la pertinencia de reflexionar sobre la encíclica Laudato Si´, con el fin de comprender mejor la crisis climática y, así, contribuir a revertir las tendencias destructivas del medioambiente y sus consecuencias sociales.
Honduras es un país muy vulnerable. Los hondureños y hondureñas sufrimos el impacto de esta vulnerabilidad día a día. Y las recientes inundaciones por el desbordamiento de los ríos Ulúa y Chamelecón en el Valle de Sula, en septiembre de 2022 ponen de relieve la vulnerabilidad ambiental de millones de hondureños y hondureñas que habitan en lugares de alto riesgo, no solamente en la zona noroccidental, sino también en distintas regiones del país.
La vulnerabilidad de Honduras desde una mirada global
Las inundaciones y sus graves consecuencias en septiembre 2022 hacen que nos preguntemos: ¿por qué ocurren estas catástrofes frecuentemente? El investigador y analista del ERIC-RADIO PROGRESO, Elvin Hernández, en el análisis de coyuntura del mes de octubre de 2022 en El Progreso, Yoro, explicaba con lujo de detalle las causas de la vulnerabilidad socioambiental que afecta a la población en el Valle de Sula y también en otras regiones del país. Retomamos algunas de sus ideas principales.
Elvin Hernández explicó que estamos frente a un rosario de fenómenos socioambientales en todo el planeta. Las olas de calor, las lluvias e inundaciones, los sismos, los huracanes, los incendios forestales a causa de las altas temperaturas y la negligencia humana, son manifestaciones del cambio climático que se ha convertido en una de las principales amenazas para la humanidad. Obviamente, Honduras no escapa al impacto del cambio climático y sus consecuencias.
Además, se observa que estamos viviendo un nuevo ciclo de vulnerabilidad, que probablemente es más peligroso que los anteriores. Existen varias razones que explican este nuevo ciclo de vulnerabilidad:
- Al menos un tercio del territorio nacional está afectado por proyectos mineros y por las represas hidroeléctricas. Esto implica 540 concesiones mineras y 307 concesiones para represas generadoras de energía.
- Existe una acelerada disminución del bosque y no hay señales de una veda forestal. Se expanden el gorgojo y los incendios forestales.
- Las extensas plantaciones de monocultivos sin control y la agroindustria, que son actividades productivas que necesitan mucho consumo de agua. Monocultivos como caña de azúcar, piña, melón, banano y palma africana son todos cultivos sin políticas públicas para su control. Solamente las plantaciones de palma africana tienen una extensión de 200 mil hectáreas.
- Se están destruyendo los humedales, ya sea por la construcción de edificios o por el cultivo de palma africana, como ocurre en el Parque Nacional Jeannette Kawas[1].
- Los ríos se están secando, probablemente por la suma de las amenazas anteriores. El dato objetivo es que, si usted camina por el sur, norte, occidente y oriente, la historia se repite: los ríos se están quedando sin agua. Pero también ocurre que se está contaminando el agua con desechos tóxicos que constituye el mayor acto de irracionalidad del país. De hecho, sin agua no podemos sobrevivir.
Pero, ¿por qué existen tantas inundaciones en el Valle de Sula y en otros lugares del país? Esto se explica por el deterioro del medio ambiente, la deforestación, la depredación y la explotación irracional de los recursos naturales, el modelo económico extractivista que se está imponiendo con la globalización y también por la estructura injusta de la distribución de la tierra. El latifundio y la tendencia expansionista de la acumulación de la tierra tienen como consecuencia que millones de hondureños y hondureñas no tengan acceso a una parcela de tierra para vivir y cultivar en zonas seguras. Muchos compatriotas se ven obligados a habitar en zonas que, de hecho, no deberían ser habitadas. Pero no tienen alternativa.
Desde esta perspectiva, la vulnerabilidad socioambiental se inserta en el estado de vulnerabilidad social, institucional, política y económica del país. Como dice el historiador Marvin Barahona, hay una relación estrecha entre la inseguridad alimentaria, inseguridad ambiental y la inseguridad ciudadana y jurídica. Es decir, estamos en extrema indefensión. Estamos ante un modelo económico y financiero que no solo conduce a la concentración de la riqueza, sino que es depredador de los bienes naturales, de la institucionalidad, del tejido social y del tejido económico.
La globalización neoliberal en su etapa actual es la principal amenaza para el planeta y para la especie humana. Además, el modelo de crecimiento ilimitado que plantea el neoliberalismo es factor de polarización en el país; por un lado, la elite empresarial está a favor del extractivismo y, por el otro, están las comunidades que se oponen a la destrucción de nuestra casa común.
Las inundaciones y la alta vulnerabilidad socioecológica en el Valle de Sula
Muchos hondureños y hondureñas viven en lugares de alto riesgo, aledaños a los ríos, por la necesidad de tener acceso al agua, realizar sus labores de cultivo, tener animales domésticos que necesitan beber agua, y desarrollar su economía de sobrevivencia. Sin embargo, este ciclo vital se convierte en una experiencia de constante riesgo ante el desbordamiento de los ríos.
La vida de nuestros hermanos y hermanas es una constante consagración a un perpetuo recomenzar cada año que suceden estas catástrofes tras el paso de fenómenos naturales, a consecuencia de la vulnerabilidad históricamente desatendida. Fuentes oficiales informaron que 742 comunidades fueron afectadas en 135 municipios del territorio hondureño por las lluvias e inundaciones de septiembre pasado. La mayoría se registraba en el norte y el occidente del país[2].
Estas inundaciones también rompen el ciclo vital de la economía familiar. Arrasan con todos los cultivos y acaban con los animales de patio, es decir con sus medios de vida. Pero eso no es todo. Lo peor de la calamidad está por venir, pues las familias han perdido sus cultivos y no tienen asegurada la alimentación ni los recursos mínimos para la sobrevivencia. Su realidad, tristemente, es una expresión de la situación de vulnerabilidad en que habitan.
Para muestra un botón: la Asociación de Agricultores y Productores de Granos Básicos (Prograno), informaba el 30 de septiembre de 2022, que se había perdido el 45% de cultivos de maíz a nivel nacional, el 70% del frijol y el 80% de hortalizas de diferente tipo. En el Valle de Sula se reportó la pérdida del 60% del banano[3]. Así vivimos en mi querida Honduras, entre la incertidumbre por las inundaciones y la amenaza real a la seguridad alimentaria.
En la búsqueda de soluciones se han planteado diversas alternativas, pero sin tocar el tema de la tenencia y la distribución de la tierra, lo cual, sumado al ordenamiento territorial, es crucial para dar soluciones integrales. También se presentan alternativas como la construcción de represas, la reconstrucción y el mantenimiento de los bordos de los ríos, el dragado de estos, los canales de mitigación, etc. Pero se resiente la falta de soluciones ante la magnitud de la crisis de la pobreza estructural y el permanente ciclo de exclusión de los habitantes en riesgo. Mi pobre gente se tiene que conformar con los paliativos ante las recurrentes crisis que provocan las catástrofes naturales.
Laudato Si´, una encíclica profética que invita a la solidaridad y al cuidado de nuestra casa común
Uno de los desafíos globales es la vulnerabilidad ecológica. El Papa Francisco, haciéndose cargo de esta realidad, ha escrito la encíclica Laudato Si´[4], que
es un canto profético, de solidaridad y esperanza para la ecología, los pobres y los sectores más vulnerables afectados por las crisis del medioambiente.
Aquí se recuperan algunas de las luces que arroja la encíclica Laudato Si´ y algunos aspectos relevantes que pueden enriquecer la comprensión de nuestro análisis sobre la crisis ambiental en Honduras, como parte de la crisis ecológica a escala global, para reflexionar con el propósito de revertir las tendencias destructivas del medioambiente y sus consecuencias sociales.
En la encíclica Laudato Si´ el Papa Francisco aborda uno de los grandes temas que preocupa a toda la humanidad, que es la crisis ecológica global, y subraya que son los más pobres y vulnerables, que mayoritariamente se encuentran en zonas de riesgo, quienes están más expuestos a las grandes catástrofes naturales. El Papa, al analizar la crisis ambiental, apunta al modelo de crecimiento de la economía mundial como causa de la degradación y la destrucción de la madre tierra y su impacto socioambiental.
El problema de la crisis ecológica se ha tratado desde hace algunas décadas. Hay grandes foros internacionales que han abordado el tema. Por ejemplo, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, que se realizó en Río de Janeiro en 1992, en la que se reflejó el consenso internacional a la hora de abordar el problema del cambio climático. Durante su celebración se creó la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), que fue firmada inicialmente por 166 países y entró en vigor, finalmente, el 21 de marzo de 1994. Actualmente, ha sido ratificada por 197 países. Luego han existido distintas cumbres sobre el tema.
El Protocolo de Kioto puso en marcha el Convenio Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. Aunque fue firmado el 16 de marzo de 1998, su entrada en vigor no se produjo hasta el 16 de febrero de 2005[5]. El Protocolo de Kioto tiene como objetivo reducir las emisiones de los seis principales gases de efecto invernadero: dióxido de carbono (CO2), metano (CH4), óxido nitroso (N2O), hidrofluorocarbonos (HFC), perfluorocarbonos (PFC) y hexafluoruro de azufre (SF6).
Sin embargo, los Estados Unidos, el mayor emisor mundial de gases de invernadero, no ratificó el Protocolo y se retiró en el año 2001. El presidente George Bush consideró que este convenio dañaría gravemente la economía del país. Anunció el retiro del Protocolo porque imponía costosas obligaciones a su país y no a las naciones en desarrollo, como China e India, que en pocos años producirían más gases invernadero que el país americano[6].
Después de la cumbre de Kioto han existido muchas otras más, como por ejemplo en Bali (2007), Copenhague (2009), Cancún (2010), Durban (2011), Doha (2012), Varsovia (2013), Lima (2014), Marrakech (2016), París (2021), Glasgow (2021), etc. Sin embargo, poco se ha avanzado en este tema, mientras la crisis socioecológica se va convirtiendo paulatinamente en un reto universal para todos los ciudadanos del mundo.
En la Laudato Si´ (en adelante, LS), el Papa hace un análisis crítico de la situación ecológica. Nos habla del calentamiento global y sus consecuencias para la humanidad; aborda el problema de la producción y la contaminación medioambiental como consecuencia de los procesos industriales, los desechos que producen la acidificación del suelo, del agua, el uso de fertilizantes, insecticidas, fungicidas y pesticidas tóxicos (LS, N° 20); trata el problema de la basura y de los residuos tóxicos de distinta naturaleza: domésticos, comerciales, clínicos, industriales, algunos de los cuales son altamente tóxicos y radioactivos (LS, N° 21).
Encontramos en la encíclica un despliegue del pensamiento del líder máximo de la Iglesia Católica sobre la crisis ecológica global, desarrollando los siguientes aspectos: en primer lugar, el principio y fundamento es la espiritualidad cristiana que hunde sus raíces en la Sagrada Escritura para revelar el origen y el fin de la creación; en segundo lugar, la propuesta de una cultura ecológica universal; en tercer lugar, la exhortación al diálogo entre todas las instancias institucionales y la sociedad civil para revertir las consecuencias nefastas del deterioro ecológico; en cuarto lugar, destaca la importancia de un orden jurídico internacional y de los Estados nacionales para controlar los agentes económicos y los ciudadanos que atenten contra el medio ambiente; y finalmente, ofrece algunas medidas prácticas que pueden iluminar para dar lugar a las acciones que busquen el cuidado de la casa común.
Analizaremos los aportes más importantes de la encíclica, enfatizando los aspectos que más destacan por su talante profético. Tal como lo explica el mismo Papa Francisco, un verdadero análisis ecológico desarrolla siempre un enfoque social, que debe integrar la justicia en la discusión sobre el ambiente, para escuchar tanto el clamor de la tierra como el clamor de los pobres (LS, N° 49).
1°) La espiritualidad cristiana hunde sus raíces en la Sagrada Escritura actualizada desde la realidad histórica y está atenta a los signos de los tiempos.
Al leer la encíclica, nos percatamos de que la reflexión ecológica que se nos ofrece está fundada sobre la base de una espiritualidad cristiana encarnada, que está atenta con realismo al problema de la crisis ecológica global, siguiendo la tradición del Concilio Vaticano II de una Iglesia que asume los gozos, las esperanzas, las angustias y las tristezas de la humanidad[7]. Una Iglesia al servicio de las preocupaciones de la humanidad.
En en la encíclica Laudato Si´ encontramos una clara denuncia profética al modelo antropológico del “homo economicus”, que representa a los agentes económicos que buscan su propio beneficio tratando de maximizar su utilidad esperada, sin considerar los costos sociales o las consecuencias de sus acciones económicas; de esta manera se convierten en verdaderos depredadores de la naturaleza y de los ecosistemas[8]. Este modelo representa el hombre que racionalmente analiza las posibilidades de las que dispone para lograr su propio enriquecimiento, y que es capaz de comparar racionalmente la eficacia de los medios para la obtención de ese fin.
Dicho estereotipo se ha ido adecuando en el pensamiento según los autores que han retomado este enfoque que comenzó en la economía clásica, y se ha convertido en el proyecto económico para disminuir los costos y utilitaristamente alcanzar los máximos beneficios en la economía de mercado de agentes económicos inescrupulosos, que trasfieren costos de sus actividades económicas al medioambiente.
El Papa desenmascara la libertad humana esclavizada al mercado, subsumida en el esquema de la producción y del consumo exponencial de bienes y servicios; también critica el mercado financiero que favorece las inversiones sin restricciones, teniendo como consecuencia el incremento del consumismo y el deterioro del medio ambiente.
Desde la realidad histórica que muestra esta crisis ecológica global, el Papa Francisco recupera la historia de la salvación, la cual nos revela la bella figura de la naturaleza, muestra la armonía y la comunión del ser humano con el universo. Al mismo tiempo, en el discurso se diseña la bella figura de la libertad que no está aprisionada por las pasiones exacerbadas del tener, acumular, que conducen a la destrucción de nuestra “casa común”, como lo dice el Papa Francisco.
La bella figura de la libertad desde la fe cristiana está diseñada con el color verde ecológico fecundado de esperanza, porque se cuida con delicadeza la creación depositada en nuestras manos desde el Génesis. Los textos del Génesis capítulos 1 y 2, relatan cómo Dios creó ex nihilo (de la nada) solo con su palabra creadora. Dios es el artista que ha diseñado el universo, y el ser humano es la cúspide de la escala zoológica de la creación y forma parte de ella (LS, N° 65, N° 66). La ruptura de la armonía con la creación reclama un cuidado y una reconciliación universal para restañar las relaciones fundamentales con la naturaleza, con la biodiversidad, y los ecosistemas, con los seres humanos que han creado separaciones y rupturas no solo de orden económico y financiero, sino también abismos políticos que llevan a la guerra, al maltrato violento de la naturaleza, al distanciamiento entre los seres humanos, rompiendo la armonía (LS, N° 66).
La creación ha sido confiada al género humano para cuidarla y cultivarla, no para explotarla irracionalmente, ni para destruirla. Este cuido y esta armonía es una vocación humana y cristiana cristalizada en el gran personaje de San Francisco de Asís, que logró una relación de comunión con todo lo creado.
La bella figura de la naturaleza que podemos apreciar y sentir con todos nuestros sentidos, no es otra cosa que el arte creador de Dios (LS, N° 80). Pero, la figura inspiradora de Jesús destaca y sobresale en la encíclica Laudato Si´, porque él es Dios mismo encarnado en nuestra humanidad y nuestra propia historia; vive, crece, trabaja, predica en comunión con la creación, los otros, de manera especial, con esa cercanía física y real con los pobres, los humildes, los sencillos y los pecadores. Disfruta la comida, la bebida, predica en parábolas con imágenes de la creación (Cfr. LS, N° 98). La predicación de Jesús sobre el Reino de Dios tiene un contenido utópico profético con imágenes de la creación: la semilla, la perla, los peces, los pájaros, el banquete; todas estas imágenes tienen una relación directa con la creación. Hablan de vida, tierra y cielo.
La belleza de la creación, del medioambiente, es un recurso de suma importancia que pone límites a la acción individualista y utilitarista de este esquema de crecimiento exponencial, del comercio y del consumo que han llevado al desastre ecológico. La encíclica nos hace descubrir el sentido de las cosas reales, de la biodiversidad, de los ecosistemas y se convierte en un himno de esperanza (LS, N°11). Ante la crisis ecológica global que nos afecta a todos, pero especialmente a los pobres y los más vulnerables, no se puede pactar con la frustración, el desinterés y la indiferencia; necesitamos una mística para construir una solidaridad universal (LS, N° 14).
2°) La propuesta de una cultura ecológica universal que resuelva la crisis socioambiental que afecta más a los empobrecidos y los excluidos.
El Papa nos dice que no podemos construir el futuro sin mirar el medio ambiente y el sufrimiento de los excluidos (LS, N° 13). Desde las consecuencias humanas desastrosas y el futuro amenazado por la realidad de la crisis ecológica, el Papa describe el fenómeno que está ocurriendo en la actualidad. Critica el hecho de que prevalezca la cultura de lo descartable, lo desechable, sin lograr el ciclo productivo del reciclaje de los desechos para garantizar los recursos no renovables para las futuras generaciones (LS, N° 22). Por esta razón, propone cambiar el estilo de vida, de producción y de consumo para evitar el efecto invernadero o el recalentamiento global (LS, N° 23, N° 24).
El análisis que hace el Papa muestra que la crisis ecológica no golpea a todos los sectores sociales por igual, pues son los más vulnerables y los que viven en zonas de riesgo que sufren más los efectos: muchos pobres que viven en lugares golpeados por el fenómeno del recalentamiento, que dependen de las reservas naturales, de la agricultura, de los recursos forestales, la pesca, es decir, personas que habitan los países en vía de desarrollo (LS, N° 25).
De esta manera expresa que la carencia de agua arrastra al mismo tiempo el problema de la crisis alimenticia, pues no se produce sin agua (LS, N° 28), la contaminación del agua produce enfermedades, sobre todo en los sectores empobrecidos. Dicha contaminación es producto de procedimientos industriales que generan desechos químicos y se vierten en las fuentes de agua que abastecen los grupos humanos. Dada esta situación, el agua deviene un bien raro y por eso se privatiza, negándose así un derecho humano fundamental. Proveer de agua limpia y depurada para estos sectores sociales más vulnerables es una forma de saldar la deuda social que se tiene con ellos (LS, N° 30).
La encíclica indica que la crisis ecológica y el deterioro del medioambiente es debido en gran parte a la razón instrumental individualista y utilitarista en las relaciones de producción y de mercado (LS, N° 32). Esta racionalidad empuja al crecimiento y el consumo ilimitado que llevan a agotar las riquezas y reservas naturales. Esta praxis lleva a pagar a los más afectados por la crisis ecológica el precio de las ganancias de unos pocos, porque tienen que sufrir sus consecuencias. El Papa Francisco, además, denuncia el hecho de que la política está sometida a la tecnología, a las finanzas; los intereses económicos prevalecen sobre el bien común, la lógica del mercado se impone sobre la política y el Estado (LS, N° 54, N° 56).
En este contexto complejo, el Papa Francisco recupera los principios fundamentales de la moral social para ser tomados en cuenta al abordarse el problema de la crisis ecológica. El magisterio social de la Iglesia habla del destino universal de los bienes de la creación no para unos pocos; expresa claramente que el derecho a la propiedad no es absoluto; limita este derecho con el principio de que toda propiedad privada tiene gravada una hipoteca social; además, toda aproximación al problema ecológico debe tener en cuenta una perspectiva social de los derechos fundamentales de los más desventajados. El verdadero desarrollo es el que respeta y promueve los derechos humanos, personales y sociales, económicos y políticos, incluso los derechos de las naciones y de los pueblos (LS, N° 93).
Una cultura ecológica audaz está constituida de distintos elementos; entre los que destaca la encíclica, están: cambiar la mirada con respecto al medio ambiente; limitar el uso de las reservas naturales; disminuir la polución; lograr un pensamiento y una política diferentes, un programa educativo para el cuidado del medioambiente, un estilo de vida y una espiritualidad que constituyan una resistencia frente al avance del paradigma tecnocrático. El reto de la libertad es limitar la técnica, orientarla, ponerla al servicio de otro tipo de progreso, más sano, más humano, más social, más integral (LS, N° 111, N° 112).
3°) El diálogo entre todas las instancias institucionales y de la sociedad civil para revertir las consecuencias nefastas del deterioro ecológico.
El Papa Francisco recupera la riqueza de las ciencias, la filosofía, la teología, y destaca la importancia del diálogo ecuménico e interreligioso que aborda el problema de la crisis ecológica (LS, N° 7). Enfatiza el influjo de la actividad económica que ha dejado huellas profundas en la naturaleza, la humanidad y la historia.
La encíclica muestra una sincera apertura al diálogo con todas las instancias posibles, tanto institucionales como de las organizaciones sociales. El Papa analiza y se solidariza con las propuestas positivas de la Declaración de Estocolmo, la Convención de Viena, el Protocolo de Montreal, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible de Río de Janeiro del 2012, etc.; pero aclara que la solidaridad de cara a resolver el problema no debe imponer obstáculos a los países menos desarrollados para alcanzar mayores espacios de crecimiento y desarrollo humano, ni tampoco se debe ocultar que los países más desarrollados han crecido a expensas de la contaminación del medioambiente, y en consecuencia, tienen que asumir su responsabilidad (LS, N° 172).
Tal como lo ha expresado el Papa Francisco en la Laudato Si´, la crisis ecológica global se explica en gran parte por el modo cómo se establece la relación con la naturaleza y los ecosistemas. La raíz de la crisis ecológica, señala el Papa, es el paradigma tecnocrático (LS, N° 101). La ciencia y la tecnología han obtenido logros asombrosos, pero carecen de una ética adecuada, sólida, una cultura y una espiritualidad que limite y contenga un lúcido dominio del ser humano (LS, N° 105).
La razón instrumental aplicada a la ciencia y la tecnología lanza al gran abismo del crecimiento infinito e ilimitado en la economía, las finanzas, etc., haciéndonos pensar y creer que los bienes y los recursos del planeta son ilimitados e infinitos y nos conduce a explotarlo hasta el límite y más allá de su capacidad real. El Papa Francisco lo dice en los siguientes términos:
Se trata del presupuesto falso de que “existe una cantidad ilimitada de energía y de medios utilizables, que su inmediata regeneración es posible y que los efectos negativos de la manipulación de la naturaleza pueden ser fácilmente absorbidos”[9].
Los efectos perniciosos de este paradigma se hacen sentir en la realidad humana y también en el medio ambiente.
4º) La importancia de un orden jurídico internacional y de los Estados para controlar los agentes económicos y los ciudadanos que atenten contra el medio ambiente.
La globalización ha desatado un nuevo Leviatán que es mercado. Leviatán es el título de la obra clásica de Thomas Hobbes, en la cual plasma su pensamiento y reflexión filosófica política. El Leviatán es la figura mítica y metafórica que aparece en el pensamiento del filósofo Thomas Hobbes. La metáfora del Leviatán o monstruo marino la retoma de la Biblia y es recreada por Thomas Hobbes en su filosofía política moral para representar el poder del Estado. 1) El Leviatán es el símbolo de una gran fuerza política que unifica todas las cosas y trae el orden a través de su poder absoluto que no puede ser dividido, destruido o desobedecido. 2) El Estado sólo nace cuando se hace un contrato social y se forma una mancomunidad dando todos los derechos y poderes al “Rey Soberano”. De hecho, Hobbes piensa que la gente en su condición natural (antes de que se forme el gobierno) está impulsada por el interés propio y el instinto de supervivencia. Sólo porque los recursos son escasos y todos quieren las mismas cosas, la gente vive una situación de guerra donde “cada uno está contra todos” (bellum omnium contra omnes) y la vida es “desagradable, brutal y corta”.
Para escapar de esta situación y vivir con seguridad, la gente forma una Mancomunidad entregando sus derechos y poderes al Soberano quien, con su poder absoluto, puede asegurar el orden y castigar a todos los que violen la ley. Si el Estado es la instancia a la cual los ciudadanos ceden sus derechos en la concepción de Hobbes, el poder del Estado puede ser tan absoluto e ilimitado como el derecho que los individuos le han cedido para que vele por “su seguridad”.
Aunque nuestra situación política contemporánea difiere significativamente de las situaciones previstas por Hobbes, estamos viendo una vez más la dinámica que él expresa muy bien en su filosofía: la gente está dispuesta a ceder sus derechos y poderes a políticos fuertes autoritarios a cambio de la promesa de paz, seguridad y protección económica.
Por tanto, retomamos la metáfora del Leviatán de Hobbes para expresar cómo el mercado está subordinando a los Estados Nacionales en la globalización económica y financiera neoliberal. Desde finales del siglo XX, el Estado ha sido reemplazado por el mercado. La globalización económica y financiera ha convertido al mercado en la instancia rectora de la humanidad, y el Estado se ha convertido en su gendarme. El mercado cristaliza el poder absoluto de la sociedad global al que se conceden y subordinan todos los derechos de los ciudadanos y es la instancia que ha relegado a un segundo plano el rol del Estado[10].
El gran Leviatán de la civilización del capital en la globalización es el mercado. Es como si la humanidad viviera una guerra económica y financiera, en la que cada agente económico está seducido por el reino del mercado, y se persuade de que es necesaria una lucha legítima en la que se impondrá la ley de la oferta y la demanda para asignar de manera óptima los recursos, los bienes y servicios, así como los capitales. Esta civilización del capital ha dejado un lastre de víctimas, de ganadores y perdedores; la estela del dinamismo del capital ha llevado a un conflicto tal, que los seres humanos viven como si esta guerra fuera su estado natural, en una especie de “Bellum omnium contra omnes” (“Guerra de todos contra todos”) y “Homo homini lupus est” (“El hombre es un lobo para el hombre”).
Hay que encadenar al monstruo del Leviatán, o del mercado, con las cadenas políticas del Estado y la Sociedad Civil. Es tiempo de domesticar al Leviatán y dar lugar a una nueva etapa de la historia que sea fundada en la justicia y esté orientada a la construcción de la civilización ecológica. Es tiempo de restañar la dignidad humana, a la cual debe estar subordinado el Leviatán del reino del mercado, y de que se imponga el reino de la fraternidad, la justicia, el “Reinado de Dios”.
5º) Promover una ecología integral con una práctica económica y financiera que no se reduzca a la búsqueda de la mayor utilidad a costa del medio ambiente.
El Papa habla de una ecología ambiental, económica y social. Rompe la lógica del mercado que se centra solo en la explotación y la utilidad de los recursos naturales. Dicho planteamiento nos invita a ser conscientes de que somos parte del medio ambiente/madre tierra y éste se convierte en fuente de vida y desarrollo.
No obstante, el crecimiento económico y el progreso necesitan la visión de conjunto de las diversas dimensiones del ser humano, incluso la parte institucional: “Hoy el análisis de los problemas ambientales es inseparable del análisis del contexto humano, familiar, laboral, urbano, y de las relaciones de cada persona consigo misma, que genera un determinado modo de relacionarse con los otros y con el ambiente” (LS, N° 141).
La encíclica destaca que un modo extraordinario para aprender a vivir en armonía y comunión con la cultura es recuperar la fortaleza de la pluralidad étnica y las culturas ancestrales, que conviven con la naturaleza sin abusar de ella, y al mismo tiempo cuidándola. Una visión integral de la ecología apunta a promover el bien común como principio y fundamento de la ética social. El bien común se constituye en proyecto personal y comunitario para superar el individualismo y el utilitarismo del mercado. Pues, una ecología integral se logra con una práctica económica y financiera que no se reduzca a la búsqueda del mayor beneficio, la mayor utilidad a costa del medio ambiente (LS, N°159).
Desde esta perspectiva, es importante fortalecer las redes institucionales que afronten el problema en el contexto de la crisis de la pérdida de poder de los estados nacionales ante el dinamismo de los mercados y la revolución del consumo, que activa la producción sin límites. Sin embargo, la política no debe someterse a la economía; tanto la política como la economía deben entrar en diálogo y ponerse al servicio de la vida (LS, N° 189).
La crisis ecológica es un momento oportuno para aprender de las crisis del mercado, como la ocurrida en los años 2007-2008. Es una ocasión para crear una nueva modalidad de progreso y desarrollo sostenible que ayude a la conservación del medio ambiente (LS, N° 191). Esta oportunidad nos posiciona ante las posibilidades de descubrir de manera creativa y novedosa nuevas fuentes de empleo (LS, N° 158).
Ya hemos subrayado que la disparidad existente en el modelo de crecimiento y desarrollo actual divide la población entre los que tienen y acumulan, que son quienes han propiciado el mayor grado de deterioro medioambiental, y los que viven indignamente. Desde esta perspectiva, no podemos eludir la necesidad de vivir con sobriedad, disminuir el consumo propio de energía y mejorar las condiciones de su uso (LS, N° 193).
Asumir una postura responsable ante la crisis ecológica es fundamental, porque se trata de cuidar la casa común en la que todos vivimos; se trata de sentir que constituimos parte de la ecología desde una perspectiva integral, y que necesitamos una conciencia para formar parte de una nueva ciudadanía ecológica:
Sin embargo, esta educación, llamada a crear una “ciudadanía ecológica”, a veces se limita a informar y no logra desarrollar hábitos. La existencia de leyes y normas no es suficiente a largo plazo para limitar los malos comportamientos, aun cuando exista un control efectivo. Para que la norma jurídica produzca efectos importantes y duraderos, es necesario que la mayor parte de los miembros de la sociedad la haya aceptado a partir de motivaciones adecuadas, y que reaccione desde una transformación personal. Sólo a partir del cultivo de sólidas virtudes es posible la donación de sí en un compromiso ecológico (LS, N° 211).
La educación ciudadana para el cuidado responsable del ambiente lleva a una convivencia con la naturaleza que se traduce en acciones concretas como: evitar el uso de material plástico y de papel, reducir el consumo de agua, separar los residuos, cocinar sólo lo que razonablemente se podrá comer, tratar con cuidado a los demás seres vivos, utilizar transporte público o compartir un mismo vehículo entre varias personas, plantar árboles, apagar las luces innecesarias. El hecho de reutilizar algo en lugar de desecharlo rápidamente, a partir de profundas motivaciones, puede ser un acto de amor que exprese nuestra propia dignidad (LS, N° 211).
6º) Algunas medidas prácticas que pueden iluminar para dar lugar a las acciones que busquen el cuidado del medio ambiente.
La preocupación suscitada por el problema ecológico es porque tenemos una responsabilidad de cara al futuro, a las futuras generaciones. El problema ecológico es global y debe ser solucionado a través de un consenso de las naciones articulando una política internacional de conjunto. Por esta razón, el Papa anima a la búsqueda de soluciones concretas. Por ejemplo, desarrollar un programa de agricultura sostenible y diversificada, de formas renovables y poco contaminantes de energía, fomentar una mayor eficiencia energética, y para ello sugiere el empleo de la ciencia y la técnica para lograrlo, promover una gestión más adecuada de los recursos forestales y marinos, asegurar el acceso de todos los seres humanos al agua potable. Además, propone la sustitución progresiva de los combustibles fósiles, el carbón y el gas, por energía renovable que es menos contaminante que el uso de estos combustibles (LS, N° 26, N° 164, N° 165).
También propone la conservación de reservas naturales bien definidas por su riqueza en la variedad de especies y su importancia para el ecosistema mundial, o lugares que constituyen una reserva significativa de agua para asegurar la vida de la especie humana (LS, N° 37). Propone el uso racional de los recursos, la relación con la naturaleza desarrollando programas de sostenibilidad, limitar el consumo de energía no renovable en los países más desarrollados (LS, N° 51, N° 52).
Todas estas acciones suponen una conversión ecológica; desde la fe cristiana, el mundo se convierte en un lugar privilegiado para el encuentro con Jesús. Esto nos interpela a los cristianos y cristianas, porque existimos muchos cristianos que nos despreocupamos de la crisis ecológica, y otros somos muy pasivos e incoherentes. Necesitamos una verdadera conversión ecológica: “que implica dejar brotar todas las consecuencias de su encuentro con Jesucristo en las relaciones con el mundo que los rodea. Vivir la vocación de ser protectores de la obra de Dios es parte esencial de una existencia virtuosa, no consiste en algo opcional ni en un aspecto secundario de la experiencia cristiana” (LS, 217).
Transformar el corazón actualizando la espiritualidad de San Francisco de Asís. No basta solo la conversión personal, se necesita una conversión comunitaria (LS, N° 219), viviendo la dimensión de la gratuidad por el don de la creación. Esto nos permite gustar internamente las cosas creadas, con austeridad, agradeciendo las posibilidades que nos da la vida, sin caer en la trampa de la dinámica del dominio y de la acumulación de placeres (LS, N° 222). Una sobriedad vivida con libertad y ciencia es liberadora.
La naturaleza está llena de palabras de amor. Se trata de lograr un equilibrio interior para vivenciar la paz y lograr el bien común. Desde la fe cristiana, Jesús es el modelo de estar presente plenamente en la naturaleza y las personas, nos muestra el camino para superar la ansiedad enferma que nos hace superficiales, agresivos y consumidores desenfrenados (LS, N° 226).
El cuidado de la naturaleza es parte de un estilo de vida que implica la capacidad de vivir juntos y en comunión, de construir una fraternidad universal (LS, N° 228). Una ecología integral rompe el círculo infernal de la violencia y nos hace más hermanos y hermanas unos con otros (LS, N° 230).
En este contexto, el Papa Francisco nos dice que el amor social es la condición necesaria para alcanzar el bien común que debe expresarse en todas las relaciones sociales (LS, N° 231). Finalmente, su mensaje expresa que el universo es obra creadora de Dios, la cual ha sido creada en comunión de amor trinitario y en perfecta solidaridad (LS, N° 238).
Algunas aplicaciones necesarias para nuestra Honduras
La encíclica plantea problemas graves de la ecología producto de una praxis económica, empresarial y financiera que ha aplicado una racionalidad instrumental con finalidades de optimizar las utilidades y los beneficios, sin considerar los costos ecológicos.
No puede existir una economía sin política, ni un mercado sin Estado, ni tampoco Estado sin la sociedad civil. La política debe asumir el reto de romper el círculo perverso de la destrucción del medioambiente (LS, N° 197). Tanto la política como la economía requieren un diálogo para asumir la visión conjunta ante el problema de la crisis ecológica y el impacto de esta en los sectores sociales más vulnerables.
La encíclica nos propone muchas acciones concretas que pueden ser asumidas por las políticas gubernamentales. Por ejemplo, el ministerio de salud podría diseñar planes estratégicos para el cuidado del medio ambiente y la salud preventiva, junto con el ministerio del medio ambiente y el de educación.
También, en la Iglesia Católica se pueden evaluar los planes estratégicos para impulsar acciones concretas o reorientar proyectos en marcha; asimismo, se pueden realizar acciones conjuntas ecuménicas coherentes con el compromiso eclesial del diálogo interreligioso y la praxis de la pastoral social.
El Papa Francisco dedicó el día 01 de septiembre de 2015 a una jornada para orar en la eucaristía y en distintos contextos con la Iglesia Ortodoxa. Cada 01 de septiembre se celebrará la Jornada Mundial de Oración dedicada al “Cuidado de la Creación”, establecida así por el Papa Francisco en consonancia con el tema tratado en su encíclica Laudato Si´ sobre el cuidado de la casa común. Este es un signo ecuménico importante, porque podemos hacer lo mismo en Honduras, constituyendo una red de acciones concretas y eficaces con todas las iglesias o credos religiosos del país.
La dimensión política también es un espacio extraordinario para articular un trabajo en red con la participación ampliada de instituciones no gubernamentales de la sociedad civil, instituciones privadas y del Estado. Algunas medidas prácticas, posibles de realizar, podrían ser: educar y, desde la Secretaría de Agricultura impulsar un programa para el consumo justo y necesario de productos locales, principalmente aquellos cuyos procedimientos están en armonía con la madre tierra, libres de químicos que dañan la salud humana y la fertilidad de la tierra. En este sentido, la apuesta política “Vamos a la Milpa”[11] propone volver a nuestras raíces, a la diversificación de cultivos, a la recuperación de las semillas criollas y el uso de abonos orgánicos que garanticen salud, mejor calidad de vida, y la sostenibilidad de la madre tierra. Es decir, poner al servicio del bien común nuestras habilidades, capacidades y posibilidades que nos permitan tener una mejor vida.
Se trata del consumo responsable de productos elaborados amistosamente con el medioambiente, que son el resultado de recursos y procedimientos industriales que benefician tanto al consumidor final como a los ecosistemas, a la naturaleza (LS, N° 206). Esta es una práctica responsable del consumo que obliga a las empresas y a los productores al cuidado de la naturaleza. Hacer signos proféticos sociales y culturales como el reciclaje familiar, el saneamiento social de las fuentes de agua, como el río Motagua, el río Ulúa y todos los ríos que están contaminados en el país; poner límites a la construcción privada en áreas protegidas y zonas verdes que garantizan el futuro de la sociedad. La encíclica Laudato Si´ es inspiradora, y vale la pena que sea tomada muy en cuenta para el cuidado de nuestra casa común con creatividad que, para nosotros, es nuestro querido país.
[1] Cfr., https://eric-sj.org/dd-hh/jeannette-kawas-primera-martir-ambientalista-en-honduras/
[2] Cfr. La Prensa, San Pedro Sula, 30 de septiembre 2022, p. 3.
[3] Ibíd., p. 2.
[4] Papa Francisco, Laudato Si’, Ancora Editrice, Milano, Italia, 2015, N° 106.
[5] Cfr. https://www.iberdrola.com/sostenibilidad/acuerdos-internacionales-sobre-el-cambio-climatico
[6] Cfr. Ildefonso Camacho, José L. Fernández, Josep Miralles. 2002. Ética de la Empresa. Bilbao: Desclée De Brouwer, S.A., p. 248.
[7] Cfr. Concilio Vaticano II, Constitución Pastoral Gaudium et Spes, N° 1.
[8] Cfr. Fabre, R. G. 2005. Ética y Economía. Bilbao: Desclée De Brouwer, S.A., p. 39.
[9] Papa Francisco, Laudato Si’, op. cit., N° 106.
[10] Ver en el siguiente enlace de la revista Promotio Iustitiae, N° 130, 2020/2, el artículo: Pandemia y autoritarismo, pp. 42 – 48: file:///C:/Users/German%20Rosa/OneDrive/Escritorio/LEVIAT%C3%81N%20PROMOTIO%20ET%20JUSTITIA%20130.pdf
[11] Campaña Vamos a la Milpa, https://www.facebook.com/watch/?v=321124068948183
*Director de Radio Progreso y del Equipo de Reflexión, Investigación y Comunicación de la Compañía de Jesús (ERIC-SJ).