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  Miércoles, 26 mayo 2021    

La amenaza de las ZEDEs

El tema de las Zonas Especiales de Desarrollo Económico, que originalmente se llamaron Ciudades Modelo, se encuentra en primera plana en el debate nacional, y los diputados del Partido Nacional lo aprobaron volándose todas las trancas.

Para sus promotores el argumento es sencillo: las ZEDEs vendrán a sacar de la pobreza a decenas de miles de hondureños, y a impulsar el desarrollo económico, necesitamos un espacio estable, sin leyes que estorben y que atraiga la inversión extranjera.

Para expertos que se oponen, las Zedes no son más que proyectos económicos, políticos y jurídicos que vienen a cercenar la soberanía nacional; una propuesta elitista que aumentará la concentración de capital y a la larga dejará sin oportunidades incluso a los propios inversionistas nacionales medianos y pequeños.

Las ZEDEs son una propuesta de segregación, con una legislación especial, una administración y regulaciones laborales diferentes a las que existen en el resto del territorio nacional. Son una expresión todavía más radical que el modelo de enclave que se instauró hace más de un siglo. Basta recordar el dato de las compañías bananeras con su economía de enclave. Se miraba prosperidad mientras estuvieron con la producción de banano. Los empleados y trabajadores gozaban de unos beneficios que la mayoría de quienes no laboraban en las plantaciones no tenían. Algo similar ocurrió con el enclave minero.

El negocio del banano se sostuvo sobre la base de enormes concesiones otorgadas a las compañías bananeras, así como exoneraciones de impuestos y muchas otras prebendas. Una vez que las compañías se retiraron del negocio del banano, las zonas en donde las mismas estuvieron quedaron en condiciones deplorables, solo nos quedó el despreciable calificativo de banana republic.

La economía de puertas abiertas a la inversión extranjera, cuando se sustenta en ventajas arancelarias y exoneración de impuestos a las empresas extranjeras, las ganancias se van casi completamente hacia el exterior, mientras dentro del país lo que queda son salarios no siempre dignos y situaciones laborales muy deprimentes.

En septiembre de 2020, en un comunicado interdiocesano, las Diócesis de La Ceiba, Trujillo y Juticalpa, dejaron muy firme su posición, y leemos textualmente: “Rechazamos el modelo económico extractivista: minero, energético, ZEDES, agroindustria, maderero, o el tráfico de drogas, es urgente construir y trabajar otro modelo económico para evitar mayores riesgos a la vida humana y natural”.

San Monseñor Romero dijo que, así como les iba a los pobres así debía irle a la Iglesia, y si las ZEDEs representan intereses que impiden un desarrollo interno, aunque inmediatamente parezca que beneficia a los pobres a través de empleos, se debe advertir de sus peligros y amenazas. No se trata de que los promotores de las ZEDEs digan que ayudarán a los pobres. De lo que se trata es de proteger su dignidad y la soberanía nacional, no solo en el presente sino en el futuro.

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