GERMAN ROSA (SJ)
Esta reflexión sobre la polarización, el populismo y la posverdad tiene como propósito poner en evidencia las amenazas a la legitimidad del proceso electoral y la estabilidad democrática, así como la necesidad de fortalecer la cultura ciudadana, la transparencia electoral y la institucionalidad, fomentando espacios de diálogo y consensos sobre temas de país.
Las elecciones primarias del pasado 9 de marzo han demostrado las vulnerabilidades del sistema electoral actual y nos ponen en estado de alerta para las elecciones del 30 de noviembre de 2025. En estas se elegirán el futuro presidente o presidenta de la República, 128 diputados al Congreso Nacional, 128 diputados suplentes, 20 diputados para el Parlamento Centroamericano y sus suplentes, 298 alcaldes y vicealcaldes, además de los regidores municipales.
El Consejo Nacional Electoral (CNE) es el organismo encargado de organizar y supervisar el proceso electoral, buscando garantizar transparencia y confiabilidad. El sistema biométrico fue una novedad en las elecciones primarias, ya que se aplicó por primera vez en este tipo de procesos internos de los partidos políticos.
Este sistema fortaleció la transparencia y la fiscalización al verificar la identidad del votante mediante sus huellas dactilares y su efectividad superó el 90%, permitiendo identificar si la persona estaba registrada en el padrón electoral y si aún no había votado. Así se previno el voto duplicado y el fraude electoral.
Hubo problemas logísticos en el Distrito Central y San Pedro Sula, debido al retraso en la instalación de las urnas de hasta doce horas. Las Fuerzas Armadas, encargadas de la logística, enfrentaron dificultades en el transporte del material electoral por la falta de coordinación en su distribución. Obviamente, esto causó muchas críticas y confusión; algunos ciudadanos votaron con mucho retraso y otros lo hicieron días después, cuando se repitieron las elecciones en algunos lugares.
Todos estos problemas logísticos son reflejo de la debilidad institucionalidad del CNE y la dependencia de las Fuerzas Armadas que, históricamente, han estado capturadas por intereses partidistas; además, evidencian la falta de profesionalización y autonomía de los órganos electorales.
Estos hechos permiten entender por qué, a pesar de las innovaciones tecnológicas como el sistema biométrico, persisten la desconfianza y la percepción de fraude en la opinión pública. La experiencia de las elecciones primarias ilustra muy bien las amenazas de la polarización política, el populismo y la posverdad. Estos fenómenos no sólo son instrumentos para la manipulación electoral, sino que tienen raíces estructurales: la desigualdad, la exclusión social, la falta de oportunidades y la debilidad institucional.
La instrumentalización de la polarización y el populismo por los líderes políticos y los partidos que representan, sumada a la proliferación de la desinformación y la manipulación de la opinión pública de la posverdad, debilitan la confianza ciudadana en el sistema democrático y ponen en riesgo la gobernabilidad y legitimidad del proceso electoral.
En este artículo vamos a reflexionar sobre la polarización, el populismo y la posverdad que están presentes en el quehacer de la política nacional y su posible impacto para nuestro país en este año electoral.
POLARIZACIÓN, POPULISMO Y POSVERDAD
EN LAS ELECCIONES PRIMARIAS
Antes, durante y después de las elecciones primarias se incrementó la polarización, causando un ambiente de desconfianza, confusión y confrontación entre los ciudadanos y los actores políticos. La conflictividad trascendió los medios de comunicación social y ocurrió el enfrentamiento entre miembros del Consejo Nacional Electoral (CNE) y de este organismo con las Fuerzas Armadas.
Se evidenció el choque, las disputas y las discusiones entre los principales partidos políticos y se publicaron pronunciamientos que pusieron de manifiesto los conflictos entre las Fuerzas Armadas y el CNE.
Asimismo, surgieron los desacuerdos con declaraciones, publicaciones y diatribas entre los mismos partidos políticos con acusaciones recíprocas. Este ambiente de alta polarización profundizó la división social y política e impidió crear los espacios de consenso en la crisis electoral, afectando una vez más la gobernabilidad del país.
Sin embargo, hay que destacar que la polarización no es un fenómeno coyuntural, sino que tiene causas estructurales más profundas como la desigualdad social, la exclusión histórica de amplios sectores de la población, la falta de oportunidades y la corrupción sistémica. Estos factores nutren el descontento y la predisposición de los ciudadanos para aceptar discursos polarizantes y también populistas.
En ese contexto líderes políticos, funcionarios públicos y personas de distintas instituciones intensificaron discursos populistas aprovechando las circunstancias para hacer sentir la preferencia por un partido específico y sacar provecho de la insatisfacción ciudadana, haciendo acusaciones y utilizando etiquetas para desacreditar al adversario político. Se aplicaron tácticas populistas para movilizar apoyos, capitalizando la polarización y la confrontación del momento, haciendo sentir con sus narrativas que eran los defensores del pueblo. Como lo expresa el escritor Moisés Nahím:
Como han demostrado Cas Mudde y Cristóbal Rovira Kaltwasser, los populistas pintan la imagen de un terreno político claramente dividido en dos bandos: la élite corrupta y codiciosa y el Volk: el pueblo puro pero traicionado y agraviado. Todos los problemas del pueblo se deben a las decisiones —a menudo conspiratorias y siempre corruptas— de una clase dirigente mercenaria. Los líderes populistas aseguran que encarnan la voluntad popular y defienden su causa contra la élite corrupta.
De hecho, el populismo es una herramienta política que puede ser utilizada por personas, grupos, élites de distintas ideologías y distintos partidos políticos. Y puede llevar a la conformación de gobiernos autocráticos o dictatoriales.
No obstante, no todos los liderazgos carismáticos o populistas derivan necesariamente en una autocracia o dictadura. Dependerá del contexto institucional, del grado de participación ciudadana y la fortaleza de la sociedad civil y de los movimientos sociales, los cuales son factores determinantes para evitar la concentración de poder y los riesgos autoritarios.
Desde esta perspectiva, es importante matizar que el populismo puede ser una reacción política a las demandas legítimas de la población, aunque su instrumentalización sí puede derivar en riesgos potenciales para la democracia.
En las elecciones primarias, con frecuencia, fuimos testigos de campañas de desinformación, con videos e imágenes fuera de contexto, falsas noticias y discursos de odio que cuestionaron la legitimidad del proceso y a los mismos actores.
Las falsas narrativas estaban acompañadas de la manipulación mediática y discursos polarizadores que erosionaban la confianza ciudadana y nutrían la división ciudadana. La posverdad se manifestó con acusaciones infundadas y ataques personalizados que distorsionaban la realidad en los debates públicos y complicaban la construcción de consensos para salir de la crisis electoral.
La polarización, el populismo y la posverdad han puesto en riesgo la legitimidad y la estabilidad del proceso democrático en Honduras, creando preocupación, angustia e incertidumbre para las elecciones generales de noviembre de 2025.
Resolver los problemas que surgieron en las elecciones primarias es esencial de cara a las elecciones generales que se llevarán a cabo el 30 de noviembre de 2025. Pero no perdamos de vista las amenazas reales de la polarización, el populismo y la posverdad que están pululando en este contexto nacional complejo y difícil. Prácticas típicas de líderes autoritarios y autócratas que buscan instalarse y permanecer en el poder.
Nuestra reflexión no pretende acusar a ninguno de los líderes políticos, sino evidenciar las amenazas reales de la polarización, el populismo y la posverdad que podrían utilizar como instrumentos de dominación. Estas herramientas pueden convertirse en medios para alcanzar el poder en las elecciones generales, con grandes implicaciones y graves consecuencias o repercusiones para el país, debido a este tipo de liderazgo.
Sin embargo, es fundamental reconocer que la responsabilidad de enfrentar estos desafíos no recae únicamente en los líderes políticos. La reproducción o contención de la polarización, el populismo y la posverdad dependen de la acción colectiva de todos los actores sociales. Los medios de comunicación, la sociedad civil, los movimientos sociales, las instituciones educativas y la ciudadanía en general tienen un papel crucial en la promoción del pensamiento crítico, la transparencia y la rendición de cuentas.
Las amenazas del populismo, la polarización y la posverdad en las elecciones de 2025 son reales y preocupantes. Y no basta con analizarlas y comprenderlas; necesitamos enfrentarlas de manera efectiva, profundizando en sus causas estructurales y reconociendo la responsabilidad compartida de todos los actores de la sociedad. Solo así será posible fortalecer la democracia y evitar los riesgos de autoritarismo y deslegitimación institucional que acechan al país.
LOS LÍDERES DE LAS “TRES PES”
Los líderes autoritarios o autócratas llamados “tres pes” (3P) son populistas, polarizadores y propagadores de posverdad. La dictadura puede concentrar el poder en una persona o un grupo reducido con mínima o nula tolerancia al pluralismo político. El gobierno dictatorial puede crear, modificar o ignorar las leyes, reprimir a la oposición y controlar los medios de comunicación.
A través de la represión aplica un régimen de censura y controla militarmente a la población. La dictadura puede ser una forma de autocracia. Toda dictadura es autocrática, pero no toda autocracia es necesariamente una dictadura; pueden existir autocracias no dictatoriales, aunque en la práctica frecuentemente coincidan.
Un líder autócrata es aquel que ejerce el poder absoluto en un gobierno u organización, sin límites legales o constitucionales. Este tipo de líder toma decisiones unilateralmente, no rinde cuentas a los demás, ni a las instancias institucionales del gobierno o el Estado. Los autócratas gobiernan de manera autoritaria, restringiendo libertades civiles y políticas, manteniendo el control a través de la represión o la coerción.
El líder autócrata no consulta ni permite la participación o el cuestionamiento de sus subordinados o seguidores. Él controla las decisiones y espera que le obedezcan sin discusión. Ejerce el poder de manera absoluta y directa, sin delegar ni compartir la toma de decisiones.
Cuando se busca o se ejerce el poder como liderazgo autócrata que usa las herramientas de la polarización, el populismo y la posverdad, se desarrollan narrativas emocionales, deslegitimando las instituciones y explotando las crisis sociales.
Los líderes autócratas ocultan sus planes empleando la confusión burocrática, subterfugios seudolegales, manipulación de la opinión pública y represión de los críticos y adversarios. Además, instrumentalizan la polarización, la posverdad y el populismo para hacerse con el poder. Moisés Naím lo define en los siguientes términos:
Los autócratas 3P son dirigentes políticos que llegan al poder mediante unas elecciones razonablemente democráticas y luego se proponen desmantelar los contrapesos a su poder ejecutivo mediante el populismo, la polarización y la posverdad. Al mismo tiempo que consolidan su poder, ocultan su plan autocrático detrás de un muro de secretismo, confusión burocrática, subterfugios seudolegales, manipulación de la opinión pública y represión de los críticos y adversarios. Cuando la máscara cae, ya es demasiado tarde.
En nuestro contexto, los liderazgos políticos dictatoriales o autocráticos socavan y debilitan tanto el sistema electoral como el de justicia. Sin embargo, es crucial señalar que el riesgo de que surjan gobiernos dictatoriales o autocráticos también dependerá de la fortaleza de los contrapesos institucionales, así como de la sociedad civil y los movimientos sociales.
Aunque no todos los procesos populistas o polarizados llevan inevitablemente a la dictadura o una autocracia, sí aumentan el riesgo. Además, la participación activa de la ciudadanía, la presión internacional y la implementación de mecanismos de rendición de cuentas pueden ser fundamentales para frenar o revertir las tendencias autoritarias.
POLARIZACIÓN PARTIDISTA
La polarización partidista se iba intensificando a medida que se aproximaban las elecciones primarias, y muy probablemente ocurrirá lo mismo con las elecciones generales de noviembre próximo. El partido oficialista y los opositores acentúan relatos que marcan las diferencias del proyecto de refundación del Partido Libre y el proyecto de los opositores. La polarización se ha ido intensificando con discursos vacíos y antagónicos, que no ofrecen propuestas ni soluciones reales a los grandes problemas del país.
Las elecciones tuvieron una participación ciudadana moderada, en parte por la apatía de la población más joven, influenciada por factores como la desconfianza en el sistema electoral, la falta de información, errores logísticos en los centros de votación y denuncias de irregularidades en los resultados. Finalmente, los candidatos presidenciales electos el 9 de marzo de 2025 son: Rixi Moncada (Partido Libre), Nasry Asfura (Partido Nacional) y Salvador Nasralla (Partido Liberal).
Las elecciones primarias mostraron una alta conflictividad y violencia política, tal como lo expresa el Boletín Nº 1 Legitimidad de las elecciones primarias – Honduras, 2025, publicado por la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH) con fecha 7 de abril del presente año y dice que:
desde el 8 de septiembre de 2024, fecha de la convocatoria a elecciones, hasta el 31 de marzo de 2025, ocurrieron 307 conflictos y 79 casos de violencia en el que los protagonistas fueron diversos actores políticos, reflejando una preocupante tendencia de intolerancia en la vida política nacional.
Además, el análisis de la UNAH destaca que persisten los grandes desafíos de la corrupción, falta de confianza en las instituciones, polarización política y ausencia de filtros efectivos para depurar las candidaturas. Un ejemplo de esto es que apenas el 1.8% de los precandidatos inscritos reportó la apertura de cuentas bancarias, lo cual constituye una falta grave de rendición de cuentas y facilita la opacidad en el uso de fondos de campaña.
La polarización se caracteriza porque divide la opinión pública en dos extremos, debilitando las posiciones intermedias o moderadas y provocando una fuerte confrontación sociopolítica. Las personas, grupos o sectores sociales se radicalizan y se excluyen mutuamente, obstaculizando el diálogo y el consenso.
Tal como podemos observar en nuestro país, la polarización se manifiesta con divisiones profundas entre los partidos políticos, las ideologías y los sectores sociales; se opacan o se silencian las voces moderadas; aumenta la hostilidad, la descalificación y la exclusión entre los actores políticos y tomadores de decisiones.
Entre las causas de la polarización podemos identificar las siguientes: las crisis sociales no resueltas, la desigualdad, la injusta distribución de la riqueza nacional, las narrativas divisionistas de los líderes políticos, los eventos históricos como el golpe de Estado de 2009. Y su impacto se hace sentir en el debilitamiento de la democracia, la erosión de la confianza en las instituciones públicas y el aumento del riesgo de los conflictos y la violencia.
La polarización demoniza al adversario, sin descanso, confrontándolo con temas del pasado y del presente que dividen la opinión pública, y esta estrategia polarizadora —desgraciadamente y con frecuencia— da muy buenos resultados. La confrontación puede basarse en la ideología, la raza, la religión, las rivalidades territoriales, los agravios históricos, las desigualdades económicas, las injusticias sociales, las diferencias lingüísticas y muchos otros temas más.
La polarización elimina la posibilidad de soluciones intermedias y obliga a todo el mundo y a todas las organizaciones a tomar partido. En un contexto polarizado, el fanatismo y la identidad no dejan espacio para un apoyo matizado, para crear puentes entre los partidos, para tener treguas temporales entre los distintos bandos.
La polarización más aguda en el país se ha hecho sentir entre el Partido Libre y los partidos mayoritarios de oposición, es decir, los partidos Nacional y Liberal. A veces se hace sentir también entre Libre y los partidos minoritarios. Asimismo, se ha profundizado la brecha ideológica y se han reducido los espacios de diálogo y encuentro entre las posiciones políticas confrontadas.
No podemos ser ilusos: la polarización no sólo se manifiesta en un enfrentamiento discursivo, sino que es de carácter estructural, y se expresa también en la confrontación de los poderes del Estado y la fragmentación de los partidos políticos. Llevada al extremo, la polarización puede poner en riesgo la legitimidad de los comicios electorales y la aceptación de los resultados, con escenarios de un aumento de la violencia política en el país.
Otro problema, que frecuentemente aparece en la palestra política, es la confrontación entre los partidos políticos y las críticas por la instrumentalización de las instituciones públicas que benefician a grupos de poder que controlan los partidos políticos, profundizando la crisis democrática, dificultando la gobernabilidad y la construcción de espacios para la estabilidad política.
POPULISMO EN ACCIÓN
En la palestra política nacional no es un secreto que predominan tres narrativas distintas, representativas de los partidos mayoritarios y que, dependiendo de la temática y los espacios políticos o márgenes de maniobra de dichos partidos, se emplean relatos con las características que propician las “tres pes” de sus líderes y seguidores. No obstante, a veces ocurre que prevalecen dos posiciones bien definidas: la del partido en el poder y la de un bloque opositor, con algunos matices de planteamientos que hacen los partidos políticos minoritarios.
Frecuentemente, las narrativas de los partidos mayoritarios son maniqueas, confrontando el “nosotros” versus “ellos”, para consolidar el apoyo de sus bases. En estas narrativas también encontramos las características de la confrontación y la falta de propuestas concretas. De hecho, se emplean las mismas estrategias de comunicación para potenciar el perfil de los líderes de los partidos y atacar a los opositores.
Las narrativas a veces están construidas con planteamientos populistas. Los líderes populistas asumen su rol subrayando que encarnan la voluntad popular y defienden sus discursos electorales en contra de una élite corrupta. El populismo se entiende como una estrategia para tomar y ejercer el poder. Además, no hay que perder de vista que todos los partidos políticos son representativos y defienden los intereses de distintos grupos de poder económico y financiero, los cuales establecen alianzas nacionales e internacionales.
Los líderes populistas se caracterizan por lo siguiente: sus relatos pesimistas sobre la situación sociopolítica y económica en que se encuentran, enfatizando en que el contexto que les rodea es corrupto, caótico y fracasado; los adversarios políticos no son conciudadanos con distintas propuestas electorales, sino que los califican como delincuentes que deben ir a prisión.
Además, el líder populista afirma que la nación está amenazada por un enemigo externo u otro proyecto político; los enemigos externos pueden ser naciones, inmigrantes que roban puestos de trabajo o empresas extranjeras; instrumentalizan las fuerzas militares para intimidar a los disidentes o a quienes se oponen a su proyecto político; desprecian a los expertos y a los científicos porque los populistas viven en un mundo de “fe” ingenua e instinto, no de datos y ciencia; se inventan la realidad y la manipulan; también atacan a los medios de comunicación porque estos disponen de datos y, frecuentemente, sacan a luz la corrupción y la incompetencia de sus acciones políticas y sus gestiones administrativas y gubernamentales; y todas las instituciones que pueden controlar con su voluntad populista desenfrenada, son objeto de desconfianza, ataques descarados e intentos para desautorizarlas; así, la encarnación del populismo es un líder carismático con rasgos mesiánicos que es capaz de enfrentar a los grupos de poder corruptos que oprimen al pueblo.
No todos estos rasgos aparecen personificados en un líder político, a veces se destacan más unas características que otras. Además, es importante señalar que el populismo no es solo una forma de manipulación, sino también una respuesta a la crisis de representación de los partidos tradicionales y no tradicionales en Honduras.
Muchos votantes eligen a líderes populistas, tanto en partidos políticos tradicionales como en los nuevos, porque sienten que los líderes que han tenido no han satisfecho adecuadamente sus necesidades o preocupaciones. Así, el populismo refleja la crisis democrática y, al mismo tiempo, contribuye a intensificarla. Su crecimiento debe entenderse en un contexto donde el sistema político no ha logrado renovarse ni abrirse a una participación auténtica de los ciudadanos.
POSVERDAD Y DESINFORMACIÓN
Los líderes políticos que usan la herramienta de la posverdad no se limitan a contar mentiras, sino que niegan la realidad objetiva, susceptible de verificación. No buscan que el público acepte las mentiras como verdades, sino que pretenden enturbiar las aguas hasta que sea difícil distinguir la diferencia entre la verdad y la falsedad.
En el contexto de las elecciones primarias de nuestro país, la apertura tardía de las mesas electorales alimentó teorías conspirativas sobre fraude electoral. La desinformación ha sido difundida para cuestionar la legitimidad de los resultados. Las fallas logísticas y la falta de coordinación en la distribución de las maletas electorales, así como las maletas electorales abandonadas en autobuses públicos sin custodia, agravó la percepción de desorden y falta de control. La falta de explicaciones claras sobre los fallos logísticos en un ambiente polarizado fueron el combustible para difundir rumores y acusaciones infundadas de fraude electoral.
Las imágenes y videos difundidos de centros de votación vacíos y del personal esperando el material electoral, nutrió las teorías conspirativas de fraude y manipulación electoral. Las denuncias públicas de un supuesto “robo” de las votaciones, incrementaron el clima de desconfianza.
Las aguas turbulentas de la posverdad ocultaron la realidad, de tal modo, que aún no sabemos qué ocurrió realmente. Tal como lo expresa Moisés Naím, el uso estratégico de la confusión creada por la posverdad la hace más siniestra que la simple propagación de una mentira, ya que destruye la posibilidad de afirmar la verdad en la vida pública.
Además, hay que considerar los factores que facilitan la propagación de noticias falsas y discursos de odio como la concentración mediática en grupos de poder, la falta de periodismo investigativo independiente y la ausencia de alfabetización mediática en la población. La posverdad prospera en contextos donde las instituciones no son transparentes ni rinden cuentas, lo que deja espacio para la especulación y la manipulación emocional.
En las elecciones primarias de marzo de 2025 se emplearon las redes sociales para difundir la desinformación y manipular la opinión pública. Obviamente, los retrasos logísticos fueron aprovechados por actores políticos y usuarios en redes sociales para difundir desinformación y poner en duda la legitimidad del proceso. De este modo se profundizó la polarización, se difundieron mensajes populistas y se afectó la percepción de legitimidad del proceso por los fallos ocurridos en las votaciones.
Facebook, Whatsapp, Instagram y la aplicación X, han sido utilizadas para viralizar imágenes, videos fuera de contexto, rumores y teorías conspirativas. Han sido instrumentos de mensajes y discursos cultivados en la posverdad.
Adicionalmente, la posverdad ha ido acompañada de fuertes dosis de polarización política. Los relatos de la posverdad en las elecciones primarias calentaron los ánimos de líderes y seguidores de los partidos, otro de los fines de la polarización: fomentar el fanatismo, afirmar la identidad de pertenencia a los partidos, y atraer a nuevos miembros que se identifiquen con su ideología y posiciones políticas. De esta manera, los líderes para sus seguidores políticos, se convierten en estrellas para sus fans, sus hinchas. Retomamos lo que expresa Moisés Naím:
Los fans construyen su identidad personal a partir de una identificación primaria con las estrellas a las que admiran; pero también a partir de la oposición —y el odio— al “otro equipo”. En el deporte ese partidismo resulta muy divertido. En política, siembra las peligrosas semillas de la polarización (…) La polarización desgarra a las sociedades. Siempre lo ha hecho.
La polarización tiene el poder de cohesionar a los miembros de los partidos políticos, de tal manera que sería imposible sin ella. La polarización facilita el ejercicio del poder, ya que en grupos polarizados los líderes gozan de mayor confianza y menos cuestionamientos de parte de sus seguidores. Asimismo, la polarización se puede intensificar unilateralmente, aumentando la retórica de un bando y provocando la reacción del bando contrario, lo que la convierte en una fuerza de atracción que concentra poder el cual, de otro modo, se dispersaría.
Si juntamos la polarización, el populismo y la posverdad, peligrosamente se está allanando el camino para que se imponga un líder autócrata o dictatorial en la carrera electoral. Recordemos que los discursos y planteamientos de la posverdad, la polarización y los populismos, son eminentemente pasionales y poco racionales y dificultan el debate informado. Como resultado, escasean las propuestas programáticas que aborden los problemas reales.
En la crisis política de las elecciones primarias, las redes sociales se han utilizado para difundir mensajes falsos y engañosos, lo que dificulta distinguir entre la verdad y la falsedad, y provoca reacciones viscerales y pasionales. La finalidad de difundir rumores de fraude, manipulación de votos, parcialidad de organismos electorales, es que se pierda la confianza en los organismos electorales, e incluso en las elecciones, restándole importancia a los logros del proceso mismo. Pero en esta coyuntura siempre aparece un líder que ofrece las soluciones y las respuestas que quiere escuchar la población. Su audacia se nutre de la posverdad, la polarización y el populismo.
En las elecciones generales el escenario más catastrófico, en el contexto de nuestra democracia tan vulnerada y vulnerable, sería que la población no reconozca a los ganadores de la contienda electoral, afectando así la estabilidad política y la gobernabilidad del país. La desinformación puede ahondar más las divisiones políticas y sociales, provocar protestas, estimular la violencia y el rechazo a los resultados electorales.
En realidad, la polarización, el populismo y la posverdad son retos para la democracia hondureña, que la población tiene que afrontar con gran capacidad crítica y lucidez en este año electoral.
NARRATIVAS DE PARTIDOS POLÍTICOS
QUE EXPRESAN LA ALTA CONFLICTIVIDAD Y LAS 3P
Las campañas electorales y las narrativas de las élites en este año electoral evidencian una alta conflictividad con características de polarización, posverdad y populismo. Las narrativas políticas que escuchamos a diario son portadoras de la manipulación que difunde la desinformación, altamente conflictivas, populistas y ponen en riesgo la estabilidad democrática en el país.
Las élites políticas controlan los medios de comunicación y las narrativas que escuchamos a diario. Los grandes medios de comunicación, las redes sociales y las plataformas digitales son los espacios en que se difunde la desinformación, se consolidan discursos que favorecen los intereses de grupos de poder y se perpetúa la crisis democrática que estamos atravesando.
El impacto de los discursos y las acciones de los líderes polarizadores, populistas y de la posverdad pueden afectar la credibilidad en las instituciones públicas, erosionar la participación ciudadana y crear espacios para el autoritarismo. Todos estos obstáculos pueden convertirse en grandes desafíos para la organización y veeduría y la participación ciudadana para garantizar los procesos electorales. No obstante, la ciudadanía ha mostrado resiliencia y capacidad de organización, se ha involucrado en la observación electoral y se percibe su expectativa vigilante de la evolución política del país.
RIESGOS PARA LAS
ELECCIONES GENERALES
SI PREVALECE LA POLARIZACIÓN,
EL POPULISMO Y LA POSVERDAD
Es evidente que, si en los próximos meses continúan las dinámicas y las amenazas de la polarización, el populismo y la posverdad de cara a las elecciones generales, afrontaremos distintos riesgos posibles. Indicamos algunos de estos.
1º) El riesgo de la manipulación de los resultados electorales y la crisis de legitimidad de las elecciones generales de noviembre 2025.
En la situación que vivimos en Honduras, de una democracia debilitada y fragmentada, si continúa esta tendencia a la polarización, el populismo y la posverdad de los líderes políticos, no será fácil aceptar los resultados electorales. Las acusaciones recíprocas pueden dar lugar a la manipulación electoral y el deterioro institucional, lo que también puede llevar a una crisis de credibilidad en el sistema democrático. Podrían, además, desencadenarse conflictos y protestas, se incrementarían las tensiones internas y la ingobernabilidad.
El rol politizado del Consejo Nacional Electoral, las deficiencias de la logística y las fallas observadas de las elecciones primarias, la falta de capacidad de respuesta inmediata a las dificultades del proceso electoral, entre otras cosas, puede llevar a profundizar la desconfianza ciudadana y la manipulación de los resultados electorales.
Es fundamental, por consiguiente, prever los procedimientos del conteo y certificación de votos para que no se cree un foco de conflicto entre los partidos políticos y sus seguidores; además, se requiere garantizar la presencia de observadores internacionales para la fiscalización y vigilancia externa del proceso electoral. La fractura interna del CNE, que se manifiesta en los desencuentros y falta de entendimiento entre sus miembros, debilita la legitimidad del proceso y crea los espacios para las denuncias de fraude, judicialización y protestas poselectorales.
2º) Violencia política y polarización
Hay que tener en cuenta que la polarización en Honduras es de carácter estructural, lo que ha derivado en el aumento de la violencia política, discursos de odio, confrontaciones y falta de diálogo. Tal como hemos destacado, las elecciones primarias fueron antecedidas por actos violentos de miembros de los distintos partidos políticos. La politización de las instituciones del Estado, la tensión en las Fuerzas Armadas y la falta de puentes para el diálogo agravan el riesgo de enfrentamientos y represión, especialmente si los resultados no son del agrado de los partidos políticos y sus seguidores.
3º) Campañas emocionales, populismo y desinformación
La campaña electoral de las elecciones primarias se basó prevalentemente en emociones para afianzar la preferencia electoral de los seguidores de los partidos políticos, y no tanto en propuestas concretas. De acuerdo con la declaración de la consejera presidenta del CNE, Cossette López, la participación electoral global fue del 42,9%, lo que equivale a 2.526.835 de hondureños que ejercieron su derecho al sufragio, evidenciando así una abstención del 57%.
Varios factores contribuyen al creciente desencanto ciudadano, especialmente entre los jóvenes. Entre otros, destacan la desconfianza en el sistema electoral, la falta de acceso a información veraz y las persistentes denuncias de irregularidades electorales.
Obviamente, la baja participación y la desconfianza son terrenos fértiles para que se incrementen las narrativas populistas y campañas emocionales para las elecciones generales de noviembre próximo, en detrimento de propuestas concretas y realistas para resolver los problemas nacionales.
ES NECESARIO CONTRARRESTAR
LAS AMENAZAS DE LAS 3P
EN LAS ELECCIONES GENERALES
Enunciamos tres cosas importantes, aunque hay muchas otras, que son necesarias y contribuyen a neutralizar el impacto de la polarización, el populismo y la posverdad.
a) Fortalecer las instituciones del proceso electoral: es evidente que los fallos logísticos y operativos de las elecciones primarias tienen que evitarse para el ejercicio de las votaciones de noviembre próximo.
Es una necesidad urgente que se haga una buena planificación para organizar la distribución de las maletas electorales, y aclarar con precisión y eficacia las acciones que le corresponden al CNE y a las Fuerzas Armadas. No se puede repetir los errores de las elecciones primarias.
Además, hay que exigir auditorías internacionales al CNE, como sugirió la Organización de los Estados Americanos en 2021. De este modo se fortalecen la transparencia y la confianza de los ciudadanos. Sumado a esto, el uso de tecnología apropiada para asegurar la verificación de los resultados en tiempo real.
b) Los medios de comunicación tienen la responsabilidad de ser guardianes de la verdad frente a la polarización y el populismo: se dice con frecuencia que los medios de comunicación, las redes sociales y las plataformas digitales constituyen un poder fáctico y que también son instrumentos de los poderes fácticos de Honduras.
Es importante que todos estos medios de comunicación realicen un papel protagónico como defensores que desafíen a los grupos que provocan la polarización, difunden mensajes populistas y la desinformación, para que no manipulen la opinión pública ni se pongan al servicio de intereses oscuros de grupos de poder que, con sus proyectos ocultos, afectan a la población en general. Necesitamos una educación mediática y una verdadera alfabetización digital para no caer en la espiral de la desinformación y la reproducción de mensajes populistas y polarizadores.
c) Proponer narrativas alternativas: las narrativas del partido oficial y de los partidos de oposición hacen sentir una fuerte polarización; a menudo nos ofrecen discursos populistas y en algunas ocasiones nos bombardean con mensajes cargados de posverdad. Hay que valorar y apreciar los aciertos del gobierno, y también escuchar los mensajes que ofrecen soluciones a los problemas del país de parte de los sectores opositores.
Hay que romper la dinámica de la polarización política para lograr acercamientos y acuerdos de país que nos ayuden a solventar los graves problemas nacionales. Necesitamos escuchar narrativas que contrarresten los discursos catastróficos del pasado y del presente. Necesitamos líderes que se atrevan a superar la polarización, el populismo y la posverdad.
LOS LÍDERES 3P PUEDEN LLEGAR
AL EXTREMO DE CONSTITUIR
ESTADOS MAFIOSOS
Los líderes políticos que quieren llegar a gobernar empleando las herramientas de la polarización, el populismo y la posverdad, pueden conformar un estilo de gobierno que, en grado extremo, lleve a estructurar “estados mafiosos”, en los cuales se integra el crimen en el sistema gubernamental. No es extraño que los narcoestados funcionen como estados mafiosos. Y sobre este tipo de gobierno en Honduras ya hemos vivido suficiente y sufrido demasiado y, por tanto, no queremos repetir la triste historia de un narcoestado.
En un Estado mafioso, los líderes se enriquecen mediante la malversación y el mal uso de los bienes públicos. La corrupción es un medio para acumular fortunas y una estrategia que manipula las estructuras políticas en beneficio propio. Esto permite a los gobernantes 3P mantener el control de la economía y de la información.
Así, los estados nacionales se convierten en plataformas que facilitan las operaciones y la expansión de las redes criminales transnacionales para realizar actividades ilegales como el tráfico de armas y drogas; en consecuencia, complican la seguridad nacional e internacional.
Los estados mafiosos incorporan la delincuencia como parte del funcionamiento normal del gobierno, y se convierten en estructuras políticas criminales. Como resultado, debilitan las instituciones democráticas y de la sociedad civil, limitan la libertad de prensa y la oposición política. Las tácticas de intimidación y control de los medios de comunicación sirven para consolidar el poder de los gobernantes 3P.
Esto demuestra la complejidad del quehacer de los líderes políticos que apuestan por la polarización, el populismo y la posverdad y, cuando se instalan en el poder, llegan al extremo de constituir estados mafiosos. Dios nos libre que los líderes de los partidos mayoritarios nos conduzcan a este tipo de Estado.
Los líderes que utilizan la herramienta de la polarización lo hacen para dividir los grupos sociales, los partidos y los opositores; de este modo, desvían la atención de los problemas estructurales para permanecer en el poder. También deslegitiman a los críticos, calificándolos de enemigos o traidores, lo cual justifica la represión contra éstos.
Asimismo, los líderes populistas prometen soluciones simples a problemas complejos, utilizan un discurso emocional y atacan las instituciones democráticas que podrían limitar su autoridad o su poder. Adicionalmente, echan mano de las narrativas y creencias que se imponen sobre los hechos, relatos falsos y engañosos para justificar sus acciones y garantizar el respaldo de la población.
Por consiguiente, pueden moldear la percepción ciudadana y suprimir la disidencia mediante la posverdad. En definitiva, consuman el enriquecimiento ilícito y la concentración del poder a costa de la democracia y del bienestar general de la sociedad.
ALGUNOS ELEMENTOS FUNDAMENTALES
ANTES DE FINALIZAR
Es indiscutible que tenemos una cultura democrática debilitada que se expresa en la confrontación institucional, la desconfianza ciudadana y la falta de solución a los temas fundamentales del país.
Las disputas en los poderes del Estado muestran la confrontación política con una lógica partidista maniquea, reduciendo el debate entre los buenos y los malos, los enemigos y los aliados. Así ha ocurrido en la campaña electoral de las elecciones primarias, con discursos polarizadores, populistas y con grandes lagunas de verdad, sin sustancia programática.
La polarización se ha intensificado en el Congreso Nacional cuando se tratan temas que se tienen que resolver, como la reforma tributaria, o cuando ha habido crisis con respecto al tratado de extradición de Honduras con Estados Unidos. La polarización se ha hecho sentir también a lo interno de los partidos políticos, cuando han surgido pugnas por las candidaturas a las elecciones primarias.
Y no hay que perder de vista que en este escenario se manifiesta fácilmente la manipulación de la información, con discursos plagados de desinformación y posverdad que nutren la polarización y la confrontación, obstaculizando los acercamientos, los consensos y los acuerdos para solucionar los temas de país.
Reflexionar sobre la polarización, el populismo y la posverdad tiene como propósito poner en evidencia las amenazas a la legitimidad del proceso electoral y la estabilidad democrática, para fortalecer la cultura democrática y la transparencia electoral.
Antes de terminar esta reflexión, que no es de carácter concluyente, es importante decir que, para futuros análisis sobre esta temática, habría que profundizar sobre algunas propuestas para fortalecer la institucionalidad y la ciudadanía, promover un periodismo independiente, la formación mediática ciudadana, y fomentar espacios de diálogo y consensos sobre temas de país en las instituciones gubernamentales, la sociedad civil y los movimientos sociales. Apostemos por unas elecciones generales libres de polarización, populismo y posverdad, que nos garanticen el fortalecimiento de la democracia y el bienestar general.
Deja un comentario