Monseñor Romero: 45 años con su voz en nuestro andar

En estos tiempos de Trump y sus súper ricos, y cuando la democracia es la gran ausente en la elección de los gobiernos del planeta, más se agiganta la palabra y el testimonio de Monseñor Romero, santo, profeta y mártir de la Iglesia y de los pueblos.

El asunto de fondo no es que Monseñor Romero haya sido elevado a los altares. La Iglesia, con el Papa Francisco, lo que hizo fue oficializar esa devoción; es decir, canonizar, llevar a los altares a quien millones de personas le han rezado como lo fue desde siempre: San Romero, profeta, pastor y mártir.

Monseñor Romero fue un hombre de Dios que desde su identidad de pastor supo ser fiel a la Iglesia desde la escucha y cercanía al sufrimiento de la gente pobre y perseguida por la represión, y supo situar su misión como guía y pastor de la Iglesia a la altura de las circunstancias históricas y extraordinarias de El Salvador de aquellos años del siglo veinte.

Monseñor Romero está en los altares, pero su vida y su palabra profética trascienden los altares y el ámbito eclesiástico. Su servicio está donde se juega la suerte de los pobres, donde los derechos humanos se definen, como lo dijo el mártir jesuita Ignacio Ellacuría, a partir de la lucha radical entre la vida y la muerte. 

Bien sabemos que hoy Trump simboliza los extremismos del imperio que mata la esperanza de los pobres. Hoy son mucho más radicales las ofertas que buscan reducir la pobreza o los conflictos agrarios y mineros, o que buscan dar gobiernos autoritarios a cambio de migajas. Todas son ofertas que en el fondo buscan hacer cambios sin tocar ninguna de las raíces productoras de la desigualdad y la injusticia. 

En este 45 aniversario del martirio de San Óscar Romero, su palabra y testimonio son una invitación generosa a todas las personas que sienten simpatía o devoción por su persona, a que sepamos ser fieles al Evangelio de Jesucristo, a la Iglesia y a los pobres, no solo haciendo buenas obras que ayuden a los pobres y oprimidos, sino a defender sus derechos. Bien lo dijo Él con claridad y firmeza: «Antes de hacer caridades baratas, revisemos nuestra justicia social». 

No tener conflictos con las élites expertas en encantar con sus discursos, promesas y piedades, es muy mala señal si es que nos queremos llamar hoy en día seguidores de Jesucristo a través de la fidelidad a Monseñor Romero. Hoy en día es imposible llamarse seguidor de Monseñor Romero y defender la causa de los pobres sin tener conflictos con las élites pudientes, porque ellas encarnan en la actualidad a los dioses del poder y del dinero. 

Sin duda, hoy, 45 años después, San Óscar Romero lleva de la mano a Juan López como su discípulo amado de la Iglesia y los pueblos.


Radio Progreso y ERIC-SJ

24 de marzo de 2025

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