Marvin Barahona *

Este artículo aborda el fenómeno de la violencia social, focalizando la atención en el testimonio de las víctimas indirectas: es decir, de los familiares de los asesinados. Por otra parte, aquí no se abordan las soluciones, pues estas se acumulan y engavetan, llenas de buenas intenciones y promesas que, hasta la fecha, no se han cumplido.

Introducción

En 2006, con motivo de la preparación del Informe de Desarrollo Humano de ese año, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) emitió un comunicado de prensa que reflejaba la situación de la seguridad ciudadana en Honduras, en un momento en que todavía parecía posible detener el crecimiento de la violencia social.

Enfáticamente, el comunicado señalaba:

La seguridad es tarea de todos y todas, pero también una clara responsabilidad del Estado, mediante la definición de políticas que permitan avanzar con claridad en el combate de la delincuencia y al mismo tiempo en la articulación de iniciativas que posibiliten ejercer plenamente los derechos ciudadanos. De esta forma, es necesario avanzar en agendas proactivas que contribuyan a disminuir los procesos de exclusión, el debilitamiento de la cohesión social y el aumento de la violencia en el país[1].

El Informe, orientado “Hacia la expansión de la ciudadanía”, manifestaba preocupaciones similares a las que la ciudadanía y la sociedad civil hondureña expresan hoy, a casi 20 años de su publicación. Un obstáculo fundamental para la construcción de ciudadanía y la defensa de los derechos humanos, ayer como ahora, sigue siendo la violencia social y la inseguridad ciudadana asociada con esta. “A medida que la violencia se hace más extrema, esta va abarcando a todos los estratos sociales”, aseveraba el comunicado. Y recordaba que “La relación entre participación ciudadana en el espacio público y victimización es especialmente relevante. Aquellos que han sido víctimas directas o indirectas de la violencia e inseguridad, presentan niveles de menor participación a los de aquellos que reportan no haber sido víctimas”[2]. Desde esta perspectiva, destacaba que:

Otro aspecto de la discriminación asociada a la violencia e inseguridad, radica en el hecho que la percepción ciudadana relaciona el delito con la figura omnipresente del marero: personaje identificado como joven de barrios populares que utiliza la violencia de forma desmedida y es causante, prácticamente, de todos los delitos que ocurren en el país. (…) Adicionalmente, invisibiliza fenómenos delictuales que no se vinculan con las acciones de las pandillas en el país y que podrían ser responsabilidad de otros sectores[3].

Este artículo aborda el fenómeno de la violencia social desde la complejidad planteada en 2006, también vinculada a la figura del ciudadano y sus derechos, pero focalizando la atención en el testimonio de las víctimas indirectas de las consecuencias de la violencia; es decir de las familias de los asesinados, tal y como se reflejó en la intermediación realizada por los medios de comunicación en Honduras y fuera de esta.

La concentración de la atención en las víctimas y sus familias, así como en sus orígenes socioculturales, contribuye a revelar una intimidad que de otra forma no habría salido a la luz. Este acto de “cercanía” posibilita la aparición de otras figuras, además del victimario y sus víctimas, el Estado y la ciudadanía: el horror y la resignación por la falta de justicia.

En la dimensión del conocimiento del fenómeno, los estudios de la violencia social y la perspectiva de la Victimología, el derecho y la historia local, contribuyen en conjunto a desentrañar un fenómeno que, de 2004 a 2022, produjo más de 86 mil víctimas, en mayoría hombres adultos y un 10% de mujeres, así como de niños y niñas. Alrededor del 95% de estos casos se encuentran en la impunidad[4].

Por otra parte, este artículo no aborda las soluciones, prefiriendo destacar que estas se acumulan y engavetan, llenas de buenas intenciones, de entusiasmo y promesas que hasta la fecha no se han cumplido. Un ejemplo es la Política Integral de Convivencia y Seguridad Ciudadana para Honduras 2011-2022, propuesta en el gobierno del presidente Porfirio Lobo Sosa (2010-2014).

En su parte medular, esta proponía “la creación de un sistema de seguridad y convivencia ciudadana (…) y poner en funcionamiento el Consejo Nacional de Seguridad Ciudadana…”[5], como ejecutor de dicha política. Lo que se esperaba de su aplicación se expresaba en la afirmación siguiente que, además, reconocía la urgencia de la demanda ciudadana cuando la política fue presentada:

Esta Política Integral es un llamado a la acción. La solución al fenómeno de inseguridad que afecta a Honduras no da espera. ¡Por una Honduras más Segura con Paz y Convivencia!, es el reclamo generalizado de la ciudadanía que no quiere ver que se sigan perdiendo vidas humanas…[6].

Este artículo se basa en tres casos, de diferente índole y ocurridos en lugares distantes entre sí, abordados más como una pauta que como una excepción. Todos tuvieron lugar en marzo de 2023 y provocaron alarma y preocupación en la ciudadanía y en los medios de comunicación, dentro y fuera de Honduras.

En el primero hubo seis víctimas, migrantes hondureños en México; en el segundo fueron siete las víctimas, ejecutadas en un modesto hotel de la capital hondureña; y en el tercero las víctimas aumentaron a nueve, la mayoría de una misma familia dedicada al cultivo del café, en un área montañosa del municipio de Comayagua.

Las autoridades han informado de la captura de sicarios, a falta de información sobre los autores intelectuales. La violencia y su impunidad siguen siendo parte de un círculo, cuyas partes están sólidamente interconectadas. En este contexto, si la vida cotidiana de Honduras se leyera como un texto, la violencia ocuparía el lugar de las ilustraciones. Y el conocimiento, que debiera ser aportado por la investigación criminal, sería las páginas en blanco.

1.     Un incendio mata a 40 migrantes en México

El 27 de marzo de 2023, seis migrantes hondureños fallecieron en el incendio de una Estación Provisional del Instituto Nacional de Migración (INM) en Ciudad Juárez, Chihuahua, México. En total, fueron 40 los migrantes fallecidos, 17 de ellos guatemaltecos, siete salvadoreños, siete venezolanos, seis hondureños y un colombiano. A diario, los medios de comunicación, nacionales e internacionales, fueron dando cuenta de lo sucedido, refiriéndose a lo que pronto sería conocida como una tragedia que conmocionó a varios países latinoamericanos.

El día siguiente a la tragedia, lacónicamente La Jornada de México titulaba en su primera página: “Perecen 37 migrantes en incendio de estación del INM en Chihuahua”[7]. En Argentina, el encabezado de Infobae fue rotundo y apuntó directamente al hecho premeditado: “Incendio en Ciudad Juárez: el momento en que se desató la tragedia y dejaron encerrados a migrantes”[8].

Se refería a un vídeo incluido en su edición digital, en el que “Aunque no se aprecia con detalle el origen del incendio, se puede ver cómo a espaldas de un escritorio algo explotó y enseguida empezó a sacar humo y llamas. Seguido de ello, un guardia de seguridad que se encontraba cerca del origen del incendio salió caminando del lugar y, en apariencia, se ve que notifica la situación al personal, ya que se dirigió a una puerta y permaneció ahí por unos instantes.

“Mientras tanto, las personas migrantes empezaron a arrojar cosas aparentemente para apagar las llamas; las imágenes captaron la desesperación de las personas por salir del lugar, pues se acercaron a la puerta enrejada para dialogar con el personal de seguridad, otros más se aislaron del fuego, pero fueron ignorados por el personal del centro migratorio. (…) También se alcanza a apreciar cómo salió otro guardia de seguridad, pero en lugar de atender el incendio solo pasó de largo y se fue. Por su parte, dentro de la recámara enrejada se notó cómo los migrantes intentaron forcejear las rejas para salir, pues el humo se notaba más y se notaba su desesperación por salir. (…) El mismo guardia que vio el inicio del incendio apareció por última vez en las imágenes y se vio cómo abandonó el lugar pese a que los migrantes seguían encerrados y el fuego avanzaba. En cuanto evacuó el lugar, las llamas se expandieron y el humo limitó la visibilidad de la cámara”[9].

Por su parte, BBC Mundo, de Londres, resumió el catastrófico evento en un reporte fechado el 01 de mayo, recordando que: “Asimismo, se informó que se presentaron documentos que probarían que el funcionario conocía las malas condiciones del centro de detención incendiado, donde los migrantes estaban hacinados y encerrados en una celda cuyas llaves no fueron localizadas en el momento del incendio”.

Comentó que “Imágenes de CCTV publicadas después del incendio parecen mostrar a los guardias del centro alejándose sin abrir las puertas de la celda donde están los migrantes mientras el fuego se propaga”. Y concluye informando que “Las autoridades mexicanas señalaron que un migrante provocó el incendio al prender fuego a un colchón en protesta por las malas condiciones en las que estaban recluidos. El migrante sospechoso de iniciar el incendio y cuatro guardias fueron detenidos y están siendo investigados por posible homicidio”[10].

Dos meses después de la tragedia, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, sostuvo que lo ocurrido el 27 de marzo en una Estación del INM en Ciudad Juárez, donde murieron los 40 migrantes, fue una “tragedia muy lamentable”. López Obrador afirmó: “No soy partidario de que se oculte la información, no sé por qué lo hicieron, voy a preguntar para que se permita toda la información”. Una decena de personas fueron detenidas y el director del INM, Francisco Garduño, fue vinculado a proceso porque la Fiscalía General de la República (FGR) lo acusa de omisión de funciones, pero se mantiene en libertad y sin renunciar a su cargo[11].

Los hondureños fallecidos en el incendio, ¿quiénes eran?

El 11 de abril, tras la llegada a Honduras de los féretros con los seis hondureños fallecidos durante la tragedia, “… las familias en las zonas de donde eran originarios los malogrados migrantes preparaban sus casas, con altares y ceremonias religiosas, para darles entre hoy y mañana cristiana sepultura”[12]. Fueron identificados como Edin Josué Umaña Madrid, de 26 años, originario de Protección, Santa Bárbara; José Ángel Ceballos Molina, de 21 años, residente en Choluteca; Óscar Danilo Serrano Ramírez, de 37 años, originario de La Virtud, Lempira; Dikson Arón Córdova Perdomo, de 30 años, originario de Protección, Santa Bárbara; Jesús Adony Alvarado Madrid, de 32 años, también originario de Protección, Santa Bárbara; y Alis Dagoberto Santos López, de 42 años.

Tres de ellos eran originarios del municipio de Protección, ubicado en el departamento occidental de Santa Bárbara, lugar donde se concentró la atención de los medios de comunicación. Los lugares geográficos mencionados en los relatos periodísticos alcanzaron mayor relevancia y simbolismo a la luz de los acontecimientos que condujeron a la muerte de los migrantes en Ciudad Juárez, y la narrativa que se construyó localmente alrededor de este hecho, creó un vínculo con la memoria colectiva.

El municipio de Protección, creado en 1927, es el primero en llamar la atención por el significado de su nombre. Según el Diccionario de Oxford Languages, protección es una palabra femenina que indica la “acción de proteger o impedir que una persona o cosa reciba daño o que llegue hasta ella algo que lo produzca”. Significa, además, “Ayuda para que una persona o una cosa esté en buenas condiciones”[13].

Los fallecidos estaban asentados en este municipio, pero no en su cabecera; residían en la aldea Nuevo Porvenir, con todo lo que se puede imaginar respecto del origen histórico de este nombre, sobre todo en cuanto a las expectativas que sus primeros habitantes pudieron haber cifrado en una nueva vida para sus familias y su disposición a mejorarla en un nuevo poblado.

De ahí eran Edin Josué Umaña, Dikson Arón Córdova y Jesús Adony Alvarado, vecinos y amigos desde su infancia, sorprendidos por la muerte el 27 de marzo en su intento por encontrar un nuevo porvenir en otra geografía. Salieron hacia los Estados Unidos “con muchos sueños, empujados por la pobreza y la ilusión de sacar a sus familias adelante”[14], señaló un periódico de la capital hondureña.

De su esfuerzo en sacrificarlo todo en aras de mejorar la situación de vida de sus familias no cabía duda: “Dickson Arón Córdova dejó una niña que dependía económicamente de él, Jesús Adony Alvarado dejó a su esposa embarazada y otra pequeña hija, y Edin Josué Umaña se fue con la promesa de enviar dinero a su humilde madre para su tratamiento contra la diabetes”.

Pero las consecuencias de sus muertes traspasaron los límites de sus buenos deseos y las expectativas de sus parientes, retornando sin vida a la realidad ya conocida, de la que no pudieron escapar por mucho tiempo. Las consecuencias inmediatas se centran en el desamparo de sus familias. Una nota periodística lo resumía así:

Las tres familias de la aldea Nuevo Porvenir, en Protección, Santa Bárbara, se quedaron sin los hombres que les llevaban el sustento y que emigraron con el sueño de apoyarles para que todos pudieran vivir mejor.

Las consecuencias siguientes aparecieron como un agobio, por representar una carga aún más pesada y por quedar las familias a discreción de los fiadores de los fallecidos. Para emprender su viaje a los EUA, acompañados por un “coyote”, tuvieron que endeudarse. “Cada uno pagó $ 16,000 para llegar a su destino. Los tres adquirieron préstamos”.

Otros dos pobladores de la comunidad, Cristhian Javier Carranza Toro y Juan Carlos Tróchez, sobrevivieron a la tragedia con otros seis migrantes. Samuel Carranza, padre de Cristhian y vecino del municipio de Naranjito en Santa Bárbara, “contó la delicada situación en la que se encuentra su hijo, que también emigró dejando a su esposa embarazada y hoy sigue debatiéndose entre la vida y la muerte, es uno de los que está intubado”. También pagó $ 16 mil al coyote que lo trasladaría hasta los EUA: “la primera mitad fue pagada en la terminal de buses de San Pedro Sula, y la segunda en México”, según dieron a conocer los familiares a la prensa el día de la exhumación.

Del sueño americano a la memoria prometida

Fueron enterrados en el cementerio La Laguna de Nuevo Porvenir, acompañados por un largo cortejo fúnebre. Un medio de comunicación describió la dolorosa escena de su despedida: “Una caravana humana recorrió el polvoriento camino de terracería que condujo a los jóvenes hasta su última morada”[15].

En el último adiós a los jóvenes, pobladores de la comunidad escribieron en una pancarta: “No se muere quien se va, solo muere el que se olvida”. Esta reivindicación conjunta de la vida y la memoria, se fusionó en ese momento con la exigencia de justicia dirigida a las autoridades mexicanas. El reclamo se fundamenta en que los fallecidos estaban bajo su custodia cuando resultaron víctimas del incendio en Ciudad Juárez, sin recibir ningún auxilio de sus guardianes[16].

Las escenas en el camino al cementerio, la compasión y empatía de las familias y la comunidad, forman parte de un ritual relacionado con la tradición y las firmes raíces comunitarias en el cristianismo y la religiosidad popular hondureña. Según una obra reciente sobre la historia del horror,

El antropólogo Clifford Geertz define el ritual como “conducta consagrada” y sugiere que la mejor forma de interpretar los rituales religiosos públicos o elaborados es como “representaciones culturales”, que, de forma simultánea, no solo proporcionan modelos de una realidad externa o social (reflejan la realidad) sino también para esa realidad (modelan la realidad)[17].

Así, llegan a visibilizar, según los hechos descritos, la estrecha relación que existe entre cultura, religión y horror ante una muerte atroz.

En cuanto al contenido de la pancarta exhibida en el cementerio, el vínculo estrecho se establece con la memoria y el proceso de construcción de la conciencia y la memoria colectiva; según el profesor Javier Gorrais:

A través de la escritura pensamos nuestra responsabilidad sobre el pasado y reflexionamos sobre la condición humana; en esa comunicación, la literatura nutre al testimonio y lo lleva a franquear los límites y restricciones del discurso histórico. Los textos sobre hechos que sobrepasan la imaginación muestran la huella indeleble que el horror dejó en las memorias de las víctimas y evidencian la necesidad de contar y escribir. La escritura guarda la experiencia individual del sujeto, mas el fin es evocar una consciencia colectiva e histórica, que el escritor transforma en literatura para comprender los acontecimientos. Así, ficcionaliza los sucesos y evita que los fenómenos mueran con la muerte de los sobrevivientes[18].

Protección y su historia

La historia de Protección no dista mucho de la que presentan otros municipios de Honduras. Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), en el Censo de Población de 1887, Protección aparecía como aldea de Naranjito; el municipio fue creado hasta en 1927. Su extensión territorial aproximada es de 148 km².

En el último Censo Nacional de Población y Vivienda (2013), aparece conformado por 14 aldeas y 85 caseríos. Su población, proyectada al año 2019, era de 17,615 habitantes, compuesta por 8,983 hombres y 8,632 mujeres. En el área urbana se registraban 3,373 personas y 14,242 en el área rural. El 88% se dedicaba a la agricultura, ganadería, silvicultura y pesca. Cinco años antes del Censo Nacional de 2013, el 6% de la población residía en otro lugar del país. La principal fuente de obtención del agua es el sistema privado, con 72%. Las viviendas tienen como principal fuente de alumbrado la electricidad del sistema público, en un 59%. Sin embargo, la principal fuente para cocinar es la leña, en el 96% de los casos.

En 2013, el 59% de la población contaba con un nivel educativo “de Básica”. En el mismo año, el 57% de los establecimientos económicos del municipio pertenecían al “sector comercio”, al por mayor y al por menor, y la reparación de vehículos. El 8% de los hogares contaba con automóvil propio[19]. Este es el mundo en que nacieron y crecieron los tres migrantes fallecidos en el incendio de Ciudad Juárez. Según la CEPAL,

Es en este contexto, donde el territorio —entendido como un sistema de interacciones sociales históricamente estructuradas y en constante evolución— adquiere un rol vital para comprender los procesos concretos en que intervienen los nuevos factores del desarrollo. (…) Asimismo, en el otro extremo del espectro, un número considerable de territorios no logran salir de la trampa del estancamiento, caracterizada por altos niveles de pobreza de singular persistencia. Se dan allí sistemas de relaciones sociales, caracterizados por una estructura histórica, que perpetúan y ahondan el rezago económico y social, y reclaman nuevas relaciones sistémicas para revertirse[20].

Esa es la situación de Protección, a escasos cuatro años de cumplir un siglo de su constitución como municipio.

Casi dos mil muertos en la ruta migratoria

Un equipo de La Prensa Premium indagó la tragedia de miles de migrantes en la ruta migratoria hacia los Estados Unidos, señalando que los accidentes, secuestros, deshidratación, insolación y muerte son “algunas de las experiencias terroríficas a las que se han expuesto todos los migrantes hondureños que emprendieron el riesgoso viaje en busca del ´sueño americano´”. Y agrega:

Las historias son innumerables, cada uno de los migrantes tiene su propio testimonio y no todos narran con detalle lo que pasó. Mientras las familias sufrieron en silencio, a distancia, por el peligro que el viaje conlleva, los compatriotas se aferraron a la fe y a la esperanza para llegar “al norte”.

Lo primero es “apoyar a la familia y seguir adelante”, según coincide en señalar la mayoría de los entrevistados. La Cancillería hondureña recibió 1,878 solicitudes de asistencia a ciudadanos hondureños que murieron en la ruta migratoria a los EUA, desde 2017 a 2022. De estos, 1,317 eran hombres y 563 mujeres.

Según uno de los relatos publicados por diario La Prensa de San Pedro Sula, obtenido de un pariente de una de las víctimas, “Me mandó un audio de angustia y me dijo que ya no aguantaba… faltaba menos de cinco horas para llegar”. Su cuerpo quedó en el desierto de McAllen, Texas. “Murió por insolación, según la autopsia”. Desde ese momento, su familia se asimiló a sí misma también como una víctima: “La familia se refugió en Dios, y así han logrado asimilar la pérdida, ahora solo quedan los recuerdos que perdurarán para siempre de ese fatídico 12 de julio”[21].

2.     Mediodía sangriento en la capital

La violencia sigue presente en las principales ciudades de Honduras. A inicios de marzo le tocó el turno de una sonada masacre a la ciudad de Comayagüela que, con Tegucigalpa, conforma el Distrito Central; juntas constituyen la capital del país.

La descripción del escenario de la matanza relata que fue en una vetusta pensión de la Séptima Avenida de Comayagüela, cuya edificación revela las cicatrices que el tiempo había impreso en su caparazón mucho antes del acto criminal:

Celosías quebradas, portones despedazados, suciedad en su fachada, harapos de cortinas, pisos destruidos, puertas en proceso de reparación y baños destrozados –y no precisamente limpios– son parte de lo que se puede observar en un lugar donde se movían fuertes cantidades de dinero producto de la prostitución y venta de droga.

Antes de estar “rodeado por un manto de misterio”, el Hotel Venecia había sucumbido a las inundaciones provocadas por el huracán Mitch que arrasó una parte de la ciudad y aniquiló a centenares de sus habitantes en 1998. A más de un cuarto de siglo de aquel fenómeno, “la estructura aún mantiene vestigios de cómo el agua del río Choluteca entró entre sus paredes dejando marcas internas y externas”.

Ubicado en el tradicional barrio Concepción, “El edificio parece más un inmueble abandonado, el tiempo se detuvo sin que nadie le brindara mantenimiento o alguna inversión”. Este fue el escenario propicio para que se produjera una matanza, que “dejó siete víctimas el pasado 4 de marzo y que acaparó la atención de Honduras”[22].

Los residentes y sus vidas

“Todos eran vecinos, compartían la misma profesión y su cercanía los había convertido en una familia”, indicaba un reporte periodístico que se refería al hecho de que la mayoría eran personas trabajadoras sexuales. Una de ellas, de 27 años y originaria del municipio de Duyure, Choluteca, “Fue la primera persona en ser encañonada en el portón del Hotel Venecia por uno de los sicarios”. Según el mismo reporte, basado en declaraciones de los vecinos, “Era bien engreída, subidita, había tenido problemas con varios de los que vivíamos ahí, si un cliente no terminaba rápido lo sacaba del cuarto, era de su rollo”.

Otra de las víctimas, de 23 años, fue descrita como “una de las más queridas”, pese a que “tenía la fama de dejarle marcas en el cuello a sus enemigos”. De ella también se supo que “trabajaba por su pequeño hijo de unos siete años, que estaba en custodia de una fundación cercana a la zona. Siempre la pasaba, ahí al parque se lo llevaban, nunca lo metió al hotel, también le ayudaba a la mamá”.

De la siguiente víctima, de 34 años, originaria y residente de la ciudad de Comayagua, se dijo que “casi solo venía cuando ocupaba pisto, no siempre, antes sí vivía ahí, pero la mamá se la había llevado para Comayagua, venía unas tres veces al mes, alquilaba un cuarto o se quedaba en la 12 con Manuel, el hermano que también lo mataron y vivía ahí, él también brindaba servicios sexuales”.

De una víctima ocasional, de 29 años, se dijo que “solo llegaba al Hotel Venecia si Kosovo estaba ahí, él la llamaba y de volada caía”. Ese día fue uno de esos, “Kosovo y Godoy, quienes eran amigos cercanos, alquilaron la habitación 9 del Hotel Venecia, donde permanecieron tres noches en compañía de varias mujeres, consumiendo cocaína, piedras de crack, cervezas, ron y cigarrillos”. En suma,

En el Hotel Venecia al momento de la masacre había 12 personas: la recepcionista que se salvó de milagro, los siete fallecidos, una mujer acostada en la habitación número 8 y tres personas en la tercera planta, pero los sicarios no subieron hasta ese nivel.

Las víctimas rogaron por sus vidas, los ejecutores les dispararon

Fueron cinco los sicarios que entraron al Hotel Venecia: uno de ellos trató de abrir la habitación número 9, donde estaba una mujer que desesperada gritó… el tipo abrió fuego dejando dos huecos en la puerta, mientras que la muchacha se había lanzado por la ventana y cayó en la acera frente a la primera avenida. Se quebró una mano y el pie.

Según la información divulgada, eran pandilleros de la Mara 18, cuyas acciones fueron grabadas “con el moderno sistema de cámaras” del Hotel Venecia, que poseía un centro de monitoreo ubicado en la primera planta, en una pequeña oficina administrativa, con un televisor plasma. Seguía las acciones “en tiempo real”. De acuerdo con lo narrado por los presentes,

Cuando los sicarios ubicaron a Kosovo en la habitación 9, lo obligaron a él y a las demás personas a salir a un patio dentro del edificio. Gabriela y su hermano rogaron por su vida, incluso trataron de correr. (…) Una vez reunidos comenzaron los disparos y estallaron los gritos, uno quedó vivo. Con la misión cumplida, los pandilleros abandonaron la escena[23].

3.     “Vendetta” y masacre en Comayagua

Otra dimensión de las causas de la violencia y de las formas que asumen sus consecuencias y maneras de divulgación, se presentó en un pequeño poblado del municipio de Comayagua, región central de Honduras. Según una de las descripciones publicadas sobre los hechos que concluyeron en la novena masacre del año 2023, “Al pasar por un lado oscuro del caserío de La Brea, al menos 12 individuos fuertemente armados dispararon sin piedad contra todas las personas que iban en el vehículo pick-up”[24].

La noticia comenzó a configurarse a partir de información escueta, que poco a poco se fue ensanchando, a partir de fragmentos de distinta procedencia. Así se supo que “Al menos ocho personas fueron acribilladas a disparos la noche de este lunes -6 de marzo- en la aldea El Portillo de La Mora, Comayagua”. Se agregaban nuevos datos, pero los hechos y sus móviles seguían siendo confusos o eran desconocidos:

La novena masacre en lo que va de 2023 en Honduras trascendió a eso de las 7:00 de la noche, sin embargo, fue difícil que las autoridades confirmaran rápidamente la noticia, pues el hecho violento se reportó en una zona montañosa del país. Agentes de la Dirección Policial de Investigaciones (DPI) alertaron que se movilizaban a ese sector para recabar más datos.

Con el dinamismo y la celeridad que la tecnología le ha dado a la transmisión de noticias, comenzaron a circular “Imágenes difundidas en grupos de WhatsApp que mostraban cuatro cuerpos sin vida, amontonados en la parte trasera de un vehículo, tipo pick-up. Otros tres cuerpos estaban en la cabina del automóvil. También había un cadáver tirado en una calle de tierra”[25].

El 7 de marzo, CNN hacía un recuento más completo de los hechos: “Al menos nueve muertos en una masacre en el centro de Honduras”, resumía en un encabezado difundido al día siguiente de la tragedia. El lugar fue ubicado en el caserío El Portillo de la Mora, en el municipio de Comayagua, cabecera departamental y capital de la República hasta su traslado a Tegucigalpa en 1880.

Reproduciendo información facilitada por el portavoz de la Secretaría de Seguridad, Miguel Martínez Madrid, CNN indicó que de las nueve víctimas ocho eran hombres, una mujer y un menor de edad[26], y que ocho de los muertos eran de la misma familia. La reconstrucción de los hechos señaló que el grupo regresaba en un vehículo a su comunidad, procedente de la ciudad de Comayagua, cuando fue emboscado por los delincuentes.

La institución de seguridad ofreció una recompensa de casi US$ 13.000 (300 mil lempiras), a quien brindara información de los responsables del ataque. La presidenta Xiomara Castro reaccionó en sus redes sociales y pidió a la Secretaría de Seguridad resultados en las próximas 72 horas, increpando a la entidad al señalar que “no es posible que estemos bajo ataque del crimen organizado en constantes masacres y feminicidios, entre otros”. “¡Exijo contundentes acciones y resultados en las próximas 72 horas! ¡Se terminó el tiempo de espera!”[27]. La mandataria aseguró que a la Secretaría de Seguridad “se le ha dado todo lo que han pedido, incluso la aprobación del estado de excepción para combatir el crimen organizado”, una expresión ampliamente difundida por los medios de comunicación.

Por su parte, el Comisionado Nacional de los Derechos Humanos (Conadeh), en un comunicado, pidió a las autoridades realizar las investigaciones que lleven a identificar a los culpables de las masacres y se les aplique la ley. Además, indicó que el “clima de terror” que se vive en Honduras contribuye a que muchas familias se desplacen de sus lugares de residencia por temor a perder sus vidas. Según este organismo gubernamental para la protección de los derechos humanos, de 2010 a la fecha, suman cerca de 1.158 matanzas de tres o más víctimas, con al menos 4.230 homicidios. Según sus datos, más del 95% de esos casos quedan impunes.

CNN completó los antecedentes de la información divulgada por sus redes informativas, señalando que el Gobierno implementó desde diciembre de 2022 el estado de excepción parcial en varios municipios, incluyendo el Distrito Central, donde se ubican las ciudades de Tegucigalpa y Comayagüela. Según fuentes oficiales, la vigencia de la medida se amplió con el objetivo de “combatir la extorsión y los delitos conexos que cometen grupos de criminales organizados”[28].

Por su parte, el portavoz de la Policía Nacional en Comayagua confirmó que las víctimas eran hombres y que se “presume que podría ser por problemas de tierra. Estas familias son dueñas de diferentes fincas en la zona, pero se están realizando más investigaciones para tener respuestas contundentes”.

Según la información difundida sobre las probables causas de la masacre, esta habría sido provocada por una venganza dirigida, supuestamente, contra personas implicadas en el robo de ganado a una familia acaudalada de Comayagua. Un medio digital informó que “La primera hipótesis es que la masacre ocurrió como una vendetta o pleito entre familias, pero deberá ser confirmado por las investigaciones”[29].

A la vez, circulaba el rumor de que lo ocurrido era producto de una vendetta entre familias que se conocían entre sí. Según lo trascendido, “Los que iban en el carro no vendieron el ganado, a ellos les echaron la culpa, pero no tenían nada que ver con eso…”[30].

Una vez configurada por los medios la situación que concluyó en la matanza de La Brea, hacía falta una versión más cercana a los hechos, la voz que legitimara lo acontecido porque “estuvo allí”. Esta versión la relató el único sobreviviente, un joven de 30 años quien, en entrevista concedida a un medio digital, declaró:

Eran las 4:30 de la tarde. Eran entre 12 y 15 personas armadas. Yo estaba en la paila. Mataron primero al chofer que frenó y después hubo una balacera desde la derecha y los cuerpos cayeron sobre mí. Logré saltar de la paila. Me escapé. Reconocí a cuatro hombres que había visto en partidos de fútbol. Corrí una hora en el monte. Me siguieron. Llamé al 911 pero no contestaron, llamé a mi mujer, a mi padre […][31].

La muerte en el ritual comunitario

Una información más íntima de los acontecimientos fue divulgada con motivo del ritual fúnebre con el que la comunidad de vecinos honró a seis de sus caídos en la emboscada. Según Contracorriente, “Tres patrullas policiales y tres pick-up privados, acompañados por un puñado de motos, emprendieron un viaje hacia el cementerio de La Laguna. Llevaban seis de las nueve víctimas de la masacre del lunes 6 de marzo…”.

Los que se aglomeraban en silencio alrededor de los ataúdes transportados en las pailas de los pick ups, son los que habían asistido al velorio de Límber Aguilar del Cid, Miguel Aguilar del Cid, Carlos Humberto Aguilar del Cid, Henry Ismael Aguilar Del Cid, Ismael Aguilar Morales y José Aguilar Morales. Eran cuatro hermanos de entre 20 y 29 años y dos de sus tíos; todos acribillados en una vuelta de esa misma carretera de tierra. Iban de regreso a casa después de haber dejado al padre y hermano en el hospital San Felipe en Tegucigalpa, en donde iba a someterse a una cirugía.

Además, se informó que en el pick-up emboscado “iban también Rosa Delia Canales, oriunda de Corralito, y los pastores Hernán Domínguez y Edwin Anael Hernández quienes habían pedido aventón hacia la comunidad y también fueron asesinados”.

Unas 300 personas asistieron al entierro de los seis miembros de la familia Aguilar del Cid, y en la casa familiar, “aun después del entierro, las velas iluminaban un altar. Debajo de los retratos colgados en la pared, seis vasos de agua estaban cubiertos por ramas de hierba en señal de ofrenda. El olor a morfina inundaba el cuarto”.

Dionisio Aguilar, patriarca de la familia, mostró “las plantaciones de café que rodean su propiedad. Posee tres manzanas de tierra en Corralito y seis manzanas más en Torriles, donde trabajaban sus cuatro hijos y sus dos hermanos asesinados”.

Consultado por periodistas, uno de los pobladores de El Portillo de las Moras informó que “la zona era ‘sana’ y que nunca había vivido algo parecido, pero que últimamente ha empezado a haber más movimiento de personas ‘ajenas a la comunidad’”.

Se podría decir que hasta esa tarde del lunes 6 de marzo “el drama, los acontecimientos excepcionales nunca se habían detenido allí”, como escribiera Truman Capote en su clásica obra sobre los sucesos que, a mediados de noviembre de 1959, terminaron con seis vidas humanas y estremecieron a los habitantes del condado Holcomb en Kansas, Estados Unidos de América[32].

De acuerdo con lo informado por la Fiscalía de Delitos Contra la Vida de Comayagua, se “presentó requerimiento fiscal y solicitó orden de captura en contra de cuatro presuntos implicados en la masacre…(…) y mediante acciones conjuntas con la Policía Nacional se logró la captura del primer sospechoso”[33].

Entra tantas noticias de crimen y muerte en el sangriento mes de marzo de 2023, siguieron resonando las palabras de la Presidenta de la República dirigidas a los órganos de seguridad:

Todo lo que me han solicitado se los he resuelto. Control Nacional de los Centros Penitenciarios, traslado de la Fuerza Anti Maras, Dirección de Investigación e Inteligencia, Estado de excepción y ampliaciones en más del 60% del territorio nacional. No es posible que estemos bajo ataque del crimen organizado en constantes masacres y feminicidios…

En conferencia de prensa, el director general de la Policía, Gustavo Sánchez, aseveró: “Estamos trabajando fuerte, pero hay una conducta social que desestabiliza todas las estrategias que estamos implementando. Recordemos que la problemática es social, no es policial”. Añadió que en Honduras “tenemos un problema de convivencia en las zonas rurales causado por el uso de bebidas alcohólicas”[34]

Según el portavoz de la Policía de Comayagua, Norman Velásquez, el municipio de Comayagua presenta “índices de violencia con menor incidencia” y “los delitos por los que más se remiten capturados al Ministerio Público son por violencia doméstica y maltrato familiar”. De igual manera, negó que Comayagua sea un corredor de la droga, ya que “sólo se incautan pequeñas cantidades de sustancias ilícitas”. Respecto a la masacre de La Brea, aseguró que “es un tema familiar, nada de maras. Son personas que buscan arreglar problemas por sus propias manos”[35].

Comayagua en las estadísticas de la violencia

Las estadísticas publicadas por el Observatorio Regional de la Violencia de la UNAH, que abarca los departamentos de Comayagua, Intibucá y La Paz, indican que, en 2021, “un total de diez departamentos de Honduras alcanzaron tasas de homicidios por cada cien mil habitantes (pccmh) más altas que la nacional (41.7), entre ellos Comayagua (46.1)”. Es decir que, en este departamento, “la violencia supera el estándar mundial de 8.8 homicidios pccmh establecidos por la OMS”[36].

En 2021, la región central registró una tasa de homicidios de 40.6 pccmh. Los municipios de Comayagua que superaron la tasa regional fueron: San Jerónimo, El Rosario, Esquías, Las Lajas, Villa de San Antonio y Ajuterique[37]. El municipio de Comayagua, cabecera departamental, no aparece entre estos.

Por otra parte, los datos de homicidios en la región central mostraron que las armas de fuego se emplearon como el principal instrumento de muerte al sumar 60.6% (263) del total de casos. En segundo lugar el arma blanca con 27.2% (118) y el arma contundente con 30 registros[38].

De enero a diciembre de 2021, los homicidios, según posible móvil, presentaron dos modalidades dominantes: las riñas interpersonales registraron el 31.3% (136) de los casos y el 29.0% (126) corresponde a ajustes de cuentas en modalidad sicarial[39]. La suma de ambos indicadores representa el 60.3% del total, y la masacre de La Brea parece ajustarse a la segunda categoría señalada.

A manera de conclusiones

En 2008, el historiador Francisco A. Ortega destacaba tres piezas clave en el entramado de conceptos en torno de las experiencias sociales traumáticas que, en su opinión, deben ser estudiadas en conjunto; estas son: el acontecimiento, la narrativa y lo político.

La primera es el “choque inicial, aquella experiencia histórica que produce la excitación excesiva que abruma a la víctima”. Esta produce “una textura emocional asociada al intenso sufrimiento y a la fragmentación social”.

La segunda, la narrativa, está constituida por “los varios momentos de construcción narrativa del acontecimiento, desde el intento inicial de asimilación de su sentido hasta las repeticiones compulsivas posteriores…”. Agrega que “Será la narrativa –desde el testimonio de las víctimas, pasando por los medios de comunicación y las agencias internacionales, hasta la historia académica– la modalidad discursiva que por excelencia tratará de asignarle coherencia y sentido a las experiencias traumáticas”.

En tercer lugar ubica lo político, factor “que estructura el campo de posibles acciones y respuestas disponibles a los colectivos y que ofrece claves para los procesos de identificación grupal y de rechazo, la fuerza de las memorias, su silenciamiento y reclamos, la trama de lo político”[40].

La narrativa de la violencia en la literatura

“La narración sirve al propósito de realizar una crónica en vivo, una especie de radiografía de la sociedad”, afirma María Teresa Laorden Albendea, en un breve escrito sobre el “nuevo género policíaco centroamericano”[41].

En su estudio, esta autora parte del singular hecho de que en las sociedades centroamericanas de finales del siglo XX y del siglo XXI, “la violencia se ha convertido en una pieza constitucional de la sociedad”. Y que esta

… llega a todos los niveles, desde lo público a lo privado, permeabilizando estamentos como el de la policía, la familia, e incluso el clero; tanto las familias ricas y la burguesía como los campesinos, todos sufren algún tipo de violencia. Nadie se salva y las relaciones se vuelven absurdas e insostenibles[42].

En un contexto de tal naturaleza, la violencia se instaura “… como otro de los personajes principales de la narración”. “La forma en que se presenta y representa la violencia en este tipo de textos muestra cómo los individuos se relacionan con un constante y soterrado nivel de agresión”[43]. Por ello se pregunta, citando a otro autor: “¿Qué interés puede despertar la violencia oculta en una sociedad constituida por una violencia transparente? (Resina, 1997: 44)”[44].

Al preguntarse por los actores principales en la novela policial centroamericana, sostiene: “Ninguno de los criminales cumple un papel importante, porque el verdadero crimen siempre es otro”[45]. Y en cuanto al detective o investigador de los crímenes, su perfil “… no se ajusta a la imagen del Marlowe o el Sherlock Holmes”, por el contrario, “… son seres grises, anodinos, ni especialmente inteligentes, ni siquiera íntegros, que a veces acceden a la investigación, si es que la hay, de forma accidental”[46].

En conclusión, la narrativa literaria en el género policial centroamericano contiene “… representaciones de una violencia soterrada, que rodea al individuo y frente a las cuales se ve completamente invadido e indefenso, con la sola herramienta de la devolución de la violencia…”[47], como efectivamente ocurre en la realidad cotidiana de Honduras y otros países de esta región.

Lo político

En 2003, el politólogo José Miguel Cruz llamaba la atención sobre los probables efectos de la violencia y la inseguridad ciudadana en la gestión y la estabilidad del gobierno, al señalar que:

… hay muy pocos estudios que vinculan al crimen y a la inseguridad pública con la democratización. Más aún, la tendencia renovada de estudiar el papel de la cultura política y la democracia no parece haber considerado lo suficiente el efecto de la inseguridad pública en las actitudes y normas que apoyan las democracias y los procesos de democratización.

Y agrega que, en este sentido, “los países de Centroamérica en situación de posguerra (Guatemala, El Salvador y Nicaragua), constituyen un caso adecuado para estudiar cómo los esfuerzos para construir un régimen democrático y el apoyo político para su supervivencia pueden ser erosionados por el efecto negativo de las elevadas tasas de crimen y de violencia común”[48], como está ocurriendo en la Honduras contemporánea.

A la hora de problematizar el conjunto de temas que se desprende de los contextos creados por la violencia, interviene en el relato la figura de la víctima que, si lo es, ha sido por obra del victimario. La dimensión política del tema no solo se ubica en las instituciones del Estado y los tomadores de decisión, sino también en la profundidad de la grieta que se abre en la sociedad, sobre todo cuando la violencia y la limitada acción institucional para controlarla, han creado un ambiente propicio para el miedo, la desconfianza, la indefensión y el desánimo en la población[49].

Cuando se consideran conjuntamente el contexto sociopolítico y los escenarios que emergen en este, bajo el impulso de la violencia, esta no debe verse únicamente como causa inmediata, sino más bien como un síntoma que, sin duda, proviene de la dimensión política de la sociedad.

Como señala una experta en Victimología: “La víctima no deja siempre de ser encarnación y recordatorio humano de males sociales perturbadores, lo que, en buena medida ha condicionado el mantenimiento de esa larga negación de nuestros sentidos y nuestra comprensión”[50]. Y en otro escrito añade:

Convertirse en víctima es, por lo tanto, algo más que sufrir fácticamente una victimización. La victimidad se despliega, en estos términos, como “lugar de sentido” donde la persona dañada asume y adquiere identidad, por la consolidación cívica de su perfil de víctima (así, en la comunidad, en la sociedad amplia, en los medios de comunicación) y la correlativa admisión normativa de la injusticia padecida[51].

Sin embargo, aun contando con la “admisión normativa” en las instituciones de justicia, existe una percepción social desde la que se elabora un concepto casi punitivo respecto de la víctima. Según la autora citada,

… los acontecimientos, positivos o adversos, se perciben de acuerdo a una presunta pauta de justicia, según la cual cosas buenas suceden a quienes se comportan correctamente y cosas negativas –o devastadoras– suceden a quien actúa incorrectamente o a quien, sencillamente, es malo. Esta creencia propicia el entendimiento de que una persona mereció su victimización, por su condición o actuación reprochable[52].

En otro extremo, en victimizaciones especialmente violentas, “la expectativa de que, en sentido efectivo, la pena del infractor vaya a cerrar el ciclo de sufrimiento o recuperar positivamente el bienestar de la víctima, ha sido cuestionada como verdadero mito”[53].

Lucía Dammert ve en el estudio de la victimización la posibilidad de convertirla en una herramienta para profundizar en su conocimiento, por ejemplo a través de “encuestas de victimización” que permitan analizar “con mayor precisión los niveles de victimización por tipo de delito en un determinado lugar así como las tendencias en el tiempo…”; en su opinión, esto debiera repercutir en “el diseño de políticas de seguridad que respondan a las características de cada territorio y por ende permitan disminuir la criminalidad”[54].

El victimario también es motivo de diversos estudios, entre estos los que se refieren a situaciones de exterminio, como en el caso de los nazis durante la Segunda Guerra Mundial. Siguiendo a Hanna Arendt, una autora señala: “Los actos acaecidos fueron monstruosos, pero los responsables eran ejecutores totalmente corrientes y del montón, es decir, no eran ni demoniacos, ni tampoco monstruosos”[55].

Asimismo, sostiene que “… la evocación o rememoración de lo ‘monstruoso’, sirve para tomar conciencia de que lo que ayer fue realidad, también hoy puede ocurrir”[56]. De lo que deduce que “… ‘la época de lo monstruoso’ no es un simple ‘paréntesis’ o ‘suspensión’ de una realidad, por ello debemos ‘escrutar en los fundamentos de lo ocurrido’ (…) raíces que hacen probable ‘la repetición de lo monstruoso’” (Gunther, 2001, 26)[57].

En suma, como sostiene Redondo Illescas: “… todas estas imágenes, tanto las de los agresores como las de las víctimas, no son puras descripciones objetivas de esas personas, o de lo sucedido en cada caso, sino sobre todo construcciones sociales, recreaciones de tales realidades”[58].

Beatriz Sarlo afirmaba en 2005:

No hay testimonio sin experiencia, pero tampoco hay experiencia sin narración: el lenguaje libera lo mudo de la experiencia, la redime de su inmediatez, de su olvido y la convierte en lo comunicable, es decir, lo común[59].


*               Historiador, doctor en Ciencias Sociales, autor de Evolución histórica de la identidad nacional, Tegucigalpa, Guaymuras, 1991, y Honduras en el siglo XX. Una síntesis histórica, Tegucigalpa, Guaymuras, 2004, entre otras obras de contenido histórico y social.

[1]        Hoja de Prensa No. 7, Informe sobre Desarrollo Humano 2006. Hacia la expansión de la ciudadanía, PNUD, Tegucigalpa, 2006.

[2]        Ibíd.

[3]        Ibíd.

[4]        Migdonia Ayestas, directora del Observatorio de la Violencia de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras, OVI-UNAH, entrevistada en el programa radial “El reportaje de la semana”, HRN, sábado 17 de junio de 2023, 10-11 am.

[5]        Secretaría de Seguridad, “Política Integral de Convivencia y Seguridad Ciudadana para Honduras 2011-2022”, Gobierno del Presidente Porfirio Lobo Sosa, con asesoramiento técnico y financiero del PNUD, sin fecha de publicación., p. 27.

[6]        Ibíd., p. 3 de la Introducción.

[7]        https://www.jornada.com.mx/2023/03/28/sociedad/034n1soc

[8]        https://www.infobae.com/mexico/2023/03/28/incendio-en-ciudad-juarez-el-momento-en-que-se-desato-el-incendio-y-dejaron-encerrados-a-migrantes/

[9]        https://www.infobae.com/mexico/2023/03/28/incendio-en-ciudad-juarez-el-momento-en-que-se-desato-el-incendio-y-dejaron-encerrados-a-migrantes/

[10]      https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-65450241

[11]      El País (Honduras), “López Obrador pide mostrar los vídeos del incendio donde murieron 40 migrantes”, edición digital, 30 de mayo, 2023, p. 20.

[12]      El Heraldo, “En su tierra serán sepultados los hondureños repatriados de México”, 12 de abril 2023, p. 6.

[13]      https://languages.oup.com/google-dictionary-es/

[14]      El Heraldo, “En su tierra serán sepultados los hondureños repatriados de México”, 12 de abril 2023, p. 6.

[15]      El Heraldo, “Doloroso adiós de compatriotas con exigencia de justicia de sus familiares”, 14 de abril de 2023, p. 8.

[16]      Ibíd.

[17]      Darryl Jones, La inquietante historia del horror, Alianza Editorial, Madrid, 2021, Introducción.

[18]      Javier Gorrais, UNLP, “Testimonio y ficción: la escritura de sí en relación con la experiencia del horror”, recuperado en: http://cipricoeur.fahce.unlp.edu.ar/resumenes/testimonio-y-ficcion-la-escritura-de-si-en-relacion-con-la-experiencia-del-horror

[19]      https://www.ine.gob.hn/V3/imag-doc/2019/08/Proteccion-Santa-Barbara.pdf

[20]      Comisión Económica para América Latina (CEPAL), La hora de la igualdad. Brechas por cerrar, caminos por abrir, Alicia Bárcena (coordinadora), Trigésimo Tercer Período de Sesiones de la CEPAL, Brasilia, 30 de mayo a 1 de junio, 2010, p. 132.

[21]      La Prensa, “Últimos cinco años: Casi 1,900 hondureños muertos rumbo a EUA”, 30 de mayo, 2023, pp. 2 y 3.

[22]      El Heraldo, “L 5.2 millones piden por edificio donde ocurrió matanza”, 12 de abril, 2023, p. 4.

[23]      El Heraldo, “Víctimas de la masacre rogaron por sus vidas”, 12 de abril de 2023, pp. 4 y 5.

[24]      El Heraldo, “Robo de ganado, engaños y venganza detrás de masacre”, 18 abril de 2023, p. 30.  

[25]      El Heraldo, “Nueva masacre en Honduras: acribillan a varias personas en Comayagua”, consultado en:  https://www.elheraldo.hn/sucesos/nueva-masacre-en-honduras-acribillan-a-varias-personas-en-comayagua-IA12477582#image-1

[26]      Un reporte policial preliminar confirmó el nombre de las víctimas; Límber Aguilar del Cid (20 años); José Aguilar Morales (39); Miguel Aguilar del Cid (29); Rosa Delia Canales Alemán (35); Carlos Humberto Aguilar del Cid (25); Ismael Aguilar Morales (49); Henry Ismael Aguilar del Cid (22); Hernán Domínguez (40) y Anael Hernández Cálix (28). Consultado en: https://hondudiario.com/nacionales/otra-masacre-asesinan-a-ocho-personas-en-comayagua/

[27]      2/2— Xiomara Castro de Zelaya (@XiomaraCastroZ) March 7, 2023.

[28]      https://cnnespanol.cnn.com/2023/03/07/masacre-centro-honduras-nueve-muertos-orix/

[29]      https://hondudiario.com/nacionales/otra-masacre-asesinan-a-ocho-personas-en-comayagua/

[30]      El Heraldo, “Robo de ganado, engaños y venganza detrás de masacre”, sección “Sucesos”, 18 abril de 2023, p. 30.

[31]      Contracorriente, “Comayagua: después de la masacre, el Estado sigue ausente”, disponible en: https://contracorriente.red/2023/03/15/comayagua-despues-de-la-masacre-el-estado-sigue-ausente/

[32]      Truman Capote, A sangre fría, trad. de Fernando Rodríguez, Biblioteca Capote, Lumen narrativa, 4ª. edición argentina, 2021, pp. 15 y 16.

[33]      Ministerio Público, “Capturado primer acusado de masacre en Comayagua y libran orden de captura contra otros tres sospechosos”, 10 de marzo de 2023. Consultado en: https://www.mp.hn/publicaciones/capturado-primer-acusado-de-masacre-en-comayagua-y-libran-orden-de-captura-contra-otros-tres-sospechosos

[34]      Contracorriente, artículo citado.

[35]      Ibíd.

[36]      Observatorio Regional de la Violencia (Comayagua, La Paz e Intibucá), Boletín enero-diciembre 2021, Edición No. 5, enero de 2023, p. 1. IUDPAS/UNAH.

[37]      Ibíd., p. 2.

[38]      Ibíd., p. 3.

[39]      Ídem.

[40]      Francisco A. Ortega, “Violencia social e historia: el nivel del acontecimiento”. Universitas Humanística [en línea]. 2008, (66), 31-56[Consultada el 18 de junio de 2023]. ISSN: 0120-4807. Disponible en: https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=79106605 El texto citado corresponde a la p. 36.

[41]      María Teresa Laorden Albendea, “Ni Marlowe ni Sherlock: Violencia y novela policíaca en tres ejemplos centroamericanos”, Universidad Técnica de Berlín, ponencia presentada ante la Asociación de Jóvenes Hispanistas en la Universidad Autónoma de Madrid, 24 de abril de 2015, p. 154. Disponible en: https://core.ac.uk/display/60653561?

[42]      Ibíd., p. 155.

[43]      Ibíd., p. 158.

[44]      Ibíd., p. 156.

[45]      Ibíd., p. 162.

[46]      Ibíd., p. 155.

[47]      Ibíd., p. 162.

[48]      José Miguel Cruz, “Violencia y democratización en Centroamérica: el impacto del crimen en la legitimidad de los regímenes de posguerra”, en América Latina Hoy, No. 35, pp. 19-59, Ediciones Universidad de Salamanca, enero 2003. El texto citado corresponde a las páginas 20 y 21. Disponible en: https://www.researchgate.net/publication/26471956_Violencia_y_democratizacion_en_Centroamerica_el_impacto_del_crimen_en_la_legitimidad_de_los_regimenes_de_posguerra

[49]      Cfr., ERIC-SJ, Sondeo de Opinión Pública, Edición No. 12, Boletín 2023, El Progreso, Yoro, mayo 2023. Véase especialmente la sección “Confianza versus desconfianza”, pp. 22-23.

[50]      Myriam Herrera Moreno, “Humanización social y luz victimológica”, EGUZKILORE, No. 26, San Sebastián, 2012, pp. 73-85. El texto citado corresponde a la p. 74.

[51]      Prof. Dra. Myriam Herrera Moreno, “¿Quién teme a la victimidad? El debate identitario en Victimología, Universidad de Sevilla. UNED. Revista de Derecho Penal y Criminología, 3ª Época, n.° 12 (julio de 2014), pp. 343-404. El texto citado corresponde a la p. 346.

[52]      Ibíd., p. 357.

[53]      Ibíd., p. 393.

[54]      Lucía Dammert, “Violencia criminal y seguridad ciudadana en Chile”, CEPAL, Serie Políticas sociales, No. 109, División de Desarrollo Social, Santiago de Chile, mayo de 2005, p. 23.

[55]      Marieta Quintero Mejía, Usos de las narrativas, epistemologías y metodologías: Aportes para la investigación, Doctorado Interinstitucional en Educación, DIE, Énfasis, Libros de los énfasis del Doctorado Interinstitucional en Educación, Universidad Distrital Francisco José de Caldas, Bogotá, 2018, p. 71.

[56]      Ibíd., p. 70. La autora cita a Gunther (2001, 24).

[57]      Ídem.

[58]      Véase el prólogo de Santiago Redondo Illescas a la obra La víctima en sus espejos. Variaciones sobre víctima y cultura, Col. Humanismo y Criminología, coordinada por Myriam Herrera Moreno, Librería Bosch, Barcelona, 2018.

[59]      Beatriz Sarlo, Tiempo pasado: cultura de la memoria y giro subjetivo. Una discusión, Siglo XXI Editores, 1a ed. 2 a reimp., Buenos Aires, 2012, p. 29.