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Por. Rita Santamaría

Caminando en medio de los pinares, disfrutando del aire fresco y del cantar de las aves. Con azadón al hombro y machete en mano para trabajar la tierra. Lleva algo de comer, también una gorra y un trapo para protegerse del sol, un cacharro con agua y muchas esperanzas de que hoy será un buen día, mientras amanece en la aldea Llano Largo, San José de La Paz.

A veces le acompaña alguno de sus hijos o hijas, otras mujeres y hombres también caminan junto a ella.  Sola o acompañada, Margarita va todos los días con paso fuerte hacia el terreno donde siembra, limpia y prepara la tierra para cultivar maíz, frijol, yuca, ayote, plátanos y verduras para alimento de su familia y para compartir con la comunidad.

Margarita Márquez García, es de origen lenca, nació hace 54 años en la aldea Pule del municipio San José del departamento de La Paz. Es madre de 5 muchachas y 5 muchachos. Desde que se acompañó soñó con tener una casa, pero por la pobreza en la que le tocó vivir fue difícil y pasó 20 años buscando posada, junto con seis de sus primeros hijos anduvo con el costal de ropa viviendo en varias casas.

“Algunas personas nos daban posada solo unos días y de repente nos sacaban, era bien difícil”, recuerda ella. Cuando su hijo mayor creció decidió salir lejos de la aldea a buscar trabajo, encontró en limpieza de terrenos y corte de café. Con lo poco que ganaba cada día empezó a ahorrar y logró hacer una casita de bahareque, (construcción de palos con tierra y techo de manaca), así dejaron de pedir posada e iniciar una vida en casa propia.

Cómo dice ella, “Son años de lucha, con muchos recuerdos, sacrificios, tristezas y algunos momentos alegres, pero allí vamos avanzando”. Se integró al Consejo Indígena Lenca Nueva Palestina por la necesidad a la tierra. Participó en una reunión para luchar por las tierras ancestrales que le pertenecen al Consejo Indígena y logró que la apuntaran para ser parte del Consejo. Ahora es una de las mujeres activas en esta organización.

Margarita sabe que la lucha por la tierra en este país no es fácil, que se deben correr riesgos. Cree que la tierra es como una madre que le provee de los alimentos y por eso hay que defenderla. Tiene fe de que algún día tendrán la claridad de que esas tierras les pertenece como Consejo y que van a trabajar de manera segura y en comunidad.

El año pasado le apoyaron a construir una casita en el terreno del Consejo Indígena. Allí prepara su día de trabajo que comienza a las 4 de la mañana. A las 5 sale rumbo al trabajadero. “Hay que aprovechar la frescura de la mañana para avanzar en el trabajo”, piensa ella, y mientras camina, se va imaginando en qué bonito sería tener un sistema de riego para sus cultivos, ver el verdor de las plantas y la abundancia de la cosecha.

Administrando sus cultivos

Cuenta que cuando llega al terreno hace labores de limpieza con el azadón, regar como se pueda porque el agua es escasa, siembra más semilla si es tiempo, corta hijuelos de plátano para resembrar y también hace una inspección de las plantas para ver si hay enfermedades y buscar como curarlos”.

A ella, el Consejo Indígena le otorgó cinco tareas de terreno que están bajo su responsabilidad, ella misma consiguió palos de izote y los sembró para formar el cerco. Comenta con mucha satisfacción que ya tiene 1,080 árboles de café que ya están bien bonitos y también tiene una huerta, de esta manera su finca va creciendo.

En talleres de formación ha aprendido varias técnicas de agricultura, más los saberes ancestrales que en la mayoría de los casos le dan buen resultado. Aparte de todo lo que significa el mantenimiento de cultivos, ella dice que también hay que saber administrar el fruto de ese esfuerzo y cuenta cómo lo hace.

 “Yo saco un préstamo en la cooperativa Taulabé y me pongo a cultivar. Cuando ya tengo la cosecha, toda es para la comida de la familia, es decir, no vendo el maíz, ni frijoles, todo es para el consumo de todo el año. Le reparto a una hija que ya está acompañada y a los demás familiares”.

Para sacar la cuota del préstamo, ella realiza trabajos de limpieza, siembra y corte de café en terrenos ajenos. Lo que le pagan, lo ahorra para ajustar la cuota del préstamo en la cooperativa.

“Me siento muy feliz cuando llego al terreno y de la felicidad que uno siente de ver las cosechas, no se siente ni cansancio, sino solo pura alegría”

Mujer empoderada

Cuando decimos que una mujer está empoderada, es que se siente con poder para hacer las cosas, se siente feliz, independiente, con fuerza, toma decisiones con valor y también tiene proyectos y sueños, así entiende Margarita el empoderamiento de la mujer.

A pesar de que solo cursó el segundo grado de primaria, ella asegura que ha aprendido muchas cosas importantes en talleres de formación donde ha conocido el valor de estar organizada y como acceder a proyectos comunitarios. También a nivel personal y organizativo siente que le ha servido los conocimientos adquiridos en la Red de Mujeres. Esto le ha ayudado a quererse como mujer y a tener proyectos, superar los momentos difíciles y sacar fuerzas para seguir adelante.

Me hubiera gustado ser una mujer que enseña a otras mujeres, prepararme en temas especialmente para mujeres y ser una capacitadora”, agrega ella, mientras se toma un tiempo para pensar en la importancia de estudiar.

La vida en el Consejo Indígena

¿Cuándo le preguntamos cómo se llevan ustedes como miembros del Consejo? Margarita responde de inmediato con mucha satisfacción y dice que por las noches se juntan bajo los árboles y acompañados de la luna que les alumbra, hacen una rueda y platican de las cosas del día, a veces hasta chistes salen por allí. “Hay compañerismo, el mal de uno es el del otro, nos apoyamos hombres y mujeres y no hay discriminación, todos nos vemos de manera igual, cuando se puede compartir alguna comida lo hacemos y las casitas se hacen entre todos”

¿Y cómo superan los momentos difíciles?

De esos días difíciles, muchos han dejado cicatrices, algunas han sanado, otras están allí, por ejemplo, cuando les tumbaron las casas y cultivos. Nunca olvida ese día, cuando don Atilio Argueta y Juan Argueta, quienes dicen ser dueños de esas tierras, llegaron con motosierras a botar las casas.

“Nos humillaron, a mí me dijo que era roba tierra y de otras cosas.  Me daban ganas de irme, me decepcioné. Otros compañeros se miraban bien decepcionados.  Otro momento difícil fue cuando nos llevaron a la cárcel. Ese día, don Benjamín, Presidente del Consejo Indígena me dijo que me ocupaban en la Policía de Marcala para una reunión, conseguí dinero y me fui en el bus. Otros de la directiva se fueron en el carro de la patrulla. Don Benjamín, no sabía nada, por eso hasta a él lo metieron preso. Le dije a la Policía que me explicaran por qué me detenían que yo no debía nada.  Me dijeron usted está detenida y va a estar aquí en la celda. Allí estuve encerrada y yo solo le pedía a Dios que me ayudara”.

Cuenta que estando en la cárcel, les llevaron al Juzgado, en un carro de paila, con esposas en los brazos y cadenas en los pies. Allí afuera del juzgado estaban las demás familias que forman parte del Consejo Indígena Lenca Nueva Palestina. También un grupo de personas que apoyan al Señor Juan Argueta. “yo no pensaba nada de lo que podía pasar allí, escuchamos las acusaciones de una señora que dijo que yo le di con un leño a un señor y eso no es verdad, yo ni siquiera tengo valor de pegarle a un perro o a un gato. Yo tenía ganas de hablar y decirle eso es mentira, pero no nos dejaron hablar. Cuando me dijeron que la abogada Dunia nos iba ayudar, sentí esperanzas y me sentí con alegría”.

El Equipo de Reflexión, Investigación y Comunicación, ERIC, una obra social de la Compañía de Jesús en Honduras acompaña a este Consejo en su lucha por la tierra y para que se respeten sus derechos. El día que fueron encarcelados se realizaron todos los trámites para demostrar su inocencia y que salieran en libertad. Emocionalmente, Margarita estuvo afectada muchos meses, pues fue la única mujer que encarcelaron. Pero como dice ella: “A pesar de todo… de esta lucha he aprendido que hay que tener perseverancia, mucha fe. Y fíjese que yo hoy siento que tengo más fuerzas para seguir adelante”.

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